Día normal

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Un día que parecía eterno iba llegando a su final, el mayordomo salía de la habitación con una sonrisa de satisfacción ya que le reconfortaba que Anthony no se saliera con la suya al quedarse a dormir descaradamente junto a su amo esa noche.

—Sebastian... Estoy muy cansado ¿Ya vamos a dormir? —Con evidente cansancio Bard le hablaba con un puchero acercándosele lo abrazaba entre bostezos.

—¿Y mi noche de bodas? ¿Te vas a quedar dormido y no me la darás?

—Ah pero ya lo hicimos debajo de la mesa, quizás si duermo un rato te lo haré en la madrugada. Recuerda que soy solo un humano, estoy tan exhausto que creo que no se me pararía así te viera desnudo bailándome. —Le decía un poco burlón solo para molestarlo, sintiendo como el cansancio lo vencía y casi ya se le dormía encima.

—Y justamente yo que iba a bailarte desnudo sobre la cama esta noche por ser especial.

—No seas mentiroso. —Cariñoso el rubio le robaba un beso en medio de una sonrisa y la mirada se le iluminaba con repentina emoción— Me alegra tanto ser tu esposo.

—Oh Bard no vas a empezar a llorar...

—Es que me siento tan feliz.

El demonio suspiraba resignado pero enamorado, por momentos lamentaba amar a alguien tan emocional, pero ese detalle era el que le atraía en cuerpo y alma de este simple humano.

—Te llevo a la habitación. —Murmuraba el demonio pretendiendo cargarlo.

—Oye no... No hagas fuerza, puedo caminar. —Apenado Bard trataba de soltarse al sentir como era cargado en sus brazos cual princesa desvalida— No soy el joven amo, suéltame.

—Deja que te consienta, además recuerda que soy un demonio soy fuerte así que el cargarte no me afecta en nada.

—Bueno ya que lo dices pero que nadie nos vea, sería vergonzoso que un hombre como yo sea cargado de esta forma.

Caminaron unos pasos notando el silencio de todo alrededor sabían que los invitados ya se habían acomodados en sus respectivas habitaciones, suponía que todos estaban rendidos pero más que rendidos, ebrios.

—Aww que bonitos se ven los recién casado

—Anthony... Pensé que te habías ido. — Hablaba Sebastian con sarcasmo y fingida amabilidad cuando lo encontraron por uno de los pasillos. —Espero no vayas a molestar a mi joven amo, él está descansando y ordenó que nadie entrara a su habitación.

—Ya lo sé, tendré paciencia con mi niño hasta que vuelva a quererme y lo que menos deseo es hacerlo enojar.

Sebastian sin querer extender esta charla seguía su camino, todavía le molestaba la presencia en la mansión de este demonio que creía su amigo. Al llegar a su habitación dejaba completamente dormido a su esposo para ir a arreglar el desastre de la fiesta, mientras todos dormían solo el se mantenía despierto o eso pensaba cuando sintió que alguien se le acercaba.

—Sé que estás enojado conmigo Sebastian, pero no puedes culparme de ser lo que soy, un demonio egoísta que solo piensa en si mismo. No todos tenemos el privilegio de ser como tú.

—Hasta un demonio tiene límites... Y lo que le hiciste al joven amo... —Con molestia le recriminaba— No tenías derecho a tocarlo él no es tuyo.

—Tampoco es tuyo, el que seas dueño de su alma por un contrato no te hace dueño de su corazón y su cuerpo.

Sebastian lo miraba con enojo conteniendo sus ganas de golpearlo pero sabía que en parte tenía razón y eso lo enfadaba aún más así que decidió ignorarlo y seguir limpiando.

Ese demonio... Tendrá un bebéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora