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/Narrador omnisciente/

El sacerdote observaba desde lo alto a los jóvenes que hablaban dando vuelta por los árboles.

Desde que la conoció la primera vez sabía que era un peligro, Hiro la estaba criando con mucho más potencial que cualquier otra sacerdotisa que haya conocido, no sólo por su técnica de poderes sino porque ella mantenia siempre el temple de sacerdotisa.

Aprendió a llevar la máscara de Hiro desde muy pequeña y no demostraba nada, ni miedo, enojo, alegria...la primera vez que se conocieron ella ya se comportaba como un sacerdote adulto y sabía que eso era una victoria para Hiro que aunque sabía esconder sus emociones siempre se expresaba de ella con orgullo, obviamente no frente a ella.

Eran los últimos sacerdotes y sabía que los mensajeros los compararían. Se confío porque sabía lo que Hiro era en realidad. Jamás creyó que un ser como él podría hacer un mejor trabajo pero de alguna forma lo superó.

Ara era impulsivo, pasional, no tenía la tranquilidad de un sacerdote y sólo lograba destacar por su poder. Manejaba el fuego y la tierra a la perfección pero aún así no podía compararse a la pequeña Lilith que siempre estuvo 5 pasos antes que él.

Y los dioses la favorecieron todavía más con otro poder...

Ella era un peligro y siempre lo irritó ver la perfecccion del trabajo de un simple brujo como Hiro. Él ni siquiera era un sacerdote, era un ser relacionado al mundo oscuro, jugaba con las personas, su poder y sus almas. Era un ser despreciable y aún asi hizo un mejor trabajo como sacerdote que él, que si lo era.

Aunque la chica no dejó ver sus emociones mientras lo miraba o hablaba, su máscara cedía frente al chico junto a ella. Sus ojos se endulzaban mientras le explicaba algo y podía notar el interés de él sobre ella.

Lo peor de todo era saber que tanto ella como Hiro despreciaban la idea de unirse a su aprendiz.

Recuerda como si fuera ayer cuando los mensajeros los reunieron y ordenaron el matrimonio entre Lilith y Ara. Hiro se mostró reacio y habló sobre la evidente diferencia entre Lilith y Ara, se rehusó a ceder hasta que le recordaron que él sólo tenía permitido estar ahí como encargado de Lilith pero que sus opiniones no representaban nada ante ellos y los dioses.

Eso era su mayor pregunta, ¿Por qué los dioses permitieron que Hiro se hiciera pasar por sacerdote y adquiriera cierto poder? ¿Fue por él o Lilith? ¿Por qué un brujo como él querría criar a una sacerdotisa? ¿Que sucedió con la sacerdotisa que estaba antes? Hiro no era un sacerdote, era un ser oscuro y aún así los dioses accedieron a que él la criara como sacerdotisa.

¿Cómo llegó Hiro al templo? No lo sabía. ¿Por qué se quedó? No lo tenía claro. ¿Lo obligaron o decidió quedarse? Sólo sabía que los dioses y mensajeros lo habían permitido.

La puerta de su habitación se abre y Ara entra cargando las cosas que le pidió.

Ara está molesto, no sólo por tener que soportar la presencia de esa maldición en su hogar, sino porque la chica que siempre se mostró fría o simplemente educada ahora estaba sonriéndole al chico que la acompaña como nunca había visto.

Ella sólo lo había abrazado una vez y fue frente a esa maldición.

*Traje lo que pediste-avisa serio, su sacerdote no se voltea a verlo más que de reojo y puede ver la decepción en sus ojos.

En general no le daba más que miradas serias y aunque él gustaba de la chica que estaba en su patio, siempre que ella aparecía su sacerdote lo miraba con decepción y desprecio.

Ara era consciente de la diferencia entre él y Lilith, siempre había sentido celos de ella pero eso no aminoraba su obsesión por ella, todo lo contrario.

Libres (Sukuna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora