Prueba

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—¿No te gustó el color Sebastian? —Cuestionaba el conde con el afán de molestar a su demonio que sujetaba en su mano esa dichosa invitación.

—Tiene casi el tono del color de los ojitos de mi Sebastian —Muy cariñoso el rubio lo abrazaba por detrás sujetando también la invitación.
El demonio desviaba la mirada apenado ante ese abrazo siendo presenciado por su amo y la costurera que se le burlaban con la mirada.

—Vaya... Así ya no dan ganas de coquetear con alguien que es tan homosexual. —Burlonamente Nina le aclaraba a la pareja mientras le guiñaba el ojo al rubio.

—¿Terminaron de medirse? —Cuestionaba el conde tomando de nuevo la invitación de la mano de su mayordomo que malhumorado suspiraba.

—Si lindo conde... Pero ya que está aquí tambien le haré un traje para la ocasión —Lo halaba de la mano y comenzaba a medirlo— Supongo que seguirá midiendo lo mismo pero es la única oportunidad que tengo para manosearlo.

Comenzó a medirlo mientras el conde ahora suspiraba resignado dejandose tocar con la cinta de medir y las manos perversas de la mujer que se detuvo en sus caderas.

—Vaya joven Phantomhive es raro que solo las caderas le hayan crecido desde la última medición. —Murmuró con extrañeza la mujer apuntando el nuevo dato.

—Es que el joven amo comenzó a hacer ejercicio. —Sebastian se le burlaba, ya le tocaba a el burlarse un poco— Tal vez unas buenas sentadillas en secreto.

—¡Eso es mentira...! ¡Cállate, dices estupideces! —Enojado y avergonzado Ciel le gritaba, sabiendo a que se refería y no quería que lo insinuara.

—Owww ya llegó a esa edad de preocuparse por su aspecto físico— emocionada ella hablaba pellizcando sus mejillas con ternura — Pero no es como que debería preocuparse

—Pero no es como que debería preocuparse demasiado por eso, su genética lo respalda, ya que su padre era un hombre muy sensual con un cuerpo exquisito y buen trasero.

—Ehhh Nina... No hable de esa manera de mi padre. —Avergonzado Ciel le regañaba viendo como ella se emocionaba al mencionarlo.

—Lo siento... Su padre era muy atractivo.

—No sé de que se sorprende joven amo esta mujer es así de vulgar siempre.

—Cállate señor estirado y sigue en el manoseo con tu novio libidinoso.

—Ahhh no se peleen, si ya terminaste con las medidas puedes trabajar entonces Nina. —Le ordenaba el conde.

La mujer con mala cara miraba al mayordomo sin discutir más se disponía a trabajar sacando a todos de la habitación.

—Vuelvan cuando los llame. —Diciendo eso lanzaba la puerta y se encerraba a trabajar.

—Bueno... Seguiré en mis asuntos y ustedes en los suyos... —En un tono un poco pervertido el conde les hablaba.

—No vamos a tener sexo... —Aclaraba el demonio un poco apenado, Bard solo desviaba la mirada porque minutos antes cuando lo tenía abrazado ya se estaba excitando y ya todos al parecer lo habían notado.

—¿No? —Murmuraba Bard con una sonrisa nerviosa.

—¿Tú no te cansas?

—Contigo es imposible... Me encantas...

—Aunque seas muy lindo no me dejaré seducir, me duele el trasero. —Un poco sonrojado haciendo una especie de puchero el demonio le refutaba.

—Ehhh hay un menor escuchando su pervertida conversación.— Ciel les advertía junto con una pequeña tos para que lo notaran.

Ese demonio... Tendrá un bebéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora