Capítulo XXV

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Inframundo

Narra Adrish

Después del encuentro de Hela con el arcángel pensé que las cosas se tranquilizarían, pero me equivoqué.

La palabra tranquilidad nos había abandonado hace ya un año y alguito.

—¡Ábreme Ecresio! pido, su actitud comenzaba a sobrepasarme. Por más que lo intento no logro entender que es lo que le pasa, aunque tengo mis sospechas.

¿Qué se les cruzo por la cabeza al volver a ese lugar?

Puedo aceptarlo del dios berrinchudo que no me abre y de su amiga, pero del hijo de Eros, eso sí que no.

Su lugar es clave y cualquier mal paso puede ser considerado traición al regente y, por ende, muerte directa.

—¡Quiero estar solo! habla del otro lado de la puerta aumentando mi desespero.

Las ganas de derribarla de una patada me están ganando, pero desisto dándole lo que desea.

No soy para nada un ser violento y eso no va a cambiar ahora. Lo que más me duele es que me aleje, siendo que si fuera yo quien esté en su lugar pondría el grito en el cielo.

—¿Has visto a Perséfone? – la voz de mi regente me hace girar y niego ante su pregunta.

—¡Tampoco es que la tengo muy en la mira! – agrego después de unos segundos. El dios a mí lado se ríe, desde que volvió con Hela está feliz y eso me agrada.

—¿Esta todo bien? – indaga, sé a dónde quiere llegar, pero no tengo ganas de hablar en estos momentos.

Asiento.

—Puedes hablar conmigo sabueso – palmea mi hombro. —Tenle paciencia.

Como si no se la he tenido los últimos meses.

—¿Crees que es conveniente que Zagreo este fuera del inframundo? – pregunto desviando el tema.

No puedo negar que la cuestión me tiene un tanto preocupado, ya que su aura ha cambiado demasiado este último tiempo.

Por más que sea un bebe cada día es más poderoso y eso puede ser una amenaza si no cuenta con la contención y la preparación necesaria.

—¡Claro que no lo es! – espeta. —Pero no puedo quitárselo a su madre, no soy tan desalmado como aparento.

Lo miro incrédulo ya que jamás se me cruzo eso por la mente. —¡Hay otra manera!

—¿Cuál?

—Que tomé el lugar que le corresponde suelto recordando nuevamente lo que vi en aquel entonces.

El rojo de sus ojos, aquel que se cargan aquellos que nacen para gobernar y regir el inframundo.

—¿Y ese sería? pregunta sin seguirme el ritmo.

—¡Hazla tu reina! hablo claro para que entienda.

—Sabes que las cosas no funcionan así – espeta rápidamente. —¿Qué no me estás diciendo?

—¡Averígualo! – es lo último que le digo ganándome una mirada asesina de su parte.

Intenta sacarme más información pero que el hijo de Eros corra como desquiciado hacia nuestra dirección nos calla a ambos.

—¿Qué sucede comandante? le pregunta cuando se detiene. Tiene el rostro pálido y puedo percibir que nada bueno trae consigo.

—¿Dónde está Ecresio? pregunta Hana ignorándonos a todos.

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