Capítulo IV

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Mundo mortal

Hela

Arrorró mi niño

Arrorró mi sol

Lo acuno en mis brazos mientras sus ojos negros no dejan de mirarme.

Son idénticos a los del dios de inframundo.

Arrorró pedazo

De mi corazón

La melodía sale por mí boca mientras no puedo dejar de pasarle las yemas de mis dedos por su pequeño rostro.

Cada vez que lo miro me doy cuenta de que estoy enamorada de mí pequeño niño.

Este niño lindo, se quiere dormir

Y el pícaro sueño no quiere venir.

Su pequeña boca se mueve regalándome una sonrisa, su primera sonrisa y lo atraigo lentamente hacía mí depositándole un beso en la frente.

Es una mezcla perfecta entre su padre y yo, es tan único que las palabras para describirlo no me salen.

Deseaba que las cosas se acomoden lo más rápido posible y así poder disfrutarlo junto a Hades.

<<Cómo están>>

La voz del sabueso retumba en mi mente, siempre le estaría agradecida por todo lo que hizo por nosotros. Sin dudas Zagreo está bien gracias a él.

<<Estamos bien>>

Le respondo para que no se preocupe, sé y entiendo que no puede venir todos los días.

Lo acuesto en el moisés una vez que se duerme y me tumbo en la cama a su lado, aún me duele todo el cuerpo y sigo cansada.

Duermo tranquila hasta que un fuerte ruido me despierta, mis sentidos se ponen alerta tomándolo mientras que mi mente se imagina miles de escenarios.

El miedo que el dios de la guerra dejo en mí es algo que siempre me iba a acompañar.

—Tranquila niña se te va a salir el corazón – las pulsaciones se me calman a detallar a la mujer. – Ven a comer.

Me levanto haciéndole caso, la noche ya había caído por lo que deduje que había dormido demasiado, disgusto agradecida la sopa de pollo que trajo como si no hubiera comido en días.

No has comido en días. 

Muevo la cabeza e ignoro mis propios pensamientos.

—¿Esta buena? – pregunta a lo que asiento. 

No deja de sonreírme recordándome nuevamente a Silvia.

—¿Cómo es la aldea? – pregunto ya que no he salido de la casa por lo que aún no conozco el lugar.

—Es muy tranquila, cuando te sientas mejor te la mostrare, estoy segura de que serán muy felices acá.

No puedo evitar mirarlo, nada deseo más que crezca feliz.

—¿Tu hermano no ha venido? – indaga mientras hecha unas leñas a la pequeña estufa, la temperatura estaba subiendo anunciando la pronta llegada del invierno.

—Tiene trabajo – miento ya que no puedo decirle la verdad – Va a venir cuando se haga un tiempo.

Se queda un rato largo haciéndome compañía lo cual agradezco, por más que este él bebe es bueno tener con quien hablar.

Me despido de ella y vuelvo a la cama, Zagreo no se ha despertado por lo que me entrego al sueño nuevamente.

La mañana llega y con ella un nuevo día, ya me siento un poco mejor, tomo una ducha antes de prepararme el desayuno y paso el resto del día con Carmen ayudándola en su trabajo.

Adrish

Las ganas de dejar todo e ir corriendo con Hela y el pequeño príncipe eran enormes, pero no podía dejar el inframundo por el momento.

Cada tanto su pequeño rostro aparecía en mi mente y una enorme sonrisa me surgía, pero no podía distraerme.

Hades había perdido completamente la razón, estaba fuera de sí como cuando asumió como regente y ni hablar que la loca de Perséfone estaba de vuelta.

—Adrish, qué haces – la voz de Ecresio aparece robándome la atención, no he tenido tiempo de verlo y por alguna extraña razón lo he echado de menos.

Debo admitir que el joven dios me agrada más de lo que quiero reconocer.

—Iba a ver a Hades ¿Quieres acompañarme? – le pregunto a lo que haciende uniéndose a mí. 

No deja de hablar en todo el trayecto haciéndome disfrutar de su compañía.

Entramos a la sala del trono y la imagen que veo me da repulsión, Hades está sentado en el trono con la diosa en sus piernas mientras prácticamente se la devora.

¿Dónde quedo el amor que sentía por Hela?

—¡Mejor te espero afuera! – dice el joven dios claramente sorprendido por la escena, es hermoso ver como el rostro se le transforma cuando está enojado.

Finjo que toso para así llamar su atención.

—¡Por fin llegas Adrish! – dice al notar mi presencia.

—¿Qué necesitabas? – indago tratando de mantener la compostura ya que el hecho de que me hable mientras juega con la diosa me molesta.

—Tomamos una decisión y es que te encargues de firmas los acuerdos en mi nombre suelta sorprendiéndome ya que me esperaba cualquier cosa menos eso.

—¿Por qué no vas vos mismo? 

—No pienso volver al olimpo con el dios de la guerra ahí asiento ya que entiendo su molestia, quizás estaba equivocado y no había perdido completamente la razón.

Salgo de la sala lo más rápido posible encontrándome con Ecresio sentado a lo indio afuera —¿Qué haces aquí?le pregunto.

—Te estaba esperando responde mientras se levanta del piso. 

Nos quedamos uno frente al otro por unos segundos, ninguno sabe que decir.

—¡Ven conmigo! le pido tomándolo de la mano, nada iba a pasar si me descuidaba de mis labores un rato o eso creía. 

ZagreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora