Capítulo XXVI

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Inframundo

Narra Ecresio

La paz y tranquilidad que había conseguido este último tiempo se vino abajo en un abrir y cerrar de ojos. Me arrepiento de haber vuelto al campamento y de haberlo cruzado.

Adrish había conseguido borrar casi todas mis inseguridades y darme la felicidad que por un largo tiempo vi lejana y el dios rubio delante de mí había arruinado todo nuevamente.

Odiaba la facilidad con la que se metía en mi vida.

—¿Por qué carajos tuviste que venir? ¿Por qué siempre arruinas todo en mi vida? intento sonar entero, pero en realidad la culpa me está carcomiendo.

Que Adrish se haya ido sin siquiera dejarme explicarle las cosas me estaba matando por dentro, lo menos que quería era lastimarlo con mi actitud, por eso me aleje cuando llegue.

Pero arruine todo de nuevo, la culpa me ganaba porque fue mi error, por actuar como actúe.

—¡Solo necesitaba ver que estabas bien! ¡Solo quiero que me dejes hablar con vos! me recrimina y lo miro sin poder llegar a comprenderlo.

¿Por qué ahora?

¿Cuánto daño más pretendía causarme?

—¿A qué aldea fue Adrish? Dígame por favor – le ruego desesperado al dios del inframundo quien solo me mira como si le preguntase una boludes.

Lo único que quiero hacer en estos momentos es correr a buscarlo, intentar explicarle las cosas.

Hades solo me mira, en el fondo sé que no me va a decir nada, sé que jamás lo traicionaría, pero no pierdo nada con intentarlo.

Rae y Hana se mantienen callados sin entender nada de lo que está pasando, solo miran como si analizar cada palabra, cada movimiento.

—¿Aldea? – la voz de la reina del inframundo me hace girar. —¿Por qué el sabueso fue a una aldea? – cuestiona, pero nadie le responde.

No sé en qué momento llego, ni desde cuando está escuchando, pero la mirada de Hades se transforma, puedo jurar que sus ojos se tornan turbios y que nada bueno saldrá de eso.

Trago grueso ante lo tenso del ambiente.

—Diosa, que placer verla – la saluda el rubio rompiendo el silencio, mientras que los demás hacen una casta reverencia. —¿Podemos hablar Ecresio? – pide en mi dirección.

La diosa reina del Inframundo pasa por nuestro lado, restándole importancia a lo trivial de la situación, no sin antes comerle la boca al dios quien le corresponde sin ganas.

—¿Por qué sigues aquí? Vete maldita sea espeto y es Rae quien interviene tomando al dios por los hombros y alejándolo de mí vista.

Ambos comienzan a discutir y me alejo al mismo tiempo que lo hace Hades, solo que tomamos caminos separados.

Los ojos me pican y el pecho me arde ante el llanto que me envuelve al percatarme de que acabo de arruinar todo con él.

Adrish se había vuelto mi persona especial, me había dado todo y yo solo lo lastime.

No tengo ganas de hablar con nadie, solo me encamino a nuestro lugar deseando dos cosas: que vuelva y estar en los brazos de Hela, la ida al lago había removido todo en mi interior.

—¿Estas bien? llevo la mano al pecho cuando un remolino de fuego se forma a mi alrededor.

Con la mano libre me froto los ojos ya que lo que tenía enfrente no era común. Anubis me miraba con un atisbó de preocupación.

Niego.

—El sabueso va a volver dice sin apartarme la mirada.

—¿Cómo estás seguro de eso?

—Porque jamás vi que le importara algo más allá del inframundo hasta que llegaste a su vida.

Sus palabras me sorprenden y vuelvo a frotarme los ojos sin poder creer que sea verdad, no es normal que se comporte de esta manera, siempre es distante.

—¡Gracias Anubis!le agradezco ya que sus palabras encendieron una chispa de ilusión en mí.

No dice nada más, solo vuelve a irse, la manera en que el fuego lo consume me fascina.

Vuelvo a quedarme solo, me siento abrazando mis piernas esperando a que vuelva

Mundo mortal

Narra Adrish

Hablar con Hela sin dudas me había servido para entender las cosas desde otra mirada y tranquilizarme un poco.

La opresión en el pecho no se había ido, solo había podido mermar la ira que eso me causaba.

Aún no tenía ganas de volver al inframundo, ni mucho menos enfrentar al dios berrinchudo por lo que me centre en disfrutar de mi pequeño príncipe.

—Mamá tendrá que entender que pronto necesitaras estar en el inframundo le hablo retomando mi inquietud a lo que el pequeño sonríe.

Desde que nuestras miradas se encontraron por primera vez sentí que comprendía cada palabra que le decía.

—¿A qué el abuelo es un genio? vuelvo a hablarle mientras nos encamino a la casa. Hela me había mandado por unas verduras por lo que aproveche a sacarlo a que tome un poco de aire.

—¡Extraño al tío Ecresio! – confieso más para mí mismo que para él, me clava los ojos negros y paro en seco cuando no puedo apartar la mirada de ellos.

Después de uno segundos que parecen horas sigo caminado perdiéndome en mis pensamientos.

De verdad lo extrañaba, últimamente se había vuelto alguien indispensable, deseaba verlo todo el tiempo, escuchar su risa y que su voz se adentre hasta lo más profundo de mí ser.

—¿Todo bien con el paseo? me pregunta su madre cuando llegamos.

Asiento mientras se lo paso para que lo cambie.

—¿Vas a acompañarnos a cenar? – el arcángel se para a mí lado.

—Si no es molestia, no tengo ganas de volver todavía.

Hela me mira de mala manera a lo que solo le regalo una falsa sonrisa.

—¡Oh, claro que no! Mis hermanos están por llegar.

Tal afirmación no me sorprende en lo más mínimo, por el contrario, ya se habían tardado en bajar.

Los arcángeles fueron los primeros en moverse en la búsqueda de Hela, es entendible que quieran verla.

Vuelvo a tomar al pequeño cuando su madre me lo pasa y me obligo solo en pensar en él y disfrutar del momento, siempre donde está la diosa hay algo que hace mucho tiempo no se siente en el inframundo.

Hay contención, hay amor.

Hay un hogar, hay una familia.

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