Reproches

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Los dos siguieron discutiendo hasta que llegaron a la habitación del conde, este que en un suspiro se recostaba pesadamente en la cama tocándose el vientre.

—Seguramente ni me extrañaste... Murmuró en voz baja Ciel mirándolo de reojo, cuando se quedaron a solas pues pidieron a sus respectivas parejas que esperaran afuera hasta aclarar el asunto.

—Me tenías preocupado.

—Claro... Tan preocupado que ni fuiste a buscarme. —Algo resentido le reprochaba el joven mientras fruncía el ceño.

—Sabía que lo hacia con ese propósito por eso no lo busqué, nadie mejor que yo conoce sus manipulaciones.

Con fingida seriedad el mayordomo hablaba a la vez que se le acercaba notando ese puchero que hacia su amo cual niño resentido y berrinchudo, pero después de todo era un niño todavía pensaba con burla. Atrevidamente se recostó a su lado sin pretender que haya contacto físico solo necesitaba recostarse así mantenían distancia aunque era escasa.

—No me haga esto joven amo, el preocuparme de esta manera. Debo decirle que aunque mis efectos no corresponden de la misma manera a los que usted siente por mi, tengo un cariño muy especial y sincero hacia su pequeña persona.

Confesando aquello se recostaba de lado para verlo mejor, notando como su amo se sonrojaba ante sus palabras.

—Tenías que enfatizar lo de pequeña persona.

—Es pequeño... Y así pequeño lo quiero joven amo, no solo por esa deliciosa alma que me atrajo a usted en un principio, sino que debo confesar que para ser un humano es bastante especial para mi. —La mirada se le tornaba un poco llorosa al decirle aquello.

—¿Vas a llorar por eso? —En una risita el joven le cuestionaba disimulando la emoción que sentía ante sus aparentes sinceras palabras.

—Ando sensible y tengo hambre... Estos bebés corrompen mi naturaleza malvada al convertirme en un manojo de estúpidas emociones humanas, así que no se burle.

—¿Hambre? Entonces tal vez solo me dijiste esas cosas lindas para comerme.

—No... En realidad no tengo hambre demoníaca es hambre humana, de comer sus alimentos y debo hacer otra confesión; en su ausencia me comí todos los dulces que le tenía preparado para estos días

—¿Te comiste mis postres?

—Debe agradecer que es ese tipo de hambre porque de lo contrario ahorita me lo estuviera comiendo. —Animado le decía— Pero seguramente ya Anthony se lo comió a usted ¿No?

Con una mirada entre perversa y recelosa le insinuaba.

—No tuvimos sexo si eso insinúas, estuvimos todo el día en su casa y la pasé dormido, Soma me tenía harto, no me dejaba dormir por andarme acariciando el vientre para sentir al bebé. Tenía que irme... A ellos les ordené que se queden en la residencia de Londres y me hicieron caso tal vez por miedo

—Lo imaginé pero al menos hubiera dejado una nota fue molesto llegar y no encontrarte, no sabes como me preocupé, pensando que tal vez Anthony te haría daño todo el día aunque estaba comiendo no dejaba de estar atento a que el sello me avisara que estabas en peligro. —Le hablaba el demonio notando como su amo cerraba sus ojos quedándose dormido tal vez uno de los efectos en su embarazo sería el dormir para dar la energía necesaria al bebé que crecía dentro suyo.

—Sebastian... —Entre dormido lo llamaba.

—Dígame joven amo.

—Ya que estás aquí podré dormir tranquilo, quédate a mi lado hasta que me duerma.

Ese demonio... Tendrá un bebéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora