Capítulo 20

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18 de abril, 2020

Adeena:

—¿Qué dibujas? —le pregunto a Isaac que me ignora y sigue moviendo el lápiz por la hoja.

Intento ver, pero me mira mal y pega el papel a su pecho sin dejarme verlo.

—Déjame ver —me quejo.

—No, quítate bicho.

—¡No me digas así!

—Entonces no veas.

—¿Por qué no puedo ver?

—Porque no quiero que veas.

—¿Y por qué no quieres que vea?

Me mira cansado y sonrío.

—Odio a la gente.

—Menos a mí.

—Cierto, a ti no te odio —sonrío—. A ti no te soporto.

—¡Hey! —ríe.

—Mentira —sigue dibujando—, sólo un poco.

—Idiota —digo empujándolo suavemente.

Un enfermero se acerca y le hace un par de modificaciones al gotero y a la bolsa.

—¿Cómo va? —le pregunto mientras mira la hoja con las observaciones.

—Está respondiendo bien al tratamiento —dice este y sonrío.

—¿Escuchaste Isaac? —este nos ignora, volteo los ojos y miro al enfermero de vuelta—. ¿Sabes cuándo va a poder volver a su casa?

—Eso ya no sabría decirte —asiento y se va.

—¿Ves? —dice Isaac—. La gente es estúpida.

—Isaac...

Sonríe y se encoge de hombros para volver a ignorarme. Mi celular suena.

Miro los tres archivos que me mandó Joan junto a un mensaje.

"Necesito que los corrijas, los traduzcas al francés y luego te mando otra cosa"

Es sábado.

No trabajo los sábados.

Supuestamente.

Parece que la bruja no lo cree así.

—¿Qué pasa?

Miro a Isaac y trato de sonreír.

—Nada, no te preocupes.

Me entrecierra los ojos y en un parpadeo me quita el celular.

—¡Isaac! ¡Dame eso!

—Alto —señala la intravenosa que tiene en el brazo—. O me la arranco.

No me sorprende que me amenace con eso, no es la primera vez.

Como sé que es capaz de hacerlo.

—¡Bien!

Me cruzo de brazos, molesta y sonríe viendo mi celular.

—¿En serio te mando tres libros de más de 600 páginas? —lo miro y está entre sorprendido y molesto—. ¿A ti sola? ¿Un día que no trabajas?

Le quito el celular.

—Como si fuese la primera vez, no importa.

—No importa las bolas —lo miro mal, pero me ignora—. Esta mujer te explota sin remordimiento alguno, primero que es ilegal y segundo que debe parar.

—Isaac...

—Que me entierren antes si me equivoco.

—¡No digas eso! —voltea los ojos, a veces tiene un humor retorcido.

—Adeena —lo miro sin decir nada—. ¿Por qué sigues ahí?

Miro mis dedos, jugando con ellos.

—Porque me da miedo renunciar y enfrentarme a ella... —digo bajito.

—Pero ¡¿qué dices?! —doy un respingo asustada por su grito y lo miro, se ve molesto.

—¿Qué? —pregunto confusa y me mira obvio.

—¡Sólo mándala a la mierda y listo!

—¡No es tan fácil!

—¡Sí lo es!

—¡No!

—¡Sí!

—¡Es mi jefa!

—¡Es la bruja!

—¡Sigue siendo mi jefa!

—¡Jefa las pelotas! ¡Es una bruja!

—¡Deja de decir malas palabras!

—Alto, no son malas palabras, es una parte de la anatomía humana masculina, así que ¡Las bolas de Satanás en vinagre!

Me quedo un segundo en silencio.

—¿Por qué en vinagre?

—No lo sé.

Asiento.

—En fin, no —va a retrucar, pero no lo dejo—. No sigamos con el tema o te quito el lápiz y no vas a tener con qué dibujar.

Bufa y cambio de tema.

Pero no pasa mucho que debo irme, tengo que empezar con los libros, así tengo algo hecho antes del cumpleaños.


Sigo leyendo y haciendo las anotaciones para corregirlo, pero en la mitad alguien toca la puerta.

—¿Adeena? —se escucha la voz de Noah.

—Mmm... —respondo ya que tengo la lapicera con la boca.

La puerta se abre y escucho un jadeo.

—¡¿No estás lista?! —su grito me asusta y salto en la silla cayendo de culo al piso.

Cuando lo veo, está cambiado y listo para el cumpleaños de Helen.

¿Pero qué hora es?

Miro y maldigo unas cien veces al darme cuenta que solo tengo cuarenta minutos para prepararme.

—¡¿Por qué no me avisaste antes?! —le grito a Noah desde el baño.

—¡Pensé que te habías puesto una alarma!

—¡NO!

—¡ME DI CUENTA!

Nunca me bañe y depilé tan rápido como en ese momento, si dieran un premio, lo ganaría seguro.


Me pongo el vestido que Dakota me regaló y cuando me miro en el espejo me sorprendo de lo bello que es. Color vino, ajustado, sin tiras y recto en el escote, pero lindo; cae suavemente desde la mitad de los muslos hacia abajo y en una pierna tiene un corte.

Me coloco unos zapatos negros mate de tacón moderado, maquillaje básico y al pelo me lo dejo como está ya que no me da el tiempo.

Tomo un bolso de mano negro y mientras Noah me apura, meto todo para salir ya que Nate me está esperando hace unos 10 minutos afuera.

—Lo siento —me disculpo cuando se baja del auto al verme salir—. Me quedé trabajando y perdí la noción del tiempo, pero ya estoy.

Me da un repaso y sus cejas se disparan hacia arriba.

—Estás... hermosa, de verdad —dice sonriendo sin dejar de estar sorprendido.

—Gracias.

Lo miro y tiene una camisa blanca y pantalón negro, básico, pero lindo.

—¿Vamos?

Asiente y besa mi mejilla para encaminarnos al cumpleaños.

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