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/Lilith/

Miro las piedras apiladas, me da la sensación que con sólo un toque podría caerse toda la montaña sobre nosotros, el mal que emana desde estas piedras me acelera el corazón pero mantengo mi respiración para no preocupar a Itadori que se encuentra a un lado de mi.

Me sorprende que todo el viaje y ahora se ha mantenido en silencio, creo que al igual que Sukuna está molesto por esto, ninguno de ellos estaba de acuerdo con esta decisión.

Tomo la lanza y presiono mi dedo medio en la punta para segundos después ver la sangre resbalando por la punta, acerco el dedo a la piedra central y siento un dolor punzante en el pecho.

El sonido es inmenso y molesto, no se compara en nada con el movimiento de las piedras para mostrar una pequeña entrada oscura, miro el interior y hay una bajada, entro con cuidado luego de enterrar la lanza a un lado de la entrada.

*¿No irás con ella?-pregunta Itadori sorprendido y molesto

*Podrían maldecirla, es mejor estar sin ella-no dice nada aunque hay mucha oscuridad logro guiarme tocando las paredes estrellas, es un camino único pero tener la visión tan reducida me hace ir lento.

Voy a dar un paso pero un brazo me rodea y tira de mi hacia atrás, miro a Itadori pero los ojos café son reemplazados por los color sangre, frunzo el ceño.

*Mira por donde vas-dice enojado, miro al frente y aunque puedo notar poco alcanzo a ver el quiebre en el suelo enseñando una caída seguramente larga y dolorosa, chasquea la lengua-¿y así vas a ir?

*¿En serio quieres provocarme a segundos de entrar?-pregunto seria, corre la mirada y su brazo me aprieta contra él, pega un salto y cruza sin problemas, quito su brazo y sigo avanzando, una luz roja se hace presente por detrás de una muralla, respiro hondo y levanto el dedo que sangra apoyándolo sobre la piedra que lentamente se hace a un lado.

*¿Así de facil?-reclama molesto

*Es una de las entradas para sacerdotes o personas con poderes-susurro-de haber ido por otra tendría que haber hecho un ritual agotador-miro a Sukuna y le estiro la pulsera que hice con un mechón de mi pelo.

*¿Un presente de despedida?-ruedo los ojos.

*Algo mío debe quedar fuera para lograr encontrar el camino-asiente y lo toma-será más fácil volver-me volteo pero toma mi muñeca haciendo que vuelva a girarme, una tela negra pasa por mi cabeza y se instala en mi cuello, es la bufanda negra que le he visto usar cuando me lleva ante él-¿qué...?

*No te lo quites-ordena, la tela se siente muy tibia y suave así que me encojo de hombros y la acomodo en mi cuello-si algo pasa solo tócala-abro la boca-hazlo-ruedo los ojos y cruzo la entrada.

El calor y olor del lugar me hace cerrar los ojos con fuerza.

Apesta.

Tal como fue descrito en el libro, el infierno es un lugar horrible, para empezar está ese horrible color rojo por todas partes, luego un intenso olor a quemado, putrefacción y humor, lo sigue el sonido de gritos y risas que hacen ecos por el lugar y para finalizar la imagen tan devastadora que hay, es un lugar destruido, feo, sin gracia.

Camino por el lugar sin saber muy bien hacia donde voy pero no me preocupa porque dos minutos después de haber entrado al lugar el sonido de unas patas cerca aparece, es una andar muy extraño y aunque intenta ser sigiloso, no lo logra. Tomo una respiración honda controlando mi expresión y movimientos, sigo mi camino como si supiera a donde voy.

*Una sacerdotisa-la voz apenas es un susurro pero es obvio que quería ser escuchado, su tono es algo chillón y burlesco-una solitaria sacerdotisa-arrastra algunas letras de una extraña forma, me volteo y aunque quería ser escuchado puedo notar que no quería ser visto, es un pequeño ser de color morado, tiene unas extrañas alas en su espalda y unos cachos desiguales sobre la cabeza, de hecho, el izquierdo parece roto.

Libres (Sukuna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora