/Lilith/
La lluvia es intensa, me empapa la ropa volviéndola pesada, presiono la tela contra mi cuerpo escondiéndola entre mis brazos para que no se moje.
*Me quedé dormida-repito asustada.
Por primera vez en meses, logré dormir sin pesadillas y sintiéndome completamente relajada pero al momento de abrir los ojos y volverme consciente de mi entorno recordé en qué quedamos con la maldición ayer.
Intento pisar de forma firme el suelo para no resbalarme y ensuciar la tela blanca del kimono. Me detengo de golpe cuando llego al lugar, el pecho me arde por los nervios pero el cuerpo me tiembla de frío.
A un lado del lago esta la misma maldición de piel gris y ojos azules de ayer pero no hay rastros de Sukuna. La maldición me sonríe de una forma extraña, la lluvia y el frío no parece afectarle porque no tiembla ni se inmuta.
*Mi señora-dice con respeto-mi nombre es Fuji, servidor leal del rey de las maldiciones, Sukuna.
*Soy Lilith-digo confundida por su saludo-¿dónde está él?
*Se presentó un asunto de último momento y envía sus disculpas-asiento-si gusta seguirme, la llevaré con él-aprieto levemente los labios.
¿Será una trampa?
*Él promete asegurar su seguridad, nadie la lastimará en sus tierras-dice como si hubiera leído mi mente, asiento despacio y lo sigo.
Al llegar veo enormes árboles rodeando la enorme casa abierta de madera. La casa tiene enormes ventanales, no parece tener mucha seguridad pero dudo que este lugar lo necesite con la cantidad de maldiciones que hay.
La mayoría parecen ser inteligentes y me miran con cierta confusión y desagrado pero decido ignorarlos a todos y fijarme en la naturaleza que rodea este lugar. Hay muchas flores y árboles, todo parece bien cuidado y acomodado, los colores de las flores no se mezclan.
No puedo creer que este sea el hogar de una maldición.
Entramos a la casa y el aire rústico se mantiene, la madera es oscura y el piso es de cerámica negra. Es una casa abierta, las habitaciones son inmensas y con pocos muebles, la decoración es poca pero muy elegante.
Fuji se detiene ante unas puertas de piedra y las abre, dentro escucho una discusión, en el lugar hay un grupo de maldiciones ante las escaleras que llevan a un trono donde él está sentado con cara de aburrimiento.
*Mi señor debe estar finalizando-avisa Fuji bajo.
*¿Esta bien si escuchamos?-pregunto confundida, las maldiciones están molestas y su voz poco a poco se vuelve amenazante, aunque eso no parece molestar a Sukuna que sigue pareciendo desinteresado.
*No voy a seguir escuchando esto-dice él serio llamando la atención del grupo-es una decisión temporal, busquen otro lugar si no quieren quedarse aquí pero ese lugar esta prohibido por estos días...-miro la sala con curiosidad.
En un salón enorme, en las murallas hay varios candeleros encendidos y del techo cuelga una lámpara con varias velas que iluminan aun más el lugar. Aparte de eso, no hay otra decoración o mueble haciendo que el lugar se vea mucho más grande.
*Quien desobedezca, muere-dice serio, lo miro y él tiene sus ojos sobre mi.
*Mi señor-dice Fuji caminando hasta el trono, las maldiciones le abren paso y yo lo sigo.
*¿Una humana?-suelta una de las maldiciones con un tono de asco, lo miro de reojo y vuelvo la vista al frente donde Sukuna me mira fijamente-deberías mostrar respeto-espeta la misma maldición-estas ante el rey de las maldiciones, ponte de rodillas-los ojos de Sukuna brillan y pongo todo de mi para ignorar los temblores que el frio me provoca.

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Libres (Sukuna)
Fantasía*¿Y qué de interés podrías ofrecerle a alguien que ni siquiera está interesada en su vida? *Libertad-ofrece con un tono bajo y el sonido de esa palabra hace eco en mi cabeza-ser sacerdotisa toda una vida sin ser capaz de escoger tu propia vida segur...