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/Sukuna/

El silencio es abrumador y veo la tierra caer de forma suave ante mi. No hay más gritos de peleas ni sonidos de golpes, los demonios pueden estar muertos o vivos pero creo que ya nadie respira, y sinceramente no me interesa porque el cuerpo de ella esta justo a unos pasos de mi, sin vida.

-Adiós...rey de las maldiciones.

Sus ojos estaban tranquilos, incluso llenos de lágrimas, ella parecía en paz con la idea de morir y eso no me sorprendería tanto si supiera que ella no me recordaba, pero Lilith sabía que yo me quedaría atrás.

Mis pies apenas logran dar los pasos para alcanzar su cuerpo y mis piernas dejan de funcionar dejándome arrodillado a un lado de ella. Su cuerpo está lleno de cortes, la tierra ensucia su piel y se siente demasiado fría para mi gusto.

*Mi señor-dice Fuji.

*Todavía hay tiempo, puedo traerte-suelto de pronto desesperado y pongo mi mano en su pecho-sólo debo hacer lo mismo que con el mocoso.

Intento usar la técnica de curación inversa pero nada pasa, lo intento una y otra vez pero todo se mantiene igual.

¡¿Que mierda pasa ahora?!

*Señ....

*Largo-digo comenzando a sentir el enojo.

*El destino que le dieron a Lilith no permitirá....

*Este no es su destino-gruño con odio-su destino no estaba decidió y menos por ellos-suelto volviendo a intentar sanarla.

*Pero...

*Dije que largo-espeto con odio-llévate a todos lejos de aquí, no quiero a ninguna maldición, humano o demonio cerca-amenazo-lárguense todos y no me molesten. Si alguien se queda, esta muerto-los pies de Fuji se alejan y escucho cómo otros lo siguen-este no es tu destino-susurro asustado y volviendo a intentar sanarla-tu destino es ser libre, hacer, decir y pensar lo que quieras-lo intento una y otra vez-tu destino es vivir una vida más larga que las otras-la presión en mi pecho comienza a sofocarme y me irrita sentirme tan humano en esta situación-tu destino es ser mi reina.

Cuando no siento una presencia cerca, tomo la cara de Lilith con cuidado y dejo que el dolor en mi pecho se extienda como quiere. Con cuidado tomo su cuerpo para acercarlo a mi pecho descubierto.

*Estás muy helada-susurro sin pensar-luego te enfermaras y te sentirás mal, comenzarás a llorar y sabes que eso me irrita.

Tomo una de sus manos para intentar darle calor, mi cuerpo como siempre esta hirviendo, así que, la presiono un poco más contra mi, pero sus manos no sostienen la mía y ella no se acurruca contra mi buscando calor como muchas noches lo hizo.

*Odio que llores-susurro de nuevo sin poder pensar en otra cosa que darle algo de calor.

Ella se fue.

Grita una voz en mi cabeza pero yo niego con fuerza.

Ya no va a llorar más.

Está pálida, en sus mejillas no hay color, la sangre dejó de correr por ellas prohibiéndole volver a sonrojarse por mis comentarios. Sus labios se mantienen entre abiertos y no puedo evitar mirarlos atentos esperando que ella comience a hablar como cuando duerme...pero nada sucede.

Me dejó atrás.

Debí prepararme, debí anular lo que me recorría por ella desde que comencé a sentirlo. Debí detenerme cuando no podía dejar de verla dormir, cuando sentía la necesidad de que la unión despertara tan fuerte en ella como en mi. Tuve que hacerme cargo cuando dejó de ser sólo lo físico que buscaba de ella, en el momento en que incluso me preocupaba si estaba triste, cómoda o feliz. Tuve que detenerme cuando me estresaba porque no expresaba sus opiniones sólo por la devoción que sentía por ellos.

Libres (Sukuna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora