Capítulo 52

2.7K 365 49
                                    

6 de septiembre, 2020

Marcus:

Nervioso y con las maletas a mi lado, toco la puerta de la habitación de la que espero siga siendo mi novia.

Je ne veux pas de nettoyage, merci.

Nettoyage es limpieza, cree que soy del hotel.

Vuelvo a tocar.

—Noah, dije que no quiero ir de paseo, tienes a Helen para que te traduzca.

Joder esta chica.

Vuelvo a tocar más insistente.

—Dije que no quier...

Las palabras quedan por la mitad cuando me ve en la puerta.

Parpadea repetidas veces sin creer lo que ve. Decir que está sorprendida es poco.

—Dime que es broma —la veo confuso.

—Bueno... no pretendía una súper bienvenida, pero tampoco esa.

Ella comienza a reír y la veo aún más confuso.

Toma mi mano para hacerme entrar a su habitación y me coloca frente a sus valijas.

—¿Aun no desempacaste?

—Lo hice el día que llegué. Volví a hacerlas porque ayer compré un pasaje de vuelta a casa para ir contigo y arreglar las cosas. El vuelo salía hoy.

Volteo a verla y ahora yo estoy sorprendido.

—¿De verdad?

Con sus mejillas rojas asiente riendo y se tira a mis brazos.

La sostengo por la cintura y la alzo abrazándola con fuerza, pegando su cuerpo al mío todo lo que pueda.

Hundo mi rostro en su cuello y mi mente se relaja al instante, sintiéndome pleno a su lado. Sintiendo su calor y su aroma, sintiendo sus dedos en mi cabello y cómo su cuerpo encaja perfecto con el mío.

—Te eché de menos —dice separándose un poco, va a hablar, pero ahora sólo pienso en besarla y lo hago.

Uno mis labios con los suyos en un suave beso, uno donde decimos que nos extrañamos y que estamos bien a pesar de la pelea.

Siento la suavidad de sus labios sobre los míos y suspiro al tenerla entre mis brazos luego de estos días en donde mi cabeza me torturaba con la pelea.

Nos mantenemos besándonos con delicadeza por un buen rato, sólo nuestros labios rozando como una caricia al alma.


Cuando nos separamos pego mi frente a la suya y aunque ella no abra los ojos yo sí, me quedo viéndola, sus pestañas, su nariz, sus mejillas, sus labios que ahora están rojizos.

—Lo siento —dice abriendo los ojos, dejándome ver ese color avellano que tienen resplandeciendo arrepentimiento y dulzura.

Se remueve para que sus pies toquen el piso y toma mi mano para sentarme en la cama y ponerse al lado, pero tomo sus caderas y la coloco a horcajadas mío.

Suspira acariciando mi nuca con su pulgar mientras me mira fijamente. Coloco un mechón de pelo detrás de su oreja y sonríe.

—De verdad, lo siento, fui una estúpida.

—No digas eso —digo frunciendo el ceño.

—Pero lo fui —como ve que voy a negarlo, coloca su mano en mi boca—. Déjame hablar.

Aroma a LibrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora