Capítulo XXXII

253 32 5
                                    

Mundo mortal

Narra Hela

La dicha me duro muy poco, la discusión con el dios del inframundo me quito las ganas de todo, sumergiéndome en la tristeza nuevamente.

Por más que desee seguir acostada, el llanto de Zagreo me hace levantar rápido cuando me reclama atención y me recrimino el no haber pegado un ojo en toda la noche.

Estoy muy cansada, y no si es por la falta de sueño o por el rumbo de mi vida

La sola idea de pensar en sus palabras me llena los ojos de lágrimas, cómo se atreve a eso, cómo pretende que ocupe el lugar de quien mato a una de mis personas favoritas.

La imagen de Liam se cuela en mi pecho y sonrió nostálgicamente haciéndome a la idea de que hubiese sido un gran tío, al igual que Ecresio, Rae y Hana.

El hecho de estar escondida y aislada comienza a parecerme absurdo cuando la rabia me surge, no es justo tener que estar lejos de todos los que quiero.

Pero, siendo sincera conmigo misma, lo que más me dolió fueron las últimas palabras que soltó, cómo puede decir que se llevara a mi hijo, el solo imaginarme lejos de mi pequeño me enloquece.

Jamás le permitiría que lo aparte de mí lado, para él es fácil ya que no trascurrió los últimos meses siendo torturado, soportando golpes e insultos.

La puerta suena por el golpeteo que ejercen en la madera y me apresuro a llegar a ella con la ilusión de que se el dios del inframundo, mis expectativas se bajan al percatarme de que es el sabueso.

—Disimula aunque se un poco que no querías verme – me molesta mientras va por el pequeño príncipe a quien toma en brazos acurrucándolo.

—¡Lo siento, pensé que eras Hades!me disculpo cerrando la puerta, no sé qué decir por lo que solo me quedo detallándolos.

Se que sabe todo y su pregunta me lo confirma...

—¿Qué paso entre ustedes? – indaga mientras se me acerca a darme un beso. —Hades llego con un humor de perros que ni él se aguanta.

—Tuvimos una pelea respondo desganada. No quiero hablar y agradezco que lo entienda.

Me mira de arriba abajo detallándome de forma condescendiente y sé que debo ser un desastre, toda desaliñada.

—¡Ponte algo decente y salgamos! – demanda mientras apronta el moisés del bebe y al bebe.

—¡Vallan ustedes! – le digo y me clava una mirada cargada de recelo.

Prácticamente me obliga a que me cambie y se jacta con la excusa de que el pequeño príncipe necesita un poco de aire.

No tengo ganas de discutir por lo que accedo ya que siento que salir me hará olvidar la discusión con su rey.

Caminamos por las pequeñas calles hablando de cosas triviales, hasta que su imagen se hace presente desgarrándonos el corazón.

No puedo creer lo que mis ojos captan y me tapo la boca ahogando el sollozo que me surge.

Narra Adrish

A lo largo de mi existencia he visto y vivido la maldad en carne propia, he presenciado situaciones que te hacen replantearte si de verdad hay algo mal con el mundo.

Situaciones como la que estamos viendo en estos momentos, en donde la pequeña criatura de no más de un año llora desesperadamente, seguramente preso del hambre.

¿Cómo alguien se atreve a tal bajeza?

Nuestras miradas se encuentran y es ella quien rompe el hielo del cruel momento —¿Un niño humano?

—Es un semi dios le respondo al captar la pequeña aura que emana el pequeño delante nuestro.

A pesar de estar sucio y en evidente desnutrición, es un ser sumamente hermoso, tiene el pelo castaño claro y unos ojos avellanas preciosos, los cuales nos miran dudosos.

Hela solo me mira mientras me pasa a Zagreo y se apresura a acercarse al niño quien como puede se mueve hacia atrás asustado.

—Tranquilo cariño no voy a lastimarte – le habla conteniendo el llanto, el miedo que tiene es evidente y lo trasmite con todo su cuerpo.

—¿Qué hacemos? ¡No podemos dejarlo acá! – sentencio y la mirada que me dedica la diosa me hace sentir un tonto.

—¡Claro que no vamos a dejarlo acá, lo llevaremos con nosotros! – me explica y le explica al pobre niño, quien no tiene noción de nada.

El pequeño le extienda los brazos estremeciéndome el corazón y Hela lo carga como si fuese lo más precioso del mundo.

Y sé que lo es, aunque le haya tocado un destino tan desdichado.

Caminamos en silencio mientras ella se aferra al pequeño quien presiento que es la primera vez que siente el calor humano.

Retomo las palabras que siempre dice Hades y le doy la razón cuando alega que los dioses son los seres más ruines de la existencia, la peor peste que le pudo pasar a los cuatros reinos.

—Voy a prepararle algo de comer – dice ni bien entramos a la casa.

Asiento mientras dejo a Zagreo a su lado, apresurándome a encender el hogar para calentar el ambiente. Me pongo a su altura tomando una manta la cual le enseño e intento explicarle que es para cubrirlo.

Parece que me entiende cuando se deja envolver sin llorar, mi mirada se detiene en sus ojos detallándolo y la necesidad de protegerlo me surge mandando compresiones a mi pecho torácico.

—Yo le doy – digo cuando la diosa se acerca con el biberón y me lo pasa sin alegar nada.

Se devora el líquido gustoso, el hambre que tenía era evidente, y que gatee hasta donde estoy para aferrarse a mi cuerpo me sorprende.

—Le agradas – dice Hela sonriéndome y no puedo ocultar la sonrisa que eso me genera.

—¿Eso crees? – pregunto emocionado ya que siempre estuvo en mí el sueño de ser padre.

—Claro que sí, hasta se quedó dormido.

Una idea loca me atraviesa la mente. — ¿Y si lo llevo conmigo? Al inframundo, no podemos dejarlo tirado y vos ya tenes demasiado con Zagreo.

Me mira como si estuviera loco, y sé que quizás sea algo apresurado, pero hay algo dentro de mí que me exige mantenerlo a mí lado.

—¿Estás seguro de poder con un niño?pregunta dudosa.

—Voy a poder, confía en mí – le pido. —No tiene a nadie, lo abandonaron, está solo.

Se por su forma de mirarme que no está segura de mis palabras, pero este de acuerdo o no, no me siento capaz de separarme de él...

—Hela yo...

—En ese caso deberíamos darle un nombre, no creo que tenga uno – dice interrumpiéndome y muevo la cabeza a modo de afirmación dichoso por sus palabras.

Lo detallo por unos segundos, esta plácidamente dormido y su ser no emana otra cosa que no sea luz, paz y serenidad

—Gaheb – el nombre me sale por sí solo y que la diosa sonria me da a entender que le gusto.

—¿Qué te parece Gaheb hijo? – le pregunta al pequeño príncipe quien se mantuvo atento a cada una de nuestras palabras y el hecho de que sonria nos da a entender que también le gusto.

La noche cae por lo que decido quedarme a pasar la noche, los pequeños se duermen juntos y salgo al patio encontrándome a la diosa con la vista fija en las estrellas.

—Todo estará bien – digo tomando lugar a su lado y evocando los recuerdos de aquella vez que entre a su mente.

—¿Cómo puedes estar seguro de eso? – dice un hilo de vos recostándose en mi hombro.

—Confía en mí diosa, confía en mí - nadie más que yo sé lo que le espera en su futuro.

ZagreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora