Desliz

199 34 1
                                    

Ya la noche parecía comenzar a caer en ese ajetreado día, todos ya satisfechos por la bebida, comida y baile se les notaba cansados pero no querían marcharse.

—Sebastian... Creo que ya va siendo hora de acabar esta fiesta.

—¿Eso crees? Tú eras el que quería esta fiesta, sigue disfrutando que después no tendrás una.

—Que malo eres....Pero yo lo digo porque... Hay que arreglar todo este desastre y se nos hará tarde. —Un poco sonrojado Bard le hablaba en medio de un evidente hipo resultado de lo ebrio que estaba.

—Tarde... ¿Para qué?

—Para nuestra noche de bodas...

Sebastian lo apartaba sutilmente cuando esas palabras eran susurradas a su oído sintiendo como su ahora esposo lo tocaba lascivamente mientras lo abrazaba.

—Cálmate... No haremos nada aquí aunque nadie nos tome en cuenta a pesar de ser nuestra fiesta, no haremos eso.

—Oh vamos... La mesa nos cubre, nadie nos verá. —Más excitado el rubio le decía acariciándole las piernas se le apegaba.

—¿Y cómo se supone que lo haremos? Borracho inútil.

—Siéntate en mis piernas así como que estamos cariñosos, me lo saco y listo.

El demonio lo miraba mal por la manera perversa en que lo dijo además parecía hablar en serio, aunque debía admitir que quizás con toda la presión del día estaba también un poco ansioso por desfogarse y de ese modo sería reconfortante, así que haciendo relucir su lado pervertido aceptaba con fingida mala gana.

—Lo haré pero bajaremos un poco las luces.

—Como tu digas... Solo hagámoslo y sugiero que subas el sonido de la música porque te haré gritar.

—¿Ah si? —El demonio sonriendo pícaramente con un chasquido de dedos opacaba la luz del salón que los demás ni notaron, sentándose en sus piernas se bajaba un poco el pantalón, era un poco vergonzoso pero a la vez muy excitante— Acomódate bien...

—Tú acomódate... —Murmuraba el rubio tratando de acomodarlo de un lado para no parecer tan sospechosos.

—Así me es incómodo, mejor me siento mirando al frente. —Diciendo aquello se acomodaba de esa manera.

—Ngh... Pero así se darán cuenta.

—Haré como que estoy sentado en la silla, nadie lo notará. —Murmuró el demonio igual de excitado se restregaba sobre su entrepierna que aun estaba cubierta— Una silla bastante dura...

El rubio no soportando más en un impulso dejaba al descubierto su miembro que erecto se rozaba a ese trasero que ahora le pertenecía más formalmente, mientras tanto Sebastian trataba de disimular sus gemidos al ser perversamente embestido en medio de ese salón concurrido.

Aferrando sus manos al filo de la mesa se movía sutil sobre él, a la vez se mordía el labio inferior para contener el gemido de placer que parecía escapársele al sentir su interior invadido tan exquisitamente.

—Ngh... Vamos a otro lado... Bard...

—No... Si nos vamos se me pone flácido...

—Entonces termina rápido.

Los dos estaban en su apogeo sin ser notados todavía, Sebastian aunque embriagado de alguna forma por el cuerpo de su fogoso esposo permanecía atento para que nadie los descubriera en su acto indecoroso, pero Bard no facilitaba el asunto porque estaba más que entusiasmado provocándole estremecimientos de placer sin preocuparle el ser descubiertos.

Ese demonio... Tendrá un bebéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora