Mundo mortal
Hela
No puedo contener el cumulo de emociones que me genera el volver a tener en frente al dios del inframundo, sigue tan hermoso como la última vez que lo vi, a pesar de ver cansancio en sus ojos no deja de verse peligroso y poderoso.
Sus ojos me dan a entender que están en la misma situación que yo.
Adrish se disculpa y sale de la casa dejándonos solos, no hacía falta adivinar a donde iba a ir, era claro que iría por Zagreo.
—¡Mi pequeña diosa! – ignoro lo mucho que amo y extrañaba ese apodo y me alejo cuando camina hacia mí.
—¡No te me acerques! – no puedo contener el llanto como tampoco siento poder soportar el peso de sus manos en mi cuerpo.
Me alejo lo que más puedo de él ya que no quiero que vea lo que el dios de la guerra hizo conmigo. Me siento demasiado insegura de mi misma.
Mi cuerpo no es el mismo y no solo por los cambios que el embarazo me dejo, sino que por los golpes y las quemaduras.
Aunque las heridas que dejo en mi alma duelen más.
—¡No me alejes pequeña diosa! No sabes cuanto te he buscado, cuanto he deseado tenerte nuevamente a mi lado.
Sus palabras son una caricia al alma por más que sepa que son mentiras, hay muchas cosas que no olvido como ella, por ejemplo.
La parte no racional de mi cabeza se niega a obedecerme queriendo una sola cosa y es el amor que el dios del inframundo siempre dijo tenerme.
Ese amor tan apasionado que me hizo replantearme toda la existencia y ser feliz por primera vez.
—Él me lastimo – suelto buscando sus ojos, aquellos que aun en mi estado me detallan como lo más hermoso del mundo.
—Lo sé y juro que va a pagar todo lo que hizo – afirma y sus palabras de alguna forma me reconfortan.
Lo dejo acercarse, no quiero huirle porque lo necesito a pesar de que me remplazo fácilmente.
Sus brazos me encierran atrayéndome a su cuerpo, el calor que desprende me envuelve y cierro los ojos disfrutando de su esquicito olor, me siento en casa.
Me aleja buscando mi rostro y anticipo lo que quiere hacer por lo que ladeo la cara, intenta nuevamente pero no se lo permito, sería muy idiota de mi parte dejarlo besarme después de todo lo que han dicho sobre él y la diosa.
—¿Por qué me huyes? – su voz suena débil, como si mi actitud le doliera.
—¿Para qué me buscas si en el inframundo esta la mujer que elegiste? – no quiero reclamarle, pero me sale solo.
—No sé lo que te dijo Adrish, pero...
—Él no me dijo nada – me molesta el simple hecho de que no reconozca las cosas y busque culpables. —Jamás te traicionaría por más que pienses que sí.
Se calla y solo me mira, sé que esperaba que salga corriendo a sus brazos y por más que quiero hacerlo, no voy a dejar que vuelva a jugar conmigo.
Es ella o soy yo, pero las dos jamás.
—Ella no – se traba con sus propias palabras. —Hablemos por favor, déjame explicarte como son las cosas.
Asiento y le señalo la alfombra en el piso, aun me siento cansada y casi no soporto estar de pie, se sienta a lo indio y no puedo contener la risa por lo bizarro de la situación.
—¡Me gusta que sonrías! – afirma y no puedo estar más de acuerdo, a mí también me gusta hacerlo.
—Han pasado muchas cosas estos últimos meses – comienzo a hablar intentando buscar la forma de decirle de Zagreo.
—Lo sé, hay mucho que tengo que decirte como que tus amigos están bien, los tres están en inframundo
—¿Qué mis amigos qué? – no puedo evitar sorprenderme, lo puedo creer de Rae o hasta de Ecresio, pero de Hana eso sí que no.
—El hijo de Eros y el dios que no se calla nunca viven en el inframundo, la diosa novia del hijo de Eros llego recientemente.
Intento procesar lo que dice y nada me alegra más que ellos estén bien.
—Mi hermano... Ercles él ¿está muerto? – pregunto.
—Ares lo mato – suelta y no contengo el llanto, por más que el dios de la guerra me lo haya dicho no quise creerle, seguía con la ilusión de que sea otra mentira.
—¿Y papá?
—El arcángel está bien, volvió al cielo junto con los demás celestiales.
Me alegraba mucho que papá también estuviera bien.
—¿Qué te hizo pequeña diosa? ¿Por qué tus ojos ya no brillan? – pregunta y clavo la mirada en el piso negándome a mirarlo, es más fácil así.
—La primera vez que lo vi en el campamento sentí su odio – comienzo. —Pero nunca me imaginé, que iba a tener que vivirlo. Esa semana que me tuvo en esa cueva no solo me golpeo cuantas veces quiso, sino que me torturo mentalmente con Rae, lo peor que mi hizo fue que me dio carne en mal estado y después de comerla dijo que era mi amigo. Estaba débil y el cuerpo no me respondía por lo que no podía defenderme.
—¡Voy a matarlo! – sentencia y sé que no miente al notar el peculiar color de sus ojos.
Rojos
—Ercles murió por mi culpa, fue él quien me saco de ese lugar y quien me trajo a una aldea muy cerca de aquí. Estuve bien por unos meses hasta que volvió a encontrarme y...
—No sigas pequeña diosa, no hace falta – toma mi mano depositando un beso, necesito hablar con alguien ya que ni al sabueso le conté como fueran las cosas.
—Cuando me encontró lo único que quería era proteger algo – me tiembla la barbilla. —Le roge que no me lastimara, pero aun así lo hizo, no solo me golpeo, sino que también me quemo.
Levanto la remera mostrándole las marcas que tanto asco me dan, las yemas de sus dedos acarician la piel mal cicatrizada y de la nada se acerca depositando besos en ella.
—Nada cambia el hecho de que sos la diosa más hermosa de la existencia.
Cuanto quisiera creerle.
—Logré escapar de él y ahí fue donde me encontré con Adrish, él no te traiciono solo nos protegía.
—¿Nos? – alza mi mentón buscando mis ojos y no puedo desviarle la mirada.
No he escuchado sus explicaciones y no sé si las quiero escuchar, el egoísmo vuelve a acorralarme y solo lo quiero para mí y para nuestro hijo.
—¡Espérame aquí! – le pido levantándome.
—¿A dónde vas? – imita mi acción.
—Solo espera.
Me dirijo hacia lo de Carmen en donde me encuentro con la imagen más tierna del mundo, el sabueso cantándole una canción de cuna al bebe.
—Oh niña ¿Esta todo bien? – la mujer nota mi presencia y el sabueso se para rápidamente.
—Creo que es hora de conocer a papá pequeño príncipe – le habla a lo que él bebe se queja abriendo los ojos.
Como si entendiera.
Lo tomo y vuelvo a donde me está esperando el dios del inframundo. Sus ojos se abren enormemente intercalando miradas entre el pequeño bulto y yo.
No se acerca, no se mueve, no habla, solo nos detalla mientras sus ojos oscuros comienzan a inundarse de lágrimas.
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Zagreo
FantasyLa guerra dejo solo caos y destrucción. Los años habían pasado y la hija del arcángel seguía desaparecida mientras que el dios del Inframundo movía cielo y tierra para encontrar a su amada. La luna roja marco un ante y un después, una profecía, amor...