Capítulo 32

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19 de junio, 2020

Marcus:

—¿Ya llegas? —le pregunto por teléfono a Logan.

—Sí, estoy llegando.

—Bien, acuérdate del plan.

—A la orden, cuadrado.

No llego a decirle que no me diga así que corta.

Suspiro y guardo el celular para entrar al salón donde exponen cuadros de fotografía, en la que Sierra está exponiendo sus fotos.

Camino por la gente, varias se me quedan mirando, lo cual es raro, pero lo ignoro y veo las imágenes expuestas, son asombrosas.

—¿Hermoso no?

Volteo para ver de dónde viene la voz y me encuentro con Sierra.

—Así es, tienen talento. ¿Dónde están las tuyas?

—Antes —dice levantando una mano—. Puede que haya una que no sepas ni de su existencia y puede que no te haya pedido permiso para exponerla y puede que te moleste como puede que no y solo te pido que no me mates porque fue mi mejor trabajo en toda esta exposición.

Parpadeo, un poco perdido por sus rápidas palabras.

—A ver si entendí —pido y asiente mientras se hace una coleta alta—. En una de tus fotos aparezco yo y no me dijiste —asiente mientras me mira precavida, pero le sonrío—. Tranquila, no me molesta, pero la próxima avísame, ya me preguntaba por qué me miraban raro.

Ríe más tranquila.

—Sí, lo sé. Ven, aquí están.

Mientras caminamos me muestra otras y me comenta de qué van y de quiénes son.

Cuando me coloco frente a la fotografía de la que me hablaba quedo estático en mi lugar, sin creer lo que veo.

—¿Qué te parece? —me pregunta nerviosa.

No puedo responder, sólo miro la foto.

—Créeme le gustó, sólo que está en shock —Logan coloca su mano sobre mi hombro y noto que Sierra asiente y se va.

Escucho el suspiro de Logan que mira la foto.

—Amigo, estás acabado.

—¿Por? —pregunto en un susurro.

—¿Acaso no ves cómo te brillan los ojos mientras la ves?

Sí, lo sé.

Es una foto en la que aparezco, pero no solo.

Adeena está a mi lado, estamos sentados en el césped, el día que le regalé las velas y acompañamos a Sierra a la casa abandonada.

Ella sonríe y tiene los ojos cerrados, varios mechones de su pelo moviéndose por el viento, se ve hermosa, perfecta.

Yo salgo viéndola con una sonrisa y no pensé que mis ojos eran tan claros y brillantes hasta que vi la foto. O bueno, vi la forma en la que la miro.

—¿Adeena está aquí? —me pregunta y parpadeo para volver a mí.

—No la vi todavía.

—¿Crees que vio la foto ya?

—Sí la vio y quedó igual —dice Noah apareciendo a nuestro lado.

—¿Eso es bueno? —pregunto.

—La foto le gustó, por lo que creo que sí.

Asiento y me obligo a apartar mis ojos de la foto.

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