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42 Si alguno a ella le tira puede que en su mismo barrio yo me plante...

El sonido del disparo resuena en mis oídos, despertándome abruptamente. Abro los ojos de golpe, como si me hubiera lanzado desde un precipicio. Me remuevo incómoda en la cama, tratando de comprender la situación.

—Nahara— la voz de mi madre interrumpe mis pensamientos. Está sentada al borde de la cama, con una expresión de profunda preocupación en su rostro. Se acerca a mí y me envuelve en un abrazo cálido.

¿Esto es otro sueño?

—¿Mamá? ¿Estás bien?— pregunto, aceptando su abrazo sin rechistar, aunque una sensación de incomodidad me invade.

—¿Por qué no lo estaría?— responde, pero su tono delata su inquietud—. Aunque eso debería preguntártelo a ti. Te has desmayado, y ha pasado tanto tiempo que ya no puede ser un simple desmayo.

Me suelto del abrazo, sintiendo que la tensión entre nosotras aumenta. ¿Me he desmayado realmente? La experiencia del sueño había sido tan vívida que parecía imposible que fuera solo eso.

—Oh— fue lo único que pude articular, mientras el silencio comenza a llenar la habitación, un silencio que se siente más incómodo a cada segundo.

Miro a mi alrededor y noto que me encuentro en la habitación de Beny. Él está apoyado en su armario, con los brazos cruzados, observándome con atención. La atmósfera es densa, como si el aire estuviera cargado de expectativas.

Me levanto de la cama, un movimiento que atrajo la atención de ambos.

—¿Adónde vas?— pregunta Beny, acercándose a mí. Sus manos rozaron mis caderas, pero me aparto de inmediato.

—Apártate de mí— dije, empujándolo levemente, pero con firmeza.

Me pregunto por qué me afecta tanto lo que había dicho en aquel sueño. Si es que se puede llamar sueño a lo que había sucedido en mi mente. Es como si alguna parte de mí intentara advertirme que debo alejarme de este lugar, no preocupar a nadie y, mucho menos, arrastrarlos a mis problemas. ¿Era eso lo que querían de mí?

Pensamientos confusos comenzaron a invadir mi mente. Tal vez estoy alimentando mis propias paranoias. Necesito un cambio, un nuevo aire. Todo esto me está afectando más de lo que deseo admitir.

—Nahara, escúchame— la voz de mi madre me saca de mis pensamientos. No me he dado cuenta de que he quedado paralizada en medio de la habitación, atrapada en un laberinto de reflexiones.

Me giro hacia ella, sintiendo cómo su preocupación me atraviesa.

—Deberías ir con un psicólogo— sugiere, su mirada seria.

¿Estamos de broma? ¿Qué demonios les pasa? Solo quiero que dejen de preocuparse por mí.

—No— respondo con firmeza, negando rotundamente su propuesta.

—Tus comportamientos no son normales— su voz era suave, pero firme, y eso solo intensifica mi frustración.

—Me estás llamