Enfrentamiento

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Los demonios cruzaban mirada entre si, Sebastian con recelo dudaba sin reparo de sus buenas intenciones pero sabía también que no podía iniciar una discusión que terminara en una pelea infernal estando la mansión llena de invitados.

—¿Por qué me miras así Sebastian? No me dirás que estás celoso porque por lo que Ciel me contó te acabas de casar. ¿No? —Un poco sarcástico este le hablaba.

—Claro que no es eso... Sabes muy bien por qué te miro así.

Sebastian volteó a ver a su amo para que dijera algo pero el solo esquivaba su mirada a la vez que apartaba la mano del demonio que lo acariciaba con ese paño humedecido.

—Joven amo... Yo no soy quien para meterme en sus asuntos pero no debería confiar tan rápido en alguien que le causó tanto pesar, que lo abandonó sin dar explicación alguna y ahora regresa como si nada.

Un poco molesto el demonio le hablaba al notar su actitud arrogante pero si así lo había decidido su amo no podía refutarle y menos hablarle de manera más confiada como lo hacían últimamente cuando Anthony estaba presente, entonces un incómodo silencio invadió la habitación por unos largos segundos.

—No te enojes Sebastian, no queremos arruinar tu gran día.

—¡No hables también en nombre del joven amo! —Enojado le gritaba mientras caminaba a la puerta— Como ya tiene quien lo cuide iré a terminar mis asuntos. Con su permiso.

Al decir lo último que iba directo al conde salía de la habitación con enojo, tirando la puerta dejando a la pareja solos en la cama.

—Creo que se enojó...

—No me digas, idiota. —Murmuró Ciel con evidente sarcasmo apartándose de él— Ahora vete que quiero dormir.

—¿Puedo quedarme a dormir a tu lado?

—No... Tenemos un trato ¿Ya lo olvidaste?

—No lo olvidé mi hermoso Ciel, voy a ganarme tu perdón y hacer que esos bellos ojos me miren con amor como antes. —Le decía Anthony mientras se levantaba de la cama al ser empujado toscamente por el conde que al parecer hablaba en serio. —Si no te molesta me sentaré en el sillón de allá a leer un poco.

El joven no negó su petición así que veía como sumiso este demonio se sentaba en el sillón obedeciéndolo, entonces acomodándose también en la cama se disponía a dormir pero no podía evitar pensar en lo que estaba haciendo y comprendía muy bien el enojo y la desconfianza de Sebastian, estaba consciente que su fiel mayordomo solo quería protegerlo de que lo lastimaran de nuevo.

—¿Qué sucede Sebastian? —Cuestionaba Bard extrañado al verlo malhumorado en la cocina mientras se desquitaba con los utensilios que encontraba a su paso— Que malo eres al dejarme pasar la vergüenza solo, apenas pude escaparme.

Este le decía con su típica sonrisa despreocupada acercándose a paso lento deseando no resultar golpeado en el intento.

—Ese idiota de Anthony... —Furioso el demonio trataba de desahogarse pero estaba tan enfadado que no podía siquiera formar una oración coherente— Pero más idiota es el joven amo.

Se desahogaba un poco mientras la mirada se le tornaba llorosa, haciendo que se enfureciera más consigo mismo por sentirse tan sensible, ya preocupado el rubio se le acercaba para abrazarlo y tratar de calmarlo.

—No entiendo que sucede pero cálmate, que te pongas así no es bueno para los bebés — Tocando su vientre notaba como estos se movían un poco alterados— Cálmense todos... Que me van a alterar a mi también.

Eran las palabras casi a manera de ruego por parte de Bard que lo abrazaba dulcemente apegándose a su cuerpo para calmar a todos.

—Odio cuando tratas de ser más sensato que yo. —Un poco más calmado le hablaba en medio de un suspiro el demonio sintiendo ese reconfortante abrazo— Y eso que estás ebrio, lo odio más.

