Capítulo XXXIII

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Narra Hela

—¿No me vas a contar lo que paso entre ustedes? – indaga Adrish tumbado en el suelo.

El cielo brilla por causa de las estrellas mientras nos brinda un poco de serenidad.

No sé por cuantas horas hemos estado en la misma posición, pero el frio comienza a sentirse, aunque a ninguno de los dos nos importa.

—Ni yo sé que es lo que en realidad paso – respondo un tanto frustrada. —Me pidió que sea su reina, le dije que no, y comenzó a decirme cosas que me dieron a entender que se llevaría a Zagreo.

—¡Hades no sería capaz de separarte del príncipe! – alega muy seguro de cada una de mis palabras.

—Pues yo creo que sí – digo, aunque en el fondo no estoy muy segura de eso. —Voy a ver a los niños y por un poco de té.

No quiero hablar sobre eso, lo que tenga que pasar va a pasar.

Entro a la casa y enciendo el fuego para calentar el agua mientras busco con la mirada a la persona que pone a brillar mi mundo.

Está durmiendo aferrado a la mano del pequeño Gaheb, quien también duerme plácidamente, estoy segura de que serán grandes amigos cuando crezcan.

Preparo dos tazas de té y vuelvo afuera, el sabueso sigue en el mismo lugar y le extiendo la manta antes de sentarme.

—¿Cómo van las cosas con Ecresio? – pregunto tomando un sorbo de la bebida que me calienta el cuerpo.

—Todo marcha muy bien – responde con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Me alegra mucho! Enserio, nadie merece ser más feliz que ustedes.

—¿Los extrañas?

—Demasiado, al fin y al cabo, ellos fueron mi familia por los últimos diecisiete años.

—Si vuelves podrías estar con ellos, verlos nuevamente.

—Lo sé y nada quiero más, pero ¿quién me asegura que el dios de la guerra me dejara tranquila? ¿de qué me serviría dejar de estar aislada acá e ir a aislarme al inframundo?

No es solo volver y ya, es todo lo que eso conlleva. Nos terminamos el té en silencio, lo único que se escucha son los sonidos que generan los animales nocturnos.

Si no fuera por la brisa que se levantó sería una noche perfecta. —¿No tienes frio? – pregunto.

Niega.

—Hay algo de lo que me gustaría hablarte – dice dudoso y lo miro dándole a entender que puede decirme lo que quiera. —Como sabueso infernal me gustaría que el príncipe conociera el inframundo.

—¿Quieres llevar a Zagreo al inframundo?

—Si, obvio que, por un rato.

—¿Cuándo?

—Tendría que hablarlo con Hades, pero lo ideal sería pronto, ya va a cumplir un año y ni siquiera ha pisado el lugar al cual pertenece.

—¿Y eso es malo? pregunto, aunque la respuesta sea obvia.

—Para alguien como él sí, lo es, es como si le quitaran el trono del inframundo a Hades o el olimpo a Zeus, nacieron y fueron creados para eso, lo demás son juegos del destino.

Guardo silencio procesando sus palabras, sé que tiene razón y no me molesta que lo lleve, solo tengo miedo de que no vuelva.

—Está bien, cuando quieras llevarlo avísame y lo preparo.

ZagreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora