☪Ares
La satisfacción me recorre el cuerpo ante la imagen que se cuela por mis ojos.
—Todo está listo, señor – comenta Artemis.
Llevo las manos a mi espalda comenzando a caminar hacia el grupo de soldados que arman fila en el campo de mi palacio. Miles y miles de dioses mezclados con demonios aguardan mis órdenes.
Llegó el momento que espere por más de ocho años. Una segunda oportunidad para acabar con el arcángel que se atrevió a tocar lo mío en el pasado.
Una segunda oportunidad para demostrarle a mi hermano lo que pasa cuando me desafían.
—¿Alguien sospecha?
—No. Nadie se espera el ataque – habla Artemis. —Tanto en el inframundo como en el cielo no sospechan nada.
—Tráelo – exijo.
Cómo lo imaginé, las fugas de información eran debido a mi propia gente. Eran debido a Apolo, mejor dicho. Mis sospecha hacia él crecieron con el paso del tiempo y fueron confirmadas al alejarlo de esto.
Me apena porque lo estimaba pero su muerte servirá de ejemplo a futuro.
La mano de la diosa de la primavera se cierra sobre mi brazo y me giro para contemplar su belleza. Mi mano recorre su rostro hasta posarse en su nuca.
Ejerzo presión atrayéndola a mi boca. Besos los labios de mi mujer antes de apartarme para darle fin a la vida del soplón.
Artemis lo tira a mis pies y agradezco que acepte su destino sin exigir la piedad que sabemos no tengo. Tiene el rostro hinchado, lleno de sangre y el cuerpo, repleto de moretones.
—Es una pena – hablo antes de deslizar el filo por su garganta.
La sangre brota a chorros mientras el cuerpo comienza a sacudirse en espasmos violentos dándole fin a la existencia de un dios poderoso pero estúpido.
—¿Cuál es el próximo paso? – indaga Perséfone.
—Que las tropas se muevan en grupos – digo. —Que rodeen las cuatro entradas desde una distancia prudente.
—Nadie sale, nadie entra, todos mueren. – agrega Artemis.
Lo que suelta me genera cierta gracia mezclada por placer.
—¡Nos vemos allí! – nos saluda.
Se va comenzando a dar órdenes y está nueva faceta de ella despierta deseos carnales que he reprimido ya que mi mente se mantiene ocupada con cosas más importantes.
La idea de que la diosa me de un hijo de sangre comienza a palpitar en mi interior y es algo que le voy a proponer cuando todo esto termine.
—Padre – me llama Seth. —¿Iré al inframundo con ustedes?
Su pregunta es ridícula ya que eso es demasiado obvio.
—Iras, claro que irás – respondo. —¿Tienes claro lo que debes hacer?
—¡Lo tengo padre! – afirma.
—Ve a prepararte – le ordeno.
Y cumple.
El pequeño demonio que he criado cumple mis órdenes al pie de la letra replanteándome que es mejor que mis propios hijos. Lo que le toca hacer me inquieta al punto de casi desistir, pero tiene que ser él.
—¿Estás seguro que va a poder? – indaga Artemis.
—¡Lo estoy! – afirmo.
Porque a pesar de todo no tengo dudas sobre él. Al igual que yo, persigue sus propios objetivos, objetivos que se basan en poner a su madre por sobre cualquier cosa.
—Debo partir también – informa. —Llevare la tropa que ingresará por la segunda entrada. Perséfone partió con la de la tercera y cuarta.
—Ve, no quiero fallas.
Los pasos a seguir son claros, cada uno de nosotros somos una pieza clave en el juego y si alguna falla, el plan se va al carajo. Por lo que me encamino a cumplir con lo que me toca antes de partir al inframundo.
La sala donde se reúnen los regentes está vacía con excepción de mi querido hermano, Zeus. El dios del rayo sonríe al verme y le devuelvo el gesto dándole un último abrazo.
—¿Qué haces acá hermano? – habla. —Pensé que pasarías el día con tu familia.
—Lo haré, solo quería tomar algo con vos antes.
Sirvo dos copas de vino mientras los recuerdos de nuestra juventud aparecen, quisiera que exista otra manera, pero no la hay.
Zeus y yo siempre fuimos unidos, al punto de hacer todo junto, como reinar en el olimpo. Jamás me molestó ser su segundo, estaba conforme con el poder que tenía, pero como Hades, el error lo cometió él.
Él me dio la espalda.
Él me persiguió.
Él me marcó.
Dejo que el líquido caigan en su copa antes de pasársela y brindo por nosotros antes de dejarlo morir solo. El cianuro comienza a hacer efecto y doy una última mirada al dios que se retuerce intentando luchar por su vida.
Cierro la puerta.
El primer reino cayó. Ahora soy el máximo regente del olimpo.
El segundo reino, el mundo mortal, me pertenece hace años. Torturarlos someterlos y condenarlos a guerras innecesarias me dio ese derecho.
Y el tercero… el tercero está por caer.
Me encuentro con Seth al final del camino y marchamos junto a la trompa de demonios con dirección a la primer entrada del inframundo, en dónde la diosa de la primavera nos espera.
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Zagreo
FantasíaLa guerra dejo solo caos y destrucción. Los años habían pasado y la hija del arcángel seguía desaparecida mientras que el dios del Inframundo movía cielo y tierra para encontrar a su amada. La luna roja marco un ante y un después, una profecía, amor...