Capítulo XLI

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Inframundo

Narra Hela

La imagen que dábamos no era la mejor.

Ecresio, estaba arrecostado en el hombro del heraldo de la muerte, Anubis. Hana, estaba con su cabeza apoyada en mis piernas y yo, sentada en el suelo aferrada a la pequeña mano de mi hijo.

Si alguien nos preguntaba qué sentíamos, sin duda diríamos alivio. La muerte de Liam ya no estaba impune, su asesino había pagado por eso, pero a un costo demasiado alto para mi gusto.

No sé por qué motivo o como llegamos a las puertas rojas, pero los pocos demonios que salían y entraban nos miraban como diciendo y estos qué.

La imagen de Zagreo quitándole la vida al demonio luego de confesarme que no quería matar a nadie me cortaba la reparación.

Las lágrimas se deslizaban por mi rostro, aunque intentara ocultarlas. Me sentía demasiado culpable, más aún cuando deslizaba su mano libre limpiándolas.

Hades no había hecho nada y ahí estaba el problema. Si las cosas hubieran sido distintas y a quien matasen fuera al sabueso, no dudaría en acabar con el asesino.

Y él dudo.

Y no fue solo eso.

Me detuvo dejando que mi pequeño se manchase las manos.

—¿Estas bien mami? - su dulce voz me hizo mirarlo. Su rostro estaba serio pero sus ojos seguían despertándome las ganas de vivir.

—Si cariño, lamento que hayas tenido que hacer eso - me aferro aún más a su mano.

—Está bien mami, no hay nada en el mundo que no haría por vos.

Sus palabras me remueven todo lo que llevo por dentro.

Un aura distinta y que reconocía a la perfección comenzó a sentirse en el lugar. Un momento después cuatro figuras se materializaron en las puertas rojas.

Papá lideraba la marcha mientras que sus hermanos estaban detrás. Todos tenían sus alas expandidas y la belleza que emanaban era enceguecedora. Las de mí padre eran más grandes que las del resto marcando la diferencia.

Sin decir nada me levante de donde estaba. Sus brazos ya estaban abiertos, esperándome. No hacía falta decirle nada, explicarle nada, papá siempre me entendía.

Sus brazos rodeador mi espalda y sus alas mi cuerpo entero. Era como estar en un caparazón. Bajo una manta de plumas.

Cálido.

Cuando me separé de él, Zagreo ya estaba en brazos de Uriel y mis amigos habían adoptado una posición un poco más respetuosa al igual que el heraldo.

—Podrías avisarle a Hades de nuestra llegada - le pide Rafael.

Anubis desaparece en un remolino de fuego volviendo a aparecer segundos después de la misma manera.

—Pueden seguir, mi rey los espera - le responde volviendo junto a Ecresio.

Es como si presintiera como mi amigo se siente, lo que me sorprende es que el sabueso no esté en su lugar.

—¿Qué sucede? - pregunta papá reparándome.

—Nada - miento. —Solo necesitaba esto.

Vuelvo a sus brazos y agradezco que no pregunte y me reciba. Gabriel propone adelantarse y dejarnos solos pero mi hijo se niega a ir con ellos.

—Ve con ellos cariño, en un rato voy con ustedes - trato de incentivarlo. No quiero que se pase el día viéndome de esta manera.

No es justo para él.

ZagreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora