Capítulo 8

3.4K 501 43
                                    

1 de febrero, 2020

Marcus:

—¿Tienes la llave de aquí? —le pregunto medio sorprendido a Helen cuando abre la puerta de la casa de Adeena.

—Sí, como ella tiene la llave de mi casa.

Asiento, con algo extraño en el pecho al darme cuenta que de verdad son como familia y se llevan tan bien.

Entramos y vemos una nota de Noah en la mesa que dice "Quedé con alguien, nos vemos en la noche"

—¿Adeena? —la llama Helen, pero nadie responde—. Marcus, fíjate si está en su cuarto, es la última puerta a la derecha.

—¿No puedes hacerlo tú? —le pregunto mientras va a la cocina.

—Sólo hazlo —me responde y bufo.

La jefa manda.

Me encamino al pasillo, hay dos puertas de cada lado, voy a la que me dijo.

Cuando entro me quedo paralizado al verla.

Está dormida. Destapada. Con una camiseta y en bragas blancas. Joder.

Cierro la puerta y vuelvo a la cocina con un extraño calor en el cuerpo.

—Está durmiendo —le digo a mi abuela.

—Me parecía —me extiende una taza con un té—. Ponle esto en la mesita de noche a su lado, por favor.

—¿No lo puedes hacer tú? —vuelvo a preguntar y me mira con las manos como jarras en su cintura.

—Deja de quejarte, voy a hacer algo de comer, tú llévale eso.

Frunzo los labios y asiento, otra no me queda, Helen es testaruda.

Entro sin verla, fijando la vista en la taza blanca con flores en el borde.

Interesante taza ¿No?

Cállate.

Dejo la taza e inspiro profundamente cuando la veo.

Sin pensar y dejándome llevar. Tomo la sábana y la tapo.

Me aseguro de no tocar su piel en lo más mínimo. Cuando lo hago se remueve y se quiere destapar de nuevo.

Mierda.

Vuelvo a taparla.

Vuelve a destaparse.

—Deja de destaparte —susurro medio frustrado porque no se quede quieta.

Se queja y vuelve a destaparse.

—Tengo calor —susurra, vuelvo a taparla.

—Yo también tengo calor y no me ando quitando la ropa.

Cuando termino de hablar se queda muy quieta.

—Esa no es la voz de Noah.

—Porque no soy Noah —digo frunciendo los labios.

Se coloca de frente y me mira frunciendo el ceño.

—¿Puedo saber qué haces en mi cuarto, Marcus?

Rasco mi nuca medio nervioso.

—Helen me pidió que te trajera el té mientras ella cocina algo.

—Y aprovechaste para taparme... —dice divertida, pero yo no digo nada, sonríe—. Bueno, no pasa nada, pero... ahora que sabes de qué color son mis bragas, ¿Podrías...?

Señala la puerta y asiento rápidamente.

—Claro, claro, sí, sí.

Me voy, sintiendo mi corazón a mil por hora y con un calor que me recorre el cuerpo. Ignoro todo y voy a la cocina con Helen.




Adeena:

Llego al comedor y noto cómo Marcus resiste mirarme, lo que me causa un poco de gracia.

—¿Descansaste? —me pregunta Helen y asiento.

—Sí, un poco.

Me siento en la punta de la mesa y veo la nota de Noah, no me sorprende.

—Deberías hacer algo al respecto con ese trabajo —comienza Helen.

—¿Por qué? —le pregunta Marcus.

—Porque la explotan, todo el tiempo.

—No es así, abuela.

—Sí. Te hicieron hacer tanto a último momento que quedaste exhausta.

—¿Cómo es la situación? —pregunta Marcus—. Porque siempre mencionan eso, pero no entiendo qué pasa.

Lo miro y le explico lo que hago.

—Trabajo en la editorial como correctora. Corrijo libros en inglés y en francés ya que estamos asociados con una editorial en Francia. También traduzco del francés al inglés y al revés, por más que no me dedique a eso me hacen hacerlo.

Marcus abre los ojos con sorpresa, pero aun no acabo.

—Hago informes semanales y corrijo otros informes. También me hacen traducir informes o documentos que estén en francés o al revés —suspiro—. Eso hago.

—¿No es mucho para una sola persona? —pregunta y me encojo de hombros.

—Sí, lo es —sigue molesta Helen—. Además, la bruja de la jefa le manda cosas a último momento para el otro día, incluso los sábados por la noche le hace hacer cosas cuando no tendría por qué trabajar, y ni hablar de las vacaciones o de lo poco que le pagan para todo lo que hace —bufa y revuelve con fuerza el té.

—Vas a romper la taza —le digo y me mira mal.

—¿Por qué no renuncias? —me pregunta Marcus confuso.

—Si renuncio, mi jefa no va a darme una buena reseña para un futuro trabajo, haciendo que no me acepten y este es el primer trabajo que tengo ya que apenas me recibí me llamaron por las buenas notas que tuve.

Parece pensarlo, hasta que asiente.

—Es una buena razón.

—Una buena razón nada —escupe Helen y suspiro cansada de esto—. No debes quedarte sin hacer nada, conformarte con eso. Que no sea excusa, puedes renunciar, mandarla a la mierda y seguir adelante buscando la forma de avanzar. Pero no conformándote.

Me quedo viéndola, en parte sabiendo que tiene razón.

Pero eso va a hacer que no consiga trabajo en otro lugar ya que siempre piden las reseñas de trabajos anteriores y este es el primero.

Tampoco es tanta la explotación.

¿No?

—Bueno... —me quita de mis pensamientos Marcus, haciendo que lo mire—. Cualquier cosa, creo que yo podría ayudarte para que entres en otro lugar, tengo un amigo que la tía trabaja en una editorial.

—¿De verdad? —pregunto sorprendida y asiente sonriendo.

—Claro, no sería problema.

—Eso es... muy amable de tu parte —digo devolviéndole la sonrisa.

Aroma a LibrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora