Capítulo XII

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Inframundo

Narra Hades

Lo menos que deseaba era irme, pero estaba consciente de que no podía descuidar el inframundo por mucho tiempo más o los heraldos iban a matarme.

Especialmente Anubis quien últimamente se ocupaba de todo en el lugar.

La detalle mientras se apuraba por ordenar la mesa en donde habíamos desayunado, la idea de vivir en este pequeño e insípido lugar junto a ellos cruzo por mi mente, como si eso fuese posible.

Solo dejando de existir podría dejar de pertenecer al inframundo.

—¡Debo volver al inframundo pequeña diosa! digo depositando a mi hijo en su moisés. Puedo notar lo triste que mis palabras la ponen y me siento mal por eso.

No quiero que vuelva a sufrir.

Desde ahora solo deseo una cosa y es que sonría, ya que la forma en la que sus labios se encorvan cuando lo hace es simplemente magnífico.

—¡Prometo volver lo antes posible! vuelvo a hablar acercándome a ella.

Siempre iba a poder volver ya que nadie me impediría regresar a ellos, a mi pequeña familia.

—¿Vas a volver con ella? pregunta sin levantar la mirada del piso.

—Perséfone solo es una pieza para poder acceder a Ares pequeña diosa acuno su pequeño rostro en mi mano cuando estoy cerca. —Jamás volvería a estar con ella, no voy a traicionarte, ni a traicionarlo.

De eso estaba seguro, terminaría con mi propia existencia si volviese a cometer algo tan bajo, ella es mi vida, lo ha sido desde que nuestras miradas se conectaron en aquella oscura cueva.

—Te amo tanto Hadessentencia buscando mis labios, recibo gustoso el beso mientras la tomo por la cintura acercándola lo más posible.

Me gusta tenerla cerca, nuestros cuerpos encajan como si fuéramos unos, como si estuvieran hechos el uno para el otro.

—También te amo, los amo le recuerdo volviendo a perderme en su boca.

Nos despedimos con una abrazo en donde ninguno quería dejar los brazos del otro, no sé cuántas veces le recordé que los amaba y que iba a volver enseguida.

Ver al amigo de la pequeña diosa acostado en las piernas de mi sabueso no me sorprendió al llegar, por el contrario, me hizo sentir bien.

Adrish merecía enamorarse y ser feliz, demasiado tenía con el peso de ser quien es.

—¿Por qué volviste tan rápido? – pregunta cómplice mientras acaricia el pelo del dios que ni se inmuto en saludarme como es debido.

—¡Como si hubiese vuelto porque quisiera! – respondí airoso haciéndolo reír y el hecho de que se le haya pasado el enojo me encantaba.

Por fin podíamos volver a ser el dúo de antes.

—Rae te estaba buscandodice cambiando de tema a lo que asiento fijando mi próximo destino.

—¡Mi señor! saluda Anubis mientras sale de la nada espantando al dios que se levanta rápidamente.

—¡Tienes que dejar de hacer eso! – le reclama al heraldo el cual lo mira sin ninguna expresión, tan propio de él. —Oh Hades, hola se dirige hacia mí como si recién notara mi presencia.

Maldito irrespetuoso.

Lo ignoro yendo por el hijo de Eros, seguramente tendría un mensaje de los arcángeles.

Ahora me encontraba en el dilema de si decirle a Miguel la verdad o no, no hablamos nada con la pequeña diosa por lo que tendría que preguntarle la próxima vez.

Es su papá, estoy seguro de que querrá tenerlo en su vida, además necesito apagar con alguien las ganas de presumir a mi hijo.

Mi hijo

La sola mención de esas dos palabras hace aumentar mi ego.

—¿Me buscabas hijo de Eros? hablo cuando entra en mi capo visual, no fue difícil encontrarlo ya que seguía firme junto a los soldados, tal como se lo había ordenado.

—Si mi rey, Rafael quiero verlo sospechaba que se trataba de eso.

—¿Dijo algo más?pregunto y niega.

Me voy dejándolo en el campo de entrenamiento encaminándome al purgatorio, un poco de trabajo no me vendría mal. Debía ocupar la mente o saldría corriendo a la aldea.

Olimpo

Narra Ares

—Después de todo lo que hice para restablecerte como regente ¿vas a seguir con esa meta estúpida? soltó casi gritándome y miré a mi hermano incrédulo por lo que decía.

Para él todo era simple, de él no se había burlado ni mucho menos lo habían humillado como lo hicieron conmigo.

El odio que me generaba el solo hecho de recordar a la hija del arcángel era enorme.

No iba a parar hasta matarla, no sin antes hacerla sufrir, haciéndola rogar por su vida, como la última vez que la vi.

—¡Nunca te pedí que me devolvieras nada!.

—Eres mi hermano Ares, no podía ver como todos intentaban hundirte.

—¡Fuiste el primero en darme la espalda! – le reclamo girándome hacia él, sus ojos detallaron sin pudor la cicatriz que me adornaba la mitad de la cara.

Aparto el rostro rápidamente, como si le diese asco.

—¡Me desafiaste! – alego como si eso fuese una justificación.

Guarde silencio ya que sabía que no iba a comprenderme, de igual forma estaba agradecido por haberme devuelto mi puesto, desde este lugar y con este poder todo sería mucho más fácil.

—¿Dónde está Afrodita? – pregunto ya que hace días no veía a la diosa del amor por el lugar.

—¡En puerto príncipe! – dice con soltura enojándome ya que odio no tenerla cerca, por más que me rechace de todas las formas posible, era como la bastarda solo se liberaría de mi muerta.

—¡Exígele que vuelva!.

—No puedo hacer eso y basta, no quiero otra guerra con los celestiales.

¿Con los celestiales o con Hades?

—¡Con ambos! – suelta alejándose, dejándome con la palabra en la boca. No me importaba lo que dijese, ni lo que ordenara, nadie iba a impedirme matarla.

—¿Cuáles son los pasos a seguir Ares?me pregunta Artemis saliendo de las sombras y ubicándose a mi lado.

—¡Pronto lo sabrás! Esperaremos a que pase la dichosa firma de los acuerdos para actuar le hablo con neutralidad, no iba a apurar las cosas.

—¡Cuentas con nosotros para lo que desees! se nos unió Apolo a lo que asentí.

Ambos dioses eran mis amigos más cercanos y a estas alturas agradecía el tenerlos, los dioses bajo su mando eran muchos y soldados siempre venían bien cuando de guerra se trataba. 

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