🚫La no lectura de este capítulo no afecta la trama general.
🚫Escenas explícitas.Inframundo
Narra Rae
Hana había permanecido a mi lado desde el día del supuesto ataque al campamento, donde se aferró a mi mano y no la soltó hasta traspasar las puertas rojas.
Pensé que todo sería más complicado para ella ya que aún estaba resentida con los demonios bajo mi mando, pero se adaptó al lugar perfectamente.
Si no estaba conmigo entrenando, estaba con Ecresio paseando y conociendo el lugar.
La veía feliz y eso me daba tranquilidad.
—¿Estas segura de lo que elegiste? – indago ya que no quiero que haga algo de lo que se arrepienta luego.
Ella apoyo su cabeza en su mano mirándome fijamente, estábamos acostados luego de un largo día entrenando.
—¡Nunca estuve tan segura de nada en mí vida! – sentencia acercándose a mí buscando mis labios, los cuales besa encendiéndome completamente. —Te amo Rae y me arrepiento tanto de no haber venido antes.
No respondo a sus palabras ya que la voz no me sale, solo me centro en saborear sus labios, sus besos me prenden y el deseo de estar con ella comienza a ser insoportable.
Mis manos comienzan a bajar y subir por su espalda mientras me separo de sus labios dejando besos por su cuello.
Es la primera vez que estamos en esta situación y el que no se intente alejar me hacen creer que está en las mismas que yo.
Me dedico a recorrer su cuerpo con mis manos, disgustando sus curvas haciendo crecer mis peores pensamientos y es que deseo quitarle lo que lleva puesto y arremeter contra ella, el miembro me duele y palpita.
—Hazlo amor – dice buscando mis ojos.
—¿Qué?
—Lo que estás pensando hazlo – la sigo con la mirada mientras desliza una de sus manos acariciándome sobre la tela sacándome un jadeo. —También deseo estar de esa forma con vos – me habla con esa seguridad tan propia de ella y no puedo contenerme, vuelvo a besarla.
Es ella quien empieza a quitarme la ropa por lo que me apresuro haciendo lo mismo con la suya, me alejo para poder contemplarla mejor y su desudes me enloquece.
Es jodidamente hermosa
Acaricio sus senos erectos sin apartarle la mirada, sus ojos se tornan turbios presa del deseo, estamos en iguales condiciones.
Abre las piernas lentamente para que pueda ubicarme entre ellas y vuelvo a besarla.
—Te amo Hana, más que a mi vida – me adentro en ella lentamente, es la primera vez de ambos, pero lo único que me importa es que se sienta bien.
Suelta un jadeo mesclado de dolor cuando entro completamente y me abstengo de hacer movimientos para que se acostumbre a mí.
Dejo pequeños besos por su rostro, bajando por su cuello hasta llegar a los rosados pezones los cuales mando a mi boca por turnos.
Mueve la pelvis y esa es mi señal para comenzar a embestirla, lo hago lento, sin prisa, disfrutando de lo esquicito que es estar dentro de ella.
Los jadeos son lo único que se escuchan en la oscura habitación y agradezco que sea una de las más alejadas del palacio.
Nos venimos juntos presos del deseo y me dejo caer a su lado atrayéndola a mis brazos, beso su frente susurrando lo mucho que la amo y lo especial que es mi vida.
—Fue hermoso amor – dice apoyándose en mi pecho y su apodo me vuelve a prender.
—¡No te alejes nunca de mi lado! – le pido casi rogándole ya que no soportaría tenerla lejos de nuevo.
No se en que momento nos quedamos dormidos pero el ruido de los golpes en la puerta me hace notar que comenzó un nuevo día.
—¿Quién es? – pregunto vistiéndome y acercándome a la puerta del cuarto.
—Comandante, soy yo – reconozco la vos de Asmud del otro lado.
—¿Qué sucede? – medio abro la puerta ya que no quiero que vean a mi mujer en la cama, la cual esta desnuda y plácidamente dormida.
—¡Llego un mensajero, pregunto por usted! – asiento alegando que ya voy y vuelvo a la cama a despedirme de ella, sus ojos comienzan a abrirse sonriéndome en el proceso.
—Buenos días hermosa – la saludo besando sus labios. —¿Cómo amaneciste?
—Bien ¿Paso algo? – pregunta a lo que niego.
Me despido de ella dejándola que se aliste antes de salir, recorro los pasillos hasta encontrarme con el mensajero celestial el cual me entrega una carta antes de despedirse e irse.
—¿Qué es eso? ¿Qué hacia ese celestial aquí? – la voz de la diosa Perséfone se escucha a mis espaldas y me trago mi mala cara cuando me giro hacia ella.
—Vino por la confirmación de la asistencia a la firma de los acuerdos mi reina – le respondo aumentando su ego para poder irme lo antes posible.
Funciona ya que pasa por mi lado sin decir nada.
Me trago las ganas de cantarle sus verdades en la cara, es tan insignificante que no le llega ni a los talones a Hela.
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Zagreo
FantasyLa guerra dejo solo caos y destrucción. Los años habían pasado y la hija del arcángel seguía desaparecida mientras que el dios del Inframundo movía cielo y tierra para encontrar a su amada. La luna roja marco un ante y un después, una profecía, amor...