—Se me quitó lo ebrio hace rato, creo que fue cuando me lanzaste como carnada frente a todos y huiste ¿Lo recuerdas? Ahí se me pasó... —Le reprochaba sutil con una sonrisa.

El demonio suspiraba mientras lo miraba fijamente no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa por su travesura anterior pero recordando lo de antes hacia un puchero resentido a la vez que desviaba la mirada.

—¿Qué te hizo el joven amo?

Sebastian suspiró antes de contarle en unas cuantas líneas lo acontecido minutos atrás con el pequeño conde en su habitación.

—¿Y lo dejaste solo con ese idiota?

—No iba a quedarme ahí, tenía tantas ganas de golpearlo.

—¿A Anthony o al joven amo?

—A Anthony obviamente pero quizás un par de bofetadas al joven amo no estarían de más. ¿Cómo puede recibirlo así nomas luego de lo que le hizo? —Se desahogaba en palabras el demonio que con un gesto molesto hablaba, su ahora esposo no lo soltaba de ese abrazo y solo dejaría que hablara— Nosotros fuimos testigos de sus lágrimas, de lo triste que estaba y sabes... Lo que más me enoja es ver la actitud del joven amo, dándole todo el consentimiento de hacer lo que quiera solo porque es el padre de su hijo, los humanos son unos idiotas.

—Me ofendes... —Con una risita el rubio le susurraba.

—Tu eres un idiota en otro sentido.

—Me ofendes menos... —Con fingido resentimiento resentimiento le decía. —Y si quizás Anthony lo tiene amenazado o algo así y ahora tu lo dejaste a solas con él. Los demonios son unos malvados.

—Ahora me ofendes a mi.

—Tu eres malvado en otro sentido.

—Pero tienes razón él pudo haberlo amenazado. —Se quedó un tanto pensativo Sebastian pues en parte su esposo tenía razón los demonios no tenían escrúpulos a veces— Oye... ¿El matrimonio te ha convertido en un hombre más sensato o qué?

—Siempre lo soy, solo que ahora debo tomarme más en serio mi nuevo rol de esposo y futuro padre de trillizos.

—Si es que estos bebés no se comen dentro mío y solo nace uno o quizás ninguno.

Ante esa repentina aclaración Bard palideció un poco empezando a sollozar.

—¿Ellos se pueden comer entre si? Mis bebés...

—Era broma... —Murmuró Sebastian con una perversa sonrisa al verlo sufrir.

—¡No juegues con eso Sebastian... Es cruel!

En un refunfuño el rubio decía, ante ese reclamo Sebastian se abalanzó encima suyo para arrimarlo a uno de los mesones con un poco de fuerza.

—Es muy sensual cuando te preocupas por nosotros además necesito desfogar mis ganas de matar en ti, matándote de placer.

—Ehhh Sebastian, sabes que me encanta tener sexo en la cocina y no anhelo más que me mates de esa forma pero ahora no es el momento, debemos ir con el joven amo podría estar en peligro.

—Lo sé... Pero hiciste que se me parará y me toca a mi. —Excitado el demonio se restregaba sensualmente a su cuerpo mientras se bajaba el cierre del pantalón, el rubio se sonrojó un poco al sentirlo.

A veces no entendía a su demonio y sus repentinos cambios de humor, hace unos minutos casi lloraba de coraje y ahora estaba sonrojado por la excitación. Estaban a punto de concretar esa fugaz entrega cuando la campanilla del llamado del joven amo resonaba insistentemente.

—Te lo dije... —Murmuraba Bard notando como su demonio casi desapareció delante suyo, saliendo también de la cocina con prisa se dirigía junto a él a la habitación del conde— ¿Qué habrá pasado? Espero no le haya hecho algo.

Era la preocupación del rubio por el pasillo, pues esto también podía influir en Sebastian y los bebés, por un momento pensó lo peor porque sabía que no todos los demonios eran como su amado esposo.

Ese demonio... Tendrá un bebéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora