Narra Hades
La escucho cuando se acuesta a nuestro lado, nos da la espalda mientras se aferrar a las telas y por más que quiera hablarle me abstengo de hacerlo, no quiero que mis palabras vuelvan a causarle algún dolor.
Se que soy un idiota por gritarle y tratarla de esa manera, pero el impulso me gano y jamás pensé que reaccionaria así.
El odio y la rabia corren por mi torrente sanguino al percatarme que mi hermano la destruyo, que no queda nada de la pequeña diosa de hace meses y que, muy a mi pesar, nuestro hijo es lo único que le da luz.
Sus zafiros solo brillan cuando lo miran a él.
Me niego a volver al inframundo y dejarla de esta manera, me importa muy poco si todo se va al carajo.
Uso la conexión con el sabueso para avisarle que voy a tardar omitiendo lo que paso.
No lo quiero rondando por acá y metiéndose en nuestros problemas.
La contemplo en silencio, el sol se cuela por la pequeñas ventanas aumentando el brillo de su rojizo cabello, el cual le cubre parte de la cara.
Los temblores por el llanto pasaron haciéndome notar que está más tranquila, levanto mi brazo con intenciones de abrazarla, pero me detengo a medio camino cuando se gira de repente.
Zagreo está en el medio plácidamente dormido mientras que ella intercala miradas entre ambos. No quiero hablar, sigo sin saber qué decirle.
—Le gustan mucho los animales – habla con la voz áspera mientras frota su pulgar en la mano del bebe.
—¿Enserio?
Asiente clavándome los zafiros.
—Cuando estábamos comprando iba riéndose por los sonidos de los pájaros y de las vacas de la aldea.
Reafirmo que hablar de nuestro hijo la hace feliz cuando sus ojos comienzan a brillar.
—Yo de verdad lo lamento – le digo mientras le aparto un mechón de pelo de la cara.
—No te preocupes, no debí actuar de esa manera – responde suspirando pesadamente.
Odio que crea que es su culpa o que intente justificarme, se la ve cansada y no justamente por la maternidad.—He estado trabajando con tu papá todo este tiempo – intento cambiar el tema, no quiero ponerla más incomoda. —¿Te gustaría que sepa de ustedes?
Se queda callada mirando el techo, asumo que está pensando, es un riesgo más el que alguien sepa de ellos, no porque el arcángel no sea de fiar, sino porque no se sabe quién puede traicionarte.
—Me gustaría que Zagreo conociera a su abuelo – suelta y lo tomo como un sí, sabía que no iba a poder negarse, el amor que siente por su padre es enorme.
Y quizás, de alguna extraña forma, su presencia la ayude a salir del pozo en el cual esta. Ahora tendría que buscar la forma de contarle la verdad a Miguel y que no pierda la razón en el proceso.
—¿Tienes hambre? – pregunto cuando escucho el ruido que viene de su panza, no puedo evitar reírme cuando el rubor le tiñe las mejillas.
—Un poco, para eso era la fruta – dice señalando las manzanas, frutillas y plátanos en el piso.
Me levanto sin decir nada y junto las cosas que estaban caídas, busco entre los viejos muebles algo decente y sonrió cuando encuentro arroz.
No puede vivir solo ha fruta, con razón está mucho más flaca. No me lleva mucho tiempo hervir el arroz y saltear algunas verduras por lo que en media hora ya estamos comiendo.
Me gusta demasiado compartir con ella estos pequeños momentos en donde me permito olvidar quien soy y solo centrarme en amar a la diosa que tengo enfrente.
—No tendría que ser yo quien te lo cuente – hablo captando su atención. —Pero tu amigo está saliendo con Adrish.
Me apresuro a pasarle un vaso con agua cuando comienza a toser por haberse ahogado con arroz.
—¿Qué mi amigo qué? – pregunta incrédula cuando vuelve en sí.
—Sale con mi sabueso, no se le despega ni un segundo, parece un chicle.
—¿Ecresio? ¿Es gay? – su pregunta me hace levantar una ceja, no puede ser que no sepa eso de su propio amigo.
—Si, ese mismo – me encojo de hombros. —Aunque para mí es el dios que no deja de hablar nunca.
—¡Voy a matar a ese desgraciado por no decirme nada! – exclama media enojada, su frente se arruga cuando entre cierra los ojos y no puedo evitar plantarle un pico.
La jalo del brazo cuando cierra los ojos atrayéndola a mi regazo, apoyo mi cabeza en su hombro mientras nos fundimos en un abrazo que nos reconforta a ambos.
—Te amo mucho – susurro en su oído, quiero que siempre lo tenga presente.
Nos quedamos así, uno pegado al otro hasta que nuestro hijo se despierta con evidente hambre, las horas pasan dentro de la pequeña casa y nada me llena más que ellos.
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Zagreo
FantasyLa guerra dejo solo caos y destrucción. Los años habían pasado y la hija del arcángel seguía desaparecida mientras que el dios del Inframundo movía cielo y tierra para encontrar a su amada. La luna roja marco un ante y un después, una profecía, amor...