Capítulo 50

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1 de septiembre, 2020

Adeena:

Ayer dejé pasar lo de la secretaria, pero ella tampoco ayuda.

Veo cómo le pone los pechos en la cara a Marcus cuando se agacha a dejarle una carpeta en su escritorio. Cuando le dice algo coloca su mano en el hombro de él y le sonríe como gato, aunque él ni la mire y sólo responda una llamada.

Respira, él no le presta atención, sólo respira.

Cuando toma un papel del otro extremo del escritorio, inclinándose frente a él, ya fue el límite.

Abro la puerta, molesta.

—Hola —digo en mal tono y ella se endereza con una sonrisa de lado mirándome.

—Oh, hola, puedes esperar ahí porque Marcus está en una llamada...

—Ella puede pasar cuando quiera, Rachel —le sonrío triunfante y esta asiente.

—Avísame cualquier cosa —le dice con su mano en su hombro y por un segundo se me olvida que es mujer y está mal gritarle zorra.

Sale de la oficina meneando sus caderas, unas hermosas caderas que yo no poseo y quiero estrangularla.

Mierda. Mierda. Mierda.

¡Cálmate Adeena!

Respiro hondo múltiples veces.

—¿Qué haces allí parada? —abro los ojos lentamente y Marcus camina hacia mí, me mira preocupado—. ¿Estás bien?

Confías en él. Él no hace nada. Es ella.

Respiro y me lo repito.

—Sí —termino diciendo.

—¿Segura? —me mira desconfiado, pero asiento y lo atraigo a mí con mi mano en su nuca para bajarlo y besarlo.

Sus manos se cierran en mi cintura con fuerza para pegarme a él y ladeo su cabeza para profundizar el beso todo lo que pueda, enredando mi lengua con la suya y robándole un gruñido cuando muerdo su labio inferior.

Jadeando se separa y me sonríe.

—¿Pretendes que salga del trabajo antes? Porque lo estás logrando.

Sonrío y vuelvo a besarlo, clavando mis uñas en su espalda haciendo que note la erección que comienza a crecerle en mi vientre.

—¿Teniendo una erección en el trabajo? —pregunto cuando doy suaves besos por su mandíbula—. Eso no es muy profesional, Señor Hoffmann.

Gruñe y tira de mi remera hacia él, pero se separa tomando mi mano.

Toma sus cosas rápidamente y sale de la oficina.

—Pasa todo lo que tenía hoy para mañana y nada de llamadas, voy a estar ocupado.

Marcus cubre su erección conmigo, Rachel asiente y sólo para marcar territorio presiono mi trasero hacia atrás, Marcus respira hondo y aprieta con fuerza mis caderas para bajar su cabeza a mi oído.

—Sigue haciendo eso y no me va a importar quién vea cómo te hago gritar —sonrío viendo directamente a Rachel que ya no sonríe.

Nos vamos directo al ascensor y al instante Marcus me estampa contra el espejo de este para atacar mi boca bruscamente.

Desciende con su boca por mi cuello y jadeo cuando muerde justo donde está mi vena. Toma mi pierna y la sube a la altura de su cadera, apretando mi muslo, haciendo que mi humedad quiera escapar de mis bragas.

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