Confesión

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Bard en la cocina era regañado por sus compañeros ante su actitud poco sensible al mayordomo pero este terco se negaba a aceptar la culpa. Los demás parecían morderse la lengua por darle la noticia del embarazo tal vez eso calmaría la tensión entre los dos sin embargo debían respetar la decisión de Sebastian por no decirle.

—¡El tiene la culpa! —Mascullaba entre dientes el cocinero cruzado de brazos— Anda raro conmigo y parece que solo está feliz si es con el joven amo, ustedes mismo lo vieron ayer...

Todos lo miraban atentos ya que sabían porque la actitud cambiante de Sebastian hacia él pero no dirían nada.

—Bueno... Es su joven amo como mayordomo debe atenderlo, ni modo que lo trate mal sino qué le haría hacer al pobre Señor Sebastian —con actitud reflexiva hablaba Finny.

—No sé por qué se ponen de su lado, será porque ustedes también adoran al joven amo y como yo no soy tan lindo como él me hacen a un lado, al igual que Sebastian.

—Añade a eso que estás viejo y muy terco. —Murmuraba Meyrin con una sonrisa para molestarlo.

—Lo sé... —Con tristeza Bard murmuraba y salía también de la cocina todo resentido.

—¡Vaya que sensibles son los hombres a veces! —Exclamaba Meyrin con un tono burlón— ¿Ustedes también se pondrán sensibles?

Les replicaba al resto de sus compañeros que le miraban, estos negaban con la cabeza.

—Jo jo jo... Yo si porque Sebastian dijo que me quería pero en forma irónica. —Algo lloroso Tanaka bebía de su té.

—Ehhh Señor Tanaka deje de decir cosas tan raras. —Apenada la mujer le reprendía— deberíamos planear algo para que ellos dejen de pelear.

—¿Y ahora qué sucede? —Cuestionaba el conde cuando vio que su ahora susceptible mayordomo estaba en un sillón de su despacho hecho bolita.

—Ignóreme, solo quería un lugar donde Bard no me encuentre. Seguro el no vendrá aquí.

—¿Se pelearon?

—Si... Y es su culpa.

—¿Mi culpa? ¿Yo qué hice?

Replicaba molesto el conde ante tal acusación, ahora si no se sentia responsable de hacer algo malo al menos no a propósito pensaba.

—Es que Bard piensa que usted y yo tenemos algo... Y no lo culpo porque sé que usted me ama y no lo puede disimular.

—¡Yo no te amo... Idiota presumido! Deja de decir cosas así. —Molesto y avergonzado le regañaba.

—Ya nadie me quiere... —Sollozaba el demonio, Ciel se acercaba a golpearlo pero al verlo tan vulnerable lo consolaba con una sutil caricia de su cuchara de postre en su cabeza.

—Gracias por su apoyo joven amo, aunque me acaricie con la cuchara, aprecio su consuelo. —Algo conmovido el demonio le hablaba.

Cuando de pronto oyeron que alguien empujaba la puerta y entraba a la fuerza encontrándolos en la supuesta "comprometedora" escena.

—¡Así quería encontrarlos...! —Gritaba enojado el cocinero mientras amo y mayordomo se miraron entre si.

—¡No entres así a mi despacho!

—Bard... —Murmuraba algo apenado el demonio pero de alguna forma esa manifestación de celos y posesión le emocionaba.

—¡Usted no tiene derecho a quitarme a mi Sebastian! —Altanero el cocinero se acercaba al conde que le miraba mal.

Ese demonio... Tendrá un bebéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora