Capítulo XXI

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Inframundo

Narra Hades

Deje el olimpo con Perséfone a cuestas, por más que no la quisiera cerca no podía negarme a que me acompañe o sospecharía que algo pasaba.

Y en estos momentos es lo menos que me conviene.

Ella camina como si nada, hablándome feliz de la vida y no entiendo que cornos le cruza por la cabeza cuando comienza a mencionarme a Ares.

Por fin podía sacarme de encima la dichosa firma y podría hacerle frente a una de las cuestiones más urgentes.

Llevarle su padre a mi pequeña diosa.

—¿Por qué viniste al final? - cuestiona la diosa cuando llegamos al inframundo. Anubis estaba en las puertas, nos saludó con respeto al vernos y lo dejo con la palabra en el boca adentrándome al lugar.

—Adrish tenía que ocuparse de otras cosas - trato de sonar tranquilo y restarle importancia.

Parece que funciona ya que ni bien ve a la mujer de mi comandante sale corriendo en su dirección, el hijo de Eros tenia razón al proponer tal amistad.

La miro un tanto sosegado por su actitud. Quien diría que la diosa que actúa como niña es la portadora de una gran oscuridad, la cual la vuelve un ser lleno de maldad.

La dejo con sus rollos y me encamino al rio de los lamentos, en donde me encontraba con los celestiales este último tiempo, para mi suerte dos de ellos estaban en el lugar.

Sabía perfectamente que no podía retrasar el hablar con Miguel.

Algo me decía que mi pequeña diosa lo necesitaba.

—¿No habíamos quedado en que iba a venir Adrish a firmar los acuerdos? - me cuestiona el padre de mi pequeña diosa cuando me ve.

Asiento.

—¿Y entonces? 

—Solo fui y ya - le resto importancia, tampoco tengo la obligación de contarle todo lo que hago. —Hay algo importante de lo que debo hablarte - agregó y no puedo evitar ponerme serio.

Busco las palabras correctas para expresarme aunque no se si las hay.

Si yo deseaba encontrarla y protegerla, estoy casi seguro que él lo hacía él doble. Con Zagreo comencé a entender que es lo que un padre siente por un hijo.

¿Cómo le digo que encontré a su hija pero que no es la misma?

¿Cómo le digo que llegamos tarde y que la lastimaron?

¿Cómo le digo que ya no brilla?

Estos días junto a ella me dejaron un mal sabor de boca, la rabia y la ira se acumularon dándole paso a mi verdadero yo, al que siempre intento reprimir.

Mi llegada al olimpo solo fue para dar un mensaje, el cual era claro.

Mostrarles mi poder.

—¿De qué quieres hablar? - se acerca confundió y miro en dirección al segundo arcángel, no tengo nada en contra de él pero necesito hablar esto a solas con Miguel quien comprende y le pide que nos deje solos.

—¡La encontré! - suelto desestabilizándolo, por más que intento no se suavizar las cosas.

Retrocede por inercia unos pasos, su rostro se transforma al punto de no saber que siente. — ¿Qué? 

—Encontré a Hela Miguel, pero...

—¿Pero que? ¿Ella está bien? - me interrumpe.

Me empieza a frustrar el que no me deje hablar.

—Lo está, tranquilo - intentó no perder la poca calma que tengo. —Déjame contarte todo.

Comienzo a darle los detalles desde la primera vez que la vi, todo lo que ella me contó hasta llegar a Zagreo, sus ojos se iluminan de solo mencionarlo.

Me escucha mientras intenta ocultar las lagrimas que le salen, algunas de felicidad y otras de rabia.

Se que escucharme no es fácil ya que escucharla a ella no fue fácil para mi, pero es necesario para que logre comprender todo lo que está en juego.

Un solo error de nuestra parte la pueda poner en peligro.

—Hela quiere verte, quiere que conozcas a nuestro hijo - termino y medio me alejo esperando a que procese todo.

Ignoro el hecho de que se me infla el pecho al mencionar la sola existencia de mi pequeño príncipe.

No es momento para mi ego.

—¿En dónde están? - cuestiona.

—En una aldea del mundo mortal, muy cerca de donde la estuvimos buscando.

—¡Llévame con ella! - exige y por más que quiero primero debo avisarle a Hela.

Guarda silencio y me espera a un lado sin dejar de mirarme mientras uso la conexión mental con mi sabueso, quien entiende rápidamente la cuestión y promete avisarme cuando ella se sienta lista.

—¡Voy a decirle a Rafael! - sentencia y asiento.

Si el confía en sus hermanos es suficiente para mí, además estoy seguro que ninguno haría nada para lastimarla.

Mundo mortal

Narra Hela

Verlo pasar saliva por mi pregunta me hizo reír, los colores habían abandonado su cara dejando un ser pálido y nervioso delante de mí.

No quedaba nada del sabueso risueño.

—¿Me lo vas negar? - vuelvo a hablarle al no recibir respuesta de su parte.

—¿Cómo lo sabes? - responde al fin y presiento que le está por dar algo, no tartamudear pero normal no se lo ve.

Zagreo se remueve en sus brazos soltando pequeños quejido.

—Le estás pasando tu intranquilidad - se lo quito despacio acostándolo en su moisés mientras Adrish sigue callado. —¿Ecresio esta feliz? - le pregunte al fin haciendo que medio se relaje.

—Eso creo - se rasca la nuca demostrando lo nervioso que está.

—¡Nada me hace más feliz de que él te tenga! De que ambos se tengan en realidad.

Ecresio es mi familia, es como un hermano y nada deseo más en la vida que sea feliz al lado de alguien que se que lo valorará y cuidara como se merece.

—¿No te molesta que salga conmigo?

—¿Por qué me molestaría? - lo miro sorprendía por su pregunta.

Suspira alejándose hacia la ventana.

Lo imitó.

—¿Adrish?

—A veces siento que es demasiado por alguien como yo - habla estrujándome el corazón. —No tengo mucho que ofrecerle, solo el inframundo, no quiero que mis cadenas se vuelvan las de él.

No lo dejo terminar de hablar, solo lo abrazo por detrás repitiéndole lo injusto que es que sienta eso de sí mismo.

No se por cuanto tiempo estamos unidos solo tengo claro que quiero ser la misma fuente de contención que fue para mí.

—¡Hades esta intentando comunicarse! - rompe el silencio y me aparto dejándolo concentrándose, ojalá todo allá salido bien allá arriba.

—¿Todo está bien? - pregunto cuando abre los ojos.

—¡Si, me dijo que esta con tu papá! - el pulso se me acelerara. —El arcángel quiere verte y Hades pregunta si deseas lo mismo.

¿Deseo lo mismo?

Mi cabeza comienza a trabajar a mil por horas hasta que la respuesta se me presenta clara.

—¡Dile que si, que quiero ver a papá!

Vuelve a cerrar los ojos aumentando mi desespero al abrirlos segundos después.

Confirmándome que venían para acá.

Papá venía y eso me hacía feliz.

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