Nueva convivencia

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El ambiente en la mansión Phantomhive era más ajetreado de lo acostumbrado, no era para menos con tres recién nacidos todo era un poco complicado para los nuevos padres y sus ayudantes, además las visitas eran de esperarse con los bebés que a todos tenían embelesados.

—Awww este se parece a Sebastian pero más sonriente... Es tan lindo... —Hablaba Lizzy que había ido a visitarlos esa tarde— Y la niñita... Le ayudaré a vestirse bonito cuando sea más grande para que se vea como yo.

Sebastian al escucharla solo sonreía forzadamente, no quería imaginarse a su pequeña siendo una copia de la chica de voz chillona y vestidos rosas.

—Ella será como yo... —Sullivan que también los visitaba acotó al comentario de su amiga— Le enseñaré todo de la ciencia y a hacer experimentos, será muy inteligente como yo.

—Ella será fuerte y podrá caminar como yo.

Se burlaba la rubia, la otra con un puchero se resentía por esa cruel burla comenzando a discutir de forma animada.

—Señoritas pueden ir a discutir a otro lado es que inquietan a los bebés además debo darles de comer. —  Sebastian sugería con su acostumbrada falsa pero amable sonrisa.

—Ya ves por tu culpa nos echaron... —Reprochaba la rubia a la otra niña— Bueno iré a ver a Ciel, últimamente cada vez que vengo está ocupado, enfermo o dormido casi ni lo he visto.

El demonio desviaba la mirada pues ciertamente cada vez que ella venía su amo se le escondía para que no notara su embarazo que aunque no estaba tan avanzado ya se le notaba. No entendía hasta cuando podría seguir escondiendo ese detalle en su cuerpo, ya que esconderse no le serviría de nada cuando su hijo naciera.

—Creo que el joven amo está durmiendo. —Lo justificaba Sebastian junto a la cuna de sus hijos que agitaban sus bracitos inquietos pidiendo que los agarrara, quien sabe si era solo para ser consentidos o porque querían comer.

—¿Durmiendo? ¿A estas horas?

—Es que señorita Elizabeth mis bebés lloran por las noches y casi todos en la mansión se desvelan. Lo lamento.

El mayordomo nuevamente justificaba a su amo tal como era su deber, a pesar de que lo dicho era una mentira ya que sus pequeños en las noches aunque no dormían mucho no lloraban, ni molestaban a nadie. Parecía como que los bebés entendieron su mentira blanca y le dedicaban una mala mirada a su padre a la vez que fruncían el ceño.

—Se enojaron... Aww que tiernos... —Las niñas se emocionaron al ver la dulce reacción de los bebés de quienes todos sospechaban eran diferentes a los niños normales, muy perceptivos y listos a pesar de ser tan pequeños pero suponían que eran así por el simple hecho de ser hijos de Sebastian.

Las dos jóvenes fueron a tomar té en el jardín después que el mayordomo las convenció de no molestar a su joven señor, quien en su habitación dormía pero no por desvelarse sino por su embarazo, que al igual que las náuseas, el sueño se había convertido en un aliado en este extraño proceso que atravesaba su frágil cuerpo.

—Señor Sebastian... Sus hijos son muy lindos y se ven fuertes cuando crezcan un poco más los ayudaré en su entrenamiento físico, si me lo permite. —Hablaba animado Agni quien embelesado miraba a los hermosos bebés y es que en la mansión no había alguien que no se emocionara al verlos.

Excepto Undertaker y quizás Lau que al verlos reaccionaron diferente, el primero quería experimentar en sus pequeños cuerpos y el otro los analizaba para saber si serían cotizables para el mercado negro. Eso provocó que el demonio los echara de la mansión días atrás.

—Señor Agni... Me alegraría mucho que más que un entrenador físico usted fuera una especie de guía espiritual para mis niños. La verdad es que esta mansión está llena de locos... —En un suspiro resignado comentaba Sebastian— Usted es el único más cuerdo de todos, con una sabiduría de la que hasta yo he aprendido a veces.

Ese demonio... Tendrá un bebéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora