Parte I
Ocho años después
Narra Hela
Mentiría si digiera que los años no pasaron rápidamente, porque lo hicieron. Y con ellos, vinieron cosas demasiado buenas.
Luego de la visita de Zagreo al inframundo las cosas parecieron tomar otro rumbo, uno mejor, uno mucho más tranquilo.
El equilibrio reino en los cuatro reinos y los seres que habitaban cada uno de ellos, disfrutaron del bienestar y la tranquilidad, incluyéndome.
No hubo más guerra, ni más muerte. Solo unión.
Me mantuve todos estos años alejada, viviendo en la aldea y disfrutando de mi familia junto al dios del inframundo, quien, aunque no estaba totalmente de acuerdo, aceptaba mi elección.
Nuestro hijo iba y venía del inframundo siempre que lo deseaba y podía asegurar que era muy feliz de esa manera.
Zagreo asistía hace ya dos años a la pequeña escuela junto al pequeño Gaheb, quien venia todos los días junto al sabueso.
Admiraba la conexión que ambos tenían, odiaban estar alejados y rara vez peleaban, por el contrario, siempre se defendían. Sabía que mi hijo había encontrado en ese pequeño lo mismo que yo en mis amigos y eso era bueno ya que significaba que jamás estaría solo.
La tarde había caído en la aldea como todos los días. Hacía mucho calor y el sol brillaba en lo más alto del cielo.
—¿Qué sucede cariño? – pregunto en dirección al pequeño ser que camina aferrado de mi mano.
Desde que lo pase a buscar por la escuela se ha mantenido callado, lo que es raro en él ya que disfruta hablarme de lo que sea.
Una parte de mí se lo atribuía a que Gaheb no había asistido hoy, pero otra y la cual siempre tenía la razón, sabía que algo le pasaba a mi pequeño.
—No es nada mami – responde sin dejar de caminar. La voz le sale casi como un susurro logrando que me preocupe.
Decido quedarme en silencio hasta llegar a la casa, no quiero presionarlo delante de la gente, quienes, siendo honestos, no nos quitan la mirada de encima.
Silvia nos intercepta en el camino, dándole la canasta con galletas que preparo especialmente para él, la recibe y solo murmura un gracias antes de entrar por la puerta.
Me quedo mirando fijo por donde entro, sintiéndome una madre terrible por no saber que le pasa.
—¿Esta todo bien niña? – indaga la anciana.
—Creo que tuvo un mal día, iré a hablar con él, gracias por las galletas Sil - me despido de ella con un beso.
Entro y Zagreo está sentado frente a la chimenea con los ojos cerrados. Me acerco despacio y puedo sentir como su respiración es irregular.
—¿Cariño? – lo llamo.
Me ignora.
—Zagreo ¿qué tienes mi amor? – me siento frente a él. Los ojos me pican cuando abre los suyos y el dolor llega cuando comprendo que es lo que le pasa.
—Los odio mamá, odio el color de mis ojos, quisiera quitármelos – habla entregándose al llanto. Lo atraigo rápidamente hacía mí, envolviéndolo con los brazos.
Las burlas por su peculiar color no han parado desde que empezó la escuela y es que los adultos entienden las diferencias entre los seres que habitan los mundos y lo aceptan, pero los niños son crueles, demasiado para un ser tan amoroso como él.

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Zagreo
FantasíaLa guerra dejo solo caos y destrucción. Los años habían pasado y la hija del arcángel seguía desaparecida mientras que el dios del Inframundo movía cielo y tierra para encontrar a su amada. La luna roja marco un ante y un después, una profecía, amor...