Pecho

226 19 8
                                    

Sebastian permanecía encerrado en su habitación, en la cama cubierto con las sabanas pasó todas las horas por más de dos días, ya ni siquiera Bard insistía en querer animarlo porque a cambio solo recibía malos tratos de su malhumorado esposo.

—Joven amo, digale a Sebastian que salga de esa depresión sólo a usted le haría caso porque a mi no quiere ni oírme —Era casi el ruego del rubio cocinero a quien le preocupaba la situación de su demonio mientras en sus brazos llevaba a uno de sus vástagos.

—Bard... Tú lo has dicho, bien podría ordenárselo pero la empatia entre embarazados me lo prohibe. —Le respondía muy tranquilo el conde estando en su cama descansaba observaba a la hermosa niña en los brazos del cocinero.— Además que se tome unos días no está mal tiene que asimilar todo este proceso de maternidad, yo más que nadie lo comprendo así que lo siento no le ordenaré nada por ahora al respecto. Le daremos una semana ¿Si?

—Pero lo extraño... Llevo días sin hablarle, besarlo o abrazarlo. —Sollozaba el rubio acercándose a su amo quien solo desviaba la mirada ante su melodrama, entonces la pequeña que estaba tranquila también comenzó a llorar —Por lo menos hable con él para saber qué le sucede, si no quiere a los bebés, si ya no me quiere a mi.

—Ustedes dos dejen de lloriquear me hacen doler la cabeza.

—Lo siento joven amo. —Se disculpaba el rubio que se calmaba a la vez que mecía a su bebé para calmarla también— Ya pequeña Sebastiancita, no llores.

—¿Sebastiancita?

—Es que se parece a Sebastian ¿No cree? Es bien hermosa mi hija...

—Si no lo dudo es muy linda pero ¿No puedes pensar un nombre mejor para tu hija?

—Ah no, joven amo... Son nombres provisionales hasta que Sebastian se sienta mejor y me ayude a ponerles nombres bonitos. El otro niño pelinegro le llamo Sebastiancito y...

—Y el que se parece a ti supongo que es Bardito —Burlón el conde dijo, el rubio con una gran sonrisa asentía con su cabeza afirmando su suposición.

—Mire es hermosa —Muy orgulloso Bard le mostraba más de cerca a su hija que ya tranquila movía sus manitos al joven que sonrojado le miraba, acercando también su mano tomaba con la suya una de esas tan pequeñas manitos.

—Es realmente muy linda, es como un Sebastian muy pequeño pero inocente, no todo diabólico como él.

Ambos sonrieron mirándola mientras Ciel jugaba con los deditos de la niña que no dejaba de sonreír.

—Joven amo... He pensado que si su bebé es niño podría casarse con mi hija después. ¿No le parece buena idea?

—Ehh ¿Qué dices? Es muy pronto para eso ¿No crees? Además quien sabe si mi hijo salga homosexual igual que casi todos en esta mansión —Se burlaba el conde ahora acariciando su vientre.

—Bueno si es niño y sale gay pues tengo dos hijos más que podrían interesarle.

—Idiota... —Murmuró con una risilla divertida el conde.

—Si mi hijo se parece a mi quizás le guste el que se parece a Sebastian.

Bard desvío la mirada ante esa insinuación ya había olvidado que su joven amo estaba atraído a su esposo pero en lugar de llenarle de celos como antes, le llenaba de ternura.

—No debí decir eso... —Susurró apenado Ciel no sabiendo donde esconder su cara de vergüenza.

—Descuide joven amo... No debe apenarse. ¿Qué tal si le doy a mi Sebastiancito como esposo cuando crezca un poco? Solo tendría que esperar unos años. Cuando usted tenga treinta años y mi hijo sea un adolescente podrán casarse.

Ese demonio... Tendrá un bebéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora