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1   Y que me conoce, no lo sé...

Hoy regreso a España después de mucho tiempo, acompañada de mi madre. Si hubiera sido por mí, me habría quedado más tiempo en Alemania, pero mi madre insistió en que teníamos que venir a Barcelona por temas de trabajo, aunque lo veo más como una excusa. Se creen que no me he dado cuenta de que mi padre le ha sido infiel con una mujer de su anterior trabajo, además de los problemas ya de antes en el que está metido, y por eso mismo hemos vuelto a España.

—Hija, El Raval es un barrio peligroso. Te aconsejo que no salgas mucho —Me advierte nada más entrar a la casa, la cual se nota que es muy añeja, algo abandonada. Ya tendrá sus años.

—Mamá, sé y puedo defenderme bien —Respondo, poniendo los ojos en blanco. Ella ya sabe cómo soy, pero siempre tiene que avisarme y preocuparse de más. No me gusta cuando me trata como si fuera tonta; yo sé perfectamente lo que tengo que hacer, ya soy mayor de edad. No es que le tenga desprecio, pero cada día está con lo mismo y cansa.

—Lo digo por tu bien, ¿vale? No seas una malagradecida como tu padre —Me sonríe, con una pizca de inocencia.

—Estoy harta de ti, ¿sabes? Mejor me habría quedado con mi padre para no tener que verte a la cara todos los malditos días —Alzo la voz, marchándome a la habitación que me pertenece, dando por terminada la conversación con un portazo.

Miro los alrededores del cuarto; hay muchas telarañas por cada esquina. La señora que cuidaba nuestro piso falleció hace dos años y unos meses, y es lástima, era muy buena persona.

Coloqué toda mi ropa en mi armario, pero primero obviamente limpié todo bien afondo, ya que era un asco.

—Nahara.—Sin aviso previo, mi madre entra a la habitación sin permiso.

—No entres a mi habitación sin tocar antes.—Reclamé, sin mirarla.

—Perdóname por lo de antes, tal vez debería comprenderte un poco más. Hemos pasado por situaciones complicadas.

Frunzo el ceño.

—No pidas perdón, lo único que debes hacer es dejar de manipularme, cómo si todavía fuera una niña. Yo ya no me creo esas mierdas.—Me dejo caer en la cama, derrotada por completo.

Dejando de lado esta absurda discusión, por una parte estoy satisfecha con el trabajo que hice, está todo mi cuarto ordenado y limpio.

—Te has vuelto muy rebelde desde que nos fuimos a Alemania, estás can cambiada. Eras una niña tan buena.—Se cruza de brazos, con autoridad.—Parece que estás pasando por un momento algo difícil y... Quiero saber si te sientes mal, ¿tienes algún problema? Podemos hablarlo.

Me río con sarcasmo. ¿Acaba de decir que estoy mal de la cabeza?

—¿Depresiva?—Niego con la cabeza, riéndome.

—Pues sí, parece que vienes de un maldito funeral. Mira esas ojeras, Nahara, tienes que descansar.

—Es mi vida y no tienes porqué meterte ya en mis asuntos. Soy bastante mayor cómo para que todavía vayas detrás de mí, ¿no crees? Cuando sea me largaré a vivir en mi propia casa en paz.

Asiente con la cabeza varias veces, se le ve ofendida.

—Mejor voy a salir un rato, no aguanto estar más tiempo contigo.—Agarro mi móvil, que está en la mesita, y apago las luces.

—No salgas, es peligroso. Espera a que se calmen las aguas.—La miro de reojo y cierro la puerta detrás de mí.

Salgo del piso. Hace frío así que me abrazo a mi misma, ¿Por qué mierda no agarre una sudadera?

¿Fue una mala idea? Tal vez, pero prefiero seguir teniendo cordura antes que seguir hablando con esa mujer.

En todas las calles siento el aroma a droga, ¿de dónde vendrá? Este barrio tiene una reputación algo complicada.

Me fijo que un grupo de chicos no deja de mirarme de arriba a abajo desde lejos, cómo si fuera una presa a la cual cazar. Les saco el dedo del medio para ofenderles, y me fui a un banco para sentarme, un poco lejos de todo ese montón de gente.

—Vaya, nunca te había visto por aquí.—Una voz cerca de mi oído me ha hecho estremecer.

Me giro para ver de quién se trata, y es un chico del grupo que nombré anteriormente. Es de altura media, me saca unos cuantos centímetros. Tiene el pelo negro decorado con rizos  cuidados a la perfección. Sus ojos son verdes oscuros, y de tono de piel es morenito. Su ropa consiste de varias marcas conocidas.

—Será porque acabo de venir de un largo viaje. Siendo sincera, no sé qué mierda hago contándote mi vida, tampoco te conozco.—Me levanto, quedando enfrente suya, solo nos separaba el banco, que está en medio de nosotros.
Se apoya en el.

—¿Cómo te llamas?—Eleva una ceja.—¿Quién eres?

—No te debería importar.—Tras yo decir aquellas palabras, rodea rápidamente el asiento y se acerca a mí.

Su mano, con fuerza, aprieta mi cuello, costándome tragar.

—A mí no me hables así o acabarás muy mal.—Me amenaza con un tono espeluznante, pero no lo suficiente como para intimidarme.

Relamo mis labios. Esta situación me parece bastante graciosa.

—¿Y tú sí puedes tratarme así? Mira que no te he hecho nada.—Pongo cara de ofendida, cuando claramente no lo estoy, es más, me estoy divirtiendo.

Sonríe de lado y se acerca su cara más a la mía.

—Me llamo John, encantado, ¿y tú?—Noto una pizca de burla en su voz.

Su mano aprieta más mi cuello, impidiendo que respirara bien. Ahora sí me pongo en alerta.

—Me llamo tu puta madre.—Respondí con falta de aire. Saco la navaja que traía en el bolsillo rápido y se lo clavé en un costado de su cuerpo.

Por el impacto y el dolor, me deja libre de su apretón. Corrí sin ningún rumbo, mirándole de reojo, escuchando sus gemidos e jadeos de dolor mientras me maldice.

CAOS ☆ Beny JrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora