Capítulo XXXVIII

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Meses después

Olimpo

Narra Perséfone

El aire se me corta cuando el dolor aparece y se intensifica, hago oídos sordos a la diosa que esta entre mis piernas y me centro en la mano que se aferra a la mía.

Aunque se lo agradezco, lo único que mi mente desea es ver al dios del inframundo a mí lado.

Cosa imposible, ya que, mientras yo me esfuerzo por traer a nuestro hijo al mundo, él juega a la familia feliz con la hija de Miguel.

—¿Por qué mierda le duele tanto? grita el dios de la guerra asustando a la diosa, quien no deja de meter telas intentando contener la sangre.

No debería estar sangrando de esta manera, muchos menos tener semejante dolor, para las diosas traer un hijo al mundo, es tarea fácil.

Intento respirar mientras me aferro a la idea de que todo va a salir bien, no puedo volver a perder a otro hijo, no podría soportarlo.

—Es normal señor le responde titubeando sin apartar la mirada de mí interior. —Puje al sentir el dolor mi señora, ya falta poco.

Hago caso a sus palabras y después de largos minutos de dolor y sufrimiento, el corazón se me acelera con el llanto que invade cada centímetro de la blanca y pulcra habitación.

—Muchas felicidades, es un varón, un dios preciosoalega la diosa mientras lo limpia y envuelve en tela.

El dios de la guerra me suelta y me dedica un gesto parecido a una sonrisa. Se apresura a quitárselo a la diosa y lo carga en brazos, brindándole la primera sensación de calor.

Que lo tome con sumo cuidado me hace feliz y por un momento me siento llena y segura.

—¿Puedo nombrarlo?pide y asiento, ya que es la costumbre.

Lo detalla por varios segundos sin dejar de sonreír —Seth, su nombre es Seth – dice depositándolo en mis brazos.

Mis ojos lo detallan, es tan pequeño y hermoso.

Ahogo el grito que me surge cuando Ares saca su espada y atraviesa el cuerpo de la diosa sin piedad, la cual expande los ojos cuando el filo le quita la vida.

La sangre comienza a ensuciar el piso y me aferro a mi hijo cuando el miedo me surge.

—¿Po... por qué hiciste eso?

—No necesitamos testigos, nadie puede saberlosuelta restándole importancia, mientras quita el arma y llama a Artemis, quien llega enseguida.

—¿Qué necesitas? pregunta el dios, como si el cuerpo ensangrentado no fuese motivo suficiente.

—Encárgate – ordena señalando el cuerpo que se llevan en minutos.

El silencio se apodera del lugar y no me atrevo a levantar la mirada del bebe. La seguridad se me esfuma, detesto que haga este tipo de cosas, más aún, en un momento tan perfecto.

—¿Estas bien? ¿Necesitas algo? pregunta en mi dirección y no sé qué responderle, ya que su actitud es algo que me sorprende.

Con las demás personas, es un ser frio, distante y no le importa mostrar su lado más despiadado. Conmigo, en cambio, hay momentos en lo que parece intentar ser considerado.

—Solo estoy cansadarespondo al fin. Los ojos me pesan, no siento dolor ni nada parecido, solo dicha porque al fin tengo a mi niño en brazos.

—Llama si quieres que me ocupe de éldice antes de irse.

En las próximas horas no hago nada más que verlo y grabarme cada una de sus facciones. Lo alimento cuando me lo pide y le repito una y otra vez cuanto lo amo y deseaba.

El dios de la guerra vuelve cada tanto y qué invente una excusa distinta en cada ocasión vuelve a acelerarme el corazón.

—Quisiera darme un baño, pero no quiero dejarlo solo hablo sin mirarlo cuando viene y se queda más de la cuenta.

Por el peso en mis pies, puedo presentir que esta sentado en el borde de la cama.

—Ve, yo lo miro dice. No confió en sus palabras, pero por el momento no tengo a nadie más que a él.

Intento ser rápida, aunque el agua tibia me hace relajar más de la cuenta, se siente exquisita y es que traer un hijo al mundo no es tan fácil como nos dicen, más aún si es hijo de la mismísima oscuridad.

Vuelvo a la habitación mucho más relajada y fresca. Seth sigue en su cuna bajo la atenta mirada del dios de la guerra.

—¡Gracias!

—No es nada.

—Se que si lo es me apuro a decir. —Se que no te gustan los bebes.

Me mira ofendido, como si lo acabase de acusar de alguna locura.

—¿Vas a dejar el olimpo? - suelta cambiando de tema.

—¿Por qué razón me iría? – me hago la tonta, entiendo a lo que se refiere.

No dice nada, aunque es demasiado obvio, todo se resume en tres personas.

Hades.

La hija del arcángel.

Y el hijo que tanto se esfuerzan por esconder.

Sus palabras me hacen pensar en mis próximos pasos, no voy a vivir escondida, Los dioses deben verme fuerte y poderosa, más aún, si quiero que me hijo herede el trono del inframundo.

—No voy a esconderme hablo intentando sonar firme, aunque la voz me tiembla.

—¿Y a él?pregunta mirándolo.

Mantiene sus ojos fijos en el pequeño rostro de mi hijo, contemplándolo con algo similar a la fascinación.

Guardo silencio.

—¡Quiero ayudarte a criarlo!suelta sorprendiéndome.

No deja que alegue, ni responda, solo se va. Me quedo disfrutando de Seth, mientras que la soledad comienza a pesarme.

Deseo que mi hijo tenga algo parecido a una familia, y en estos momentos, el dios de la guerra es todo lo que tenemos.

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