Capítulo III

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Miguel

Me encuentro entre la espada y la pared, entre lo que debo hacer y lo que quiero, las opciones se empiezan a acabar y detesto el peso que mi posición tiene.

El dios del inframundo no lo entiende ya que para él es fácil no seguir las reglas, está en su naturaleza, pero para mí es muy distinto ya que la última vez que fui en contra de ellas cometí un error tan grande por el que mi hija está pagando.

—Hermano ¿Estás seguro de esto? – Rafael se acerca con el rostro serio y sé que piensa igual que Hades por más que intente ocultarlo.

Hela también lo cambio, queda poco del arcángel riguroso e inquebrantable.

—¡Son las ordenes de padre, no puedo ignorarlas! – busco que de alguna forma me entienda, no lo hago porque quiero, lo hago porque comandante o no, sigo siendo un soldado de dios.

No me gusta para nada la idea de volver al olimpo y muchos menos ver al dios de la guerra como si no estuviera detrás de la desaparición de mi hija, pero tengo que hacerlo.

La paz tiene que volver a reinar en los reinos.

Asiente mientras se queda a mi lado, las tropas se están preparando para abandonar el inframundo tal como Hades me lo pidió.

Es terco, explosivo y no usa el cerebro a la hora de actuar, esa es una de sus principales desventajas.

—Miguel – el llamado de Afrodita me hace girar, viene caminando apresurada.

Mi hermano se disculpa cuando la diosa llega a mi lado y se va dejándonos solos.

La detallo como todas las veces que estoy ante su presencia deleitándome con su belleza.

—¿Qué necesitas Afrodita? – pregunto, aunque ya me imagino lo que va a decirme.

—¿De verdad vas a volver con los acuerdos como si nada hubiese pasado? Él lastimo a nuestra hija – el dolor de sus palabras me hace sentir peor de lo que ya me sentía.

—Como le dije a Hades, no tengo otra alternativa, me dieron una orden y tengo que cumplirla – me aferro a la orden sin dejar que las emociones me ganen.

No puedo volver a fallarle a dios.

—¡Ya estamos listos! – Uriel se nos interrumpe, viene junto con Gabriel y agradezco que lleguen.

—Lo siento Afrodita debo irme – beso su mejilla por impulso ganándome una mirada de mis hermanos.

No la dejo decirme nada más y me aparto de su lado, nos encaminamos a las puertas rojas en donde nos están esperando Anubis, el sabueso y el hijo de Apolo quien no se le despega al heraldo desde hace días.

Ecresio es el único que sonríe en este lugar y admiro lo inocente de su alma, lástima que esta por cometer un gran error.

—Voy a tratar de hablar con Hades – dice el sabueso abriéndome paso a lo que asiento y dejo el inframundo volviendo al cielo junto con mis hombres.

La otra mitad de las tropas nos reciben alegres y me encamino a buscar a dios, necesito saber las nuevas reglas bajo las cuales se van a regir los acuerdos.

No me sorprende el verlo esperándome, la forma en la cual me mira me hace dar cuenta de que no esta nada contento con mi forma de actuar.

Me paro a su lado y lo escucho atentamente acatando cada una de sus peticiones. 

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