Capítulo 2

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Marcus:

Con Helen esperamos a que la puerta se abra. Se escucha suave música y cuando se abre, un hombre aparece. Rubio, musculoso y ojos mieles, tiene un porte serio, pero sonríe cuando fija la mirada en Helen.

—Hola, Helen, pasa.

Él se agacha y ella besa su mejilla.

—¿Cómo estás, cariño?

—Bien —le responde este y deja de sonreír cuando me ve—. ¿Y tú eres?

Parece que no es de hacer muchos amigos...

—Marcus...

Voy a seguir, pero Helen se me adelanta.

—¡Es mi nieto!

Asiento, pero no se corre de la puerta y frunce el ceño.

—¿Tú eres el que Helen quiere para Adeena? —dice con desconfianza, repasándome con la mirada.

—Tengo novia —aclaro y me vuelve a mirar levantando una ceja.

—Para algunos eso no es un impedimento.

—Pues yo no soy así —digo ahora yo frunciendo el ceño.

Estoy por dar la vuelta e irme, no vine para darle explicaciones o buscar la aprobación de nadie.

Pero aparece Adeena abriendo la puerta y empujando al chico.

—Lo siento, Marcus, Noah a veces se pone demasiado protector —dice regañándolo a lo que él voltea los ojos.

Me vuelve a mirar y una sonrisa aparece en su rostro y me da un ademán para pasar.

—Pasa, no muerdo.

Sonrío y entro.

La casa es cómoda. Una sala con unos sofás y un televisor, a un costado está el comedor con una mesa y en frente de este una pared que da a la cocina pequeña, pero cómoda. Hay un pasillo donde supongo que están las habitaciones y el baño.

—Lamento lo del recién —dice apenada.

—No pasa nada —sin parar a pensarlo, pregunto— ¿Novio muy celoso? —ríe negando.

—¿Noah? No, es mi mejor amigo, como un hermano —asiento.

—Muy unidos ¿No?

—Desde pequeños. Tan así que vivo aquí con él desde los 18 años que fue cuando empezamos a estudiar. Y ahora su padre sale con mi tía.

—¿De verdad?

—Sí —dice riendo suavemente—. Toda una historia de amor aparte, donde termina con él yéndose con ella a Francia para estar juntos.

—La verdadera prueba de amor.

Asiente y veo que otra mujer llega a la sala donde estamos. Pelinegra, cabello largo hasta la cintura, pero nos mira con las manos llenas de harina. Clava los ojos en mí.

—Marcus ¿No?

—Así es.

—Genial, soy Sierra, la mejor amiga de estos dos. Ahora ¿Te gusta la pasta?

—Sí.

—Entonces ven a ayudar y tú —dice mirando a Adeena— también.

Vamos a la cocina y apenas llego me arremango y me lavo las manos.

Veo cómo Sierra mi mira y me señala para ver a Noah que está a un lado observándonos.

—¿Ves? Él se lavó las manos antes y no se lo tuve que pedir.

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