☪Miguel
Dejamos el cielo inmediatamente. No tardamos más de minutos en llegar al inframundo luego del aviso, pero aun así fue demasiado tarde.
Una masacre.
La imagen que veíamos era la de una masacre. Desde las puertas rojas hasta la sala del trono, los cuerpos de los demonios adornaban el suelo.
—¿Qué fue lo que sucedió? – escuche preguntar a Uriel.
Quisiera poder darle una respuesta, pero mis pies solo se movían hacía el lugar de donde provenían gritos desgarradores.
Seis cuerpos yacían ensangrentados en el suelo y entre ellos, el de la razón de mi vida.
Hela.
La barbilla me tembló al igual que todo el cuerpo. Los ojos se me llenaron de lágrimas. Prácticamente corrí hacía donde estaba y gracias a mi señor aun respiraba.
Intenté usar mis poderes para sanar la herida que no dejaba de destilar sangre, pero nada parecía mejor.
Suplique por su vida al único ser en quien creía, pero tampoco parecía escucharme.
—Hija – hablo tomándola en brazos.
Esta débil.
Sus ojos casi sin vida me contemplan mientras se esfuerza en hablar.
—E...esta bi... bien papá. – dice. Y es claro que nada está bien. —Sa... sácalo – murmura.
El alma se me rompe en mil pedazos al verla así y niego rogándole a quien sea por que no me la quite. El dolor que me atraviesa el pecho amenaza con cortarme el paso del aire.
—No cierres los ojos, ábrelos hija. – pido. —Shhh no hables – la callo presionando la herida.
Sus labios se curvan en una triste sonrisa.
—Hazlo – pide.
Sus ojos se cierran por una milésima de segundos y vuelve a abrirlos. La luz que los caracterizaba ya no esta y paso saliva tomando la espada de mi espalda.
Llamo a Gabriel quien se arrodilla y toma su cabeza apoyándola en sus piernas.
Tomo aire y levanto las telas que cubren su cuerpo. Deslizo el filo de la espada por su abdomen y un pequeño quejido de dolor sale de sus labios.
Corto cada capa de su piel hasta llegar a lo que buscaba. Dejo caer la espada e introduzco mis manos tomando al pequeño ser de su interior.
Lo apego a mi cuerpo cuando la tristeza del lugar se ve envuelta por el llanto cargado de vida de mi nieto. Lo envuelvo en la primera tela que encuentro y vuelvo hacía donde está mi hija.
Unas lágrimas caen por sus mejillas y me apresuro a mostrárselo antes de que sus ojos se cierren para siempre.
—Pro... protégelo – pidió antes de irse y llevarse mi vida con ella.
Mis hermanos cayeron de rodillas alrededor del cuerpo del ser que tanto amábamos. El dolor era tan inmenso, como si me golpearan millones de veces sin piedad alguna.
Busco a Rafael y verlo sostener el cuerpo de Zagreo termina por sumergirme más en el dolor. Tiene la misma herida que su madre y a pesar de la horrible forma en la cual murió, destilar tranquilidad.
A unos pocos metros, el cuerpo del dios del Inframundo hace tendido en un charco de sangre.
—Lleven al bebé al cielo – ordeno parándome.
Mis hermanos me miran y lo siento por ellos, pero solo puedo cargar con mi dolor.
—¿Qué hacemos con ellos? – pregunta Gabriel.
—Nada. – suelto sorprendiéndolos. —Me encargaré del cuerpo de mi hija y de mi nieto.
—Migue... - se mete Rafael.
Mi nieto sigue en sus brazos recordándome todo lo que perdí. Todo lo que el dios del inframundo me quitó junto con el dios de la guerra.
—¡Haz lo que te ordené! – grito.
Uno de los ángeles toma a Zagreo mientras que yo tomo a mi pequeña en brazos. El corazón me arde y no puedo creer que no volveré a verla. No tuvimos tiempo, aún nos quedaba vida.
Vuelvo al cielo luego de haberles dado su sepultura.
—¡Tiene hambre! - exclama mi hermano.
Lo sé. Por eso pase por un pueblo en dónde me surtir de todo lo que mi nieto iba a necesitar. Me deslizó por el lugar preparando todo y el llanto merma cuando el líquido lo alimenta.
—Necesita un nombre – rompe el silencio.
Lo miro comprendiendo.
Un nombre se me viene a la mente y miro a mi hermano antes de tomar mi decisión. El pequeño estaría bien con sus cuidados y yo solo deseaba un lugar para desquitarme de tanto dolor.
—Samael – le hago saber antes de dejar el lugar.
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Zagreo
FantasíaLa guerra dejo solo caos y destrucción. Los años habían pasado y la hija del arcángel seguía desaparecida mientras que el dios del Inframundo movía cielo y tierra para encontrar a su amada. La luna roja marco un ante y un después, una profecía, amor...