Inframundo
Hades
Habíamos fallado otra vez, estaba consciente de eso, volver al inframundo con las manos vacías me frustraba demasiado.
No iba a dejar de buscarla por nada en el mundo ya que ella estaba viva, podía sentirlo, pero las cosas iban a cambiar de ahora en más.
Lo haría a mi manera, con mis reglas y con mis formas, lo que la pequeña diosa había causado en mí era sin dudas hermoso, pero tenía que volver a ser yo mismo si quería encontrarla.
El sabueso tenía razón al decir que los sentimientos no traen nada bueno.
Me adentro a la sala del trono seguido por el padre de la pequeña diosa quien solo aumenta mi molestia con la ola de idioteces que dice.
—¡No podés estar hablando enserio! - me niego a creer lo que sale de su boca. Sin dudas perdió la razón.
Después de todo lo que ha pasado no me entra en la cabeza que quiera volver con la ridiculez de los "acuerdos por la paz"
—¡Tengo órdenes que seguir! - intenta justificarse, lástima que ya no crea en sus palabras. —Debemos parar, buscar otra forma de encontrarla, el caos es demasiado.
Estaba dándole la espalda a su hija y todo por la dichosa luna roja que apareció de la nada en los cuatro reinos.
Por más que sea un suceso jamás visto, no justificaba la estupidez de todos los dioses quienes se jactaron de que era una señal para que la paz vuelva y con ella el fin de la guerra.
—¡Pues termina con el caos, pero no pienso firmar nada, menos delante de ese bastardo! - por mí podía agarrar sus acuerdos e irse a la mierda.
Por la dichosa luna el dios del rayo había tenido el descaro de perdonar al dios de la guerra restituyéndolo como regente, dándole más poder del que ya tenía.
Ares había vuelto al olimpo como si nada y el solo hecho de que el arcángel proponga volverle a ver la cara como si no hubiese lastimado a su hija me hace dudar de si en verdad la quería como decía.
—¡Vete del inframundo arcángel y llévate tus tropas! - digo mientras salgo de la sala.
Él podía resignarse, dejarse humillar, pero yo jamás. No de nuevo.
Me choco con el sabueso quien trae una cara bastante rara, aunque no puedo descifrar su expresión.
—Quizás deberías pensar en lo...
—¿Dónde carajos estabas? ¿Por qué no podía contactarte? - no dejo que siga con la idiotez que iba a decir, no tengo ganas de escucharlo de su boca también.
—Estaba en el limbo, sentí algo y quise corroborar - hay algo en su forma de mirarme que me hace sentir que miente, algo me oculta.
—¿Por qué demoraste en volver?
—¡Sabes que el tiempo se me pasa en ese lugar! - se encoje de hombros como si fuera una excusa valida.
Intenta decirme algo más, pero lo dejo con la palabra en la boca. Apresuro el paso mientras camino hacía el rio de los lamentos, necesito pensar, aclarar un poco el lio de emociones que tengo.
Estoy al punto del colapso, no solo me quitaron a la persona que amaba sino también a mi hijo y eso me estaba llevando a la locura.
¿Cómo podría verle la cara al dios que mato a mi hijo en el vientre de su madre?
Lo que el arcángel pedía superaba mis límites, por más regente del inframundo que sea, nada quita el hecho de que me arrebataron aquello que tanto deseaba y no iba a parar hasta obtener mi venganza.
La ira se estaba apoderando de mí y nada bueno iba a salir de eso.
No voy a detenerme, no voy a dejar de ordenarles a mis guerreros que salgan, los voy a matar uno por uno, el lado que tanto me esforcé por reprimir este último tiempo estaba por resurgir y con el algo peor que el caos.
Muchos conocerían por primera vez la faceta despiadada del dios del inframundo y se arrodillaran ante ella. Vuelvo a mis dominios con una idea clara, la caída de todos los dioses.
—¡Hades por fin vuelves! - Perséfone me intercepta antes de entrar y no sé qué hacer cuando sus brazos me rodean.
—¿Qué haces aquí? - pregunto apartándola lentamente, tiene los ojos rojos seguramente de tanto llorar cosa que me enfurece aún más.
—Él... esta... en el olimpo, no puedo vivir en el mismo lugar - la apretó lo más que puedo a mí cuando su llanto se intensifica, entiendo a lo que hace referencia y la ira se me multiplica.
—¡Quédate aquí! - le pedido y no sé si es por ella o por mí.
Todo pasa muy rápido y no sé qué pasa conmigo, pero no la aparto cuando sus labios recorren mi cuello, quiero y necesito olvidarme de todo por un momento.
Mis manos comienzan a recorrerla por encima de la tela, mientras me apodero de su boca en un caliente beso, hace mucho no sentía sus labios y había olvidado lo bien que se saben.
Me corresponde gustosa apretándose más a mi cuerpo. La levanto obligándola a rodearme con sus piernas y nos llevó a la habitación.
—Te deseo Hades - sus palabras me prenden y no dudo ni un segundo en sacarle el vestido que trae, su cuerpo sigue siendo hermoso.
Esbelto y delicado.
Dejo un pequeño beso en su vientre mientras se apresura a quitarme la ropa, sus labios se prenden a mi piel dejando un camino de besos húmedos por mi pecho.
El placer me nubla los sentidos y me voy sobre ella adentrándome, su intimidad me envuelve y no dudo en embestirla una y otra vez.
Bloqueo todos los intento de mi cabeza al traerme la imagen de Hela y me centro en el placer que el cuerpo debajo mío me brinda.
Perséfone es la diosa más despiadada que conozco no tengo dudas de que será una aliada digna y que juntos cobraremos venganza.
Unas cuantas embestidas más son suficientes para venirme, me tumbo a un lado y cierro los ojos intentando recuperar el aliento.
—¿Que significa esto? - sus palabras me hacen pensar en lo que acabo de hacer, ignoro la culpa al pensar en la pequeña diosa y me centro en mi plan.
—¡Quiero que te quedes a mí lado y juntos los destruyamos! - clavo la mirada en el techo esperando su respuesta.
—Siempre voy a estar a tu lado - sabía que diría eso, mis manos se mueven por si sola hasta su vientre.
—¡Lamento lo de nuestro hijo!
—¡Podemos tener muchos más! - sus palabras están cargadas de deseo. No me mira solo se sube arriba mío reclamando nuevamente mis labios.
Las alianzas son necesarias en tiempos de guerra y un ser tan oscuro como la diosa es lo que necesito.
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Zagreo
FantasíaLa guerra dejo solo caos y destrucción. Los años habían pasado y la hija del arcángel seguía desaparecida mientras que el dios del Inframundo movía cielo y tierra para encontrar a su amada. La luna roja marco un ante y un después, una profecía, amor...