Parto

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Ciel trataba de consolar a su un poco alterado demonio primero siendo cariñoso aprovechaba para acariciar su rostro pero ya que no lo conseguía de esta manera, algo hastiado de su actitud llorona comenzó a regañarlo.

—Ya deja de llorar... Solo fue un mal sueño.

Le regañaba viendo que no se calmaba y entre sollozos no dejaba de llamar a su tonto esposo, ver esa genuina preocupación le daba algo de celos de lo angustiado que estaba por alguien más que no era él. Pero no era momento de sus celos idiotas cuando su demonio embarazado sufría y quien sabe si en realidad a su rubio sirviente algo le había sucedido, quizás el lazo de amor entre los dos era tan fuerte para percibir ese tipo de "cosas".

—Debo ir a buscarlo.

—Nada de eso... No vas a salir en ese estado. Esperaremos aquí, si algo grave hubiera pasado ya alguien nos habría llamado. ¿No crees? —Casi como una orden le hablaba deteniéndolo cuando este se levantaba de la cama.

—¿Y si llamaron mientras estabamos aquí durmiendo y no lo escuchamos? —El joven se quedó pensativo ya que había probabilidad a que eso hubiera pasado.

—Bueno, puede ser entonces vamos a mi despacho ahí esperáremos a que llamen o lleguen así que deja de lloriquear de una vez.

Sebastian sollozante pretendía seguir a su joven amo que iba refunfuñando al salir de la habitación por su infantil actitud pero una fuerte punzada detuvo su andar.

—Joven amo... —Le llamaba todo pálido en medio de su espasmo de dolor que lo hizo sentarse de nuevo a la cama— Me duele.

—¿Qué te duele? —Ciel al voltear a verlo listo para volver a regañarlo pero palideció también al ver como su demonio estaba en la cama sentado retorciéndose de dolor y no parecía que era una de sus tontas bromas— ¿No me digas que ya vas a parir? No me hagas esto Sebastian Michaelis.

Nervioso le advertía con aparente seriedad esto era lo que le faltaba, ayudar a parir a su demonio, un escalofrío recorrió su cuerpo entero al imaginarlo siquiera.

—Yo no sé... No he parido antes... ¿Cómo voy a saber? Ayudeme a acostarme esto me duele mucho.

—Ah no no... No voy a tocarte luego me harás meterte la mano para que te saque a esos bebés y yo no voy a hacer eso. —Le hablaba el nervioso conde— ¿Por qué justo ahora? Estamos solos, yo no puedo ayudarte.

—Lo siento, no lo hice a propósito.

—Siento como si diez guadañas me atravesaran el vientre... —Adolorido el demonio le decía mientras se acostaba en la cama por si mismo ya que su cruel amo no le ayudaba.

—No vayas a morirte... —Disimulando su preocupación le susurraba acercándose lentamente.

—No joven amo, no moriré. Eso creo...

—¿Y por donde nacerán? Las mujeres los tienen por la vagina pero tú no tienes ¿No? ¿Los tendrás por el trasero acaso?

Sebastian a pesar de sufrir esos fuertes espasmos de dolor sonreía por las dudas de su amo, aunque parecieran tontas tenían algo de sentido.

—Ah joven amo... No lo sé, nunca he parido y menos en esta forma humana. Creo que lo más conveniente sería transformarme en mi forma de demonio.

—¿Así nacerán por una de tus tantas bocas u ojos? —Se le burlaba un poco quizás para tratar de animarlo— Aunque eso sería mejor a que nacieran por el trasero como si fueran desecho de baño.

—Se me está burlando, eso es muy malvado de su parte.

—Soy un noble del mal... ¿Qué esperabas?

Ese demonio... Tendrá un bebéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora