Capítulo 14

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7 de marzo, 2020

Adeena:

Insulto en mi mente a mi jefa mientras termino de traducir un informe.

—¡Helen!

Estoy en su casa.

—¡¿Qué?!

—¡¿Cómo era instructif en inglés?! ¡Mi cerebro está quemado!

—¡Instructivo!

—¡Gracias!

—¿No recuerdas cómo se dice en inglés? —me asusto al escuchar otra voz y volteo a ver a Marcus que está en el marco de la puerta del cuarto.

—Dios, Marcus, casi me das un infarto del susto.

—Lo siento —dice riendo mientras se acerca—. Es que no podía creer que sepas qué significa en francés, pero no en inglés.

—A veces me pasa cuando estoy pensando mucho en francés mientras hago cosas en ese idioma —digo con la vista en la computadora.

Lo siento detrás de mí.

—¿Trabajando un sábado por la tarde? Ni yo lo hago.

—Lamentablemente a mí no me queda otra.

—¿Necesitas ayuda?

Me quedo quieta procesando su pregunta, volteo a verlo y me alejo cuando la punta de nuestras narices chocan de lo cerca que quedamos.

—Lo siento, pensé que estabas más lejos.

Sonríe de lado y se endereza.

—Estaba intentando ver —asiento tratando de regularizar mis latidos.

—No sé si lo preguntas de verdad.

Ríe y me mira.

—Si te lo pregunté es porque es de verdad, sino no lo hubiese hecho.

Asiento.

—Bien, ven —se sienta en una silla a mi lado y le pongo mi Notebook en frente, anoto varias cosas en una hoja y le muestro—. ¿Puedes ponerles estos formatos a estos tres documentos?

Mira el papel que dice en qué letra, número, alineación, formato, márgenes, todo.

—Claro, no es problema.

—Gracias, me estás ayudando mucho, aunque no lo creas.

—Cuando quieras —dice riendo mientras vuelvo mi vista a la otra computadora y terminar de traducir esto.


Me dejo caer en el sofá y Marcus se coloca en el otro lado.

—¿Cansada?

Mon cerveau est épuisé.

—¿Si sabes que lo dijiste en francés y yo no hablo francés?

—Dijo que su cerebro está agotado —dice Helen llegando y la señalo en aprobación.

—¿Hace cuánto estás con eso? —me pregunta Marcus y lo miro.

—Desde hoy a la mañana, tuve que traducir los tres documentos a los que les pusiste el formato correcto.

Abre los ojos con sorpresa.

—Adeena, eso es mucho.

—Bueno, pero... no lo sé.

—No puedes dejar que te hagan eso —no respondo—. ¿Al menos te pagan lo que deberían?

Bufo y niego.

—¿Crees que no le dije ya eso? —le dice Helen—. Pero siempre acepta y nunca pone un límite.

—Sinceramente —comienzo pasándome las manos por la cara—, ahora no tengo ganas de hablar de eso.

No dicen nada y cuando dejo caer mi cabeza sobre mis brazos, mi celular suena.

—¿Hola? —pregunto cuando respondo.

—Hola —dice la voz que reconozco como la de mi madre.

—Kalet Morel, hasta que me llamas —le digo y veo como Helen le dice bajito a Marcus que es mi madre.

—Lo siento, antes no tuve tiempo.

—No pasa nada.

—Te escucho decaída ¿Pasó algo? ¿Necesitas algo?

—¿Sale caro hacerse una perforación? —pregunto.

—No ¿Por qué?

—Porque quiero hacerme un agujero en la frente, no sé si me saldrá mucho.

Marcus escupe el té y Helen ríe negando con la cabeza.

—Adeena... —me reprocha mi madre.

—Era broma, tranquila, pero no ando muy bien que digamos. Muy estresada últimamente.

—¿Quieres que vaya?

—No hace falta, tranquila. Ya va a pasar.

—De acuerdo.

—¿Tú? ¿Cómo van las cosas ahí?

—Genial, no sabes las historias que hay aquí, son increíbles.

—Me alegro.

—Bueno, te dejo que tengo que seguir con esto, estamos hablando.

—Claro.

Corto.

—¿Eso fue todo? —me pregunta Marcus sorprendido.

—Sí —me encojo de hombros—, nada raro. Así es nuestra relación.

Me mira confuso.

—¿De qué trabaja?

—Documentalista. Trabaja para varias revistas y diarios, tiene un blog en el cual le va genial, sponsors, todo.

—Por eso viaja tanto —asiento.

—Parece que hoy fue todo junto —me dice Helen dándome una carta.

—¿Tu padre?

—Así parece —le respondo a Marcus.

—¿Vas a leerla?

—No, nunca lo hago —le respondo cuando dejo la carta en la mesa.

—¿Por qué?

—¿Qué gano? ¿Excusas baratas de por qué no está conmigo y me dejó junto a mi madre? ¿Para qué quiero saber cómo va su vida cuando yo veía a mi madre llorar por su culpa al tener que cuidarme sola y sin trabajo? No, gracias, que se meta sus palabras por donde le quepan.

—Quizás en alguna de esas cartas se disculpó —dice Helen.

—¿Me sirven de algo sus disculpas? No, porque no cambia el hecho de lo que hizo, la marca ya la dejó, un par de palabras vacías no hacen ningún cambio.

—No creo que sean palabras vacías —miro a Marcus a la vez que Helen se levanta para ir a la cocina—. Quizás te sientas mejor al leer sus disculpas.

—¿Me ves mal? —pregunto divertida y sonríe.

—Nunca te vi mal, pero me refiero a que capaz te haga sentir un poco mejor —ladeo mi cabeza, pensando en sus palabras.

—No lo sé...

—Sólo es una idea —asiento—. Si quieres puedo acompañarte cuando te animes a hacerlo.

Me quedo mirándolo, hasta que sus ojos vuelven a los míos.

—Podría ser...

Me sonríe y asiente.

Bajo mi vista a su sonrisa, que linda sonrisa...

Es una lástima que tenga pareja.

Aroma a LibrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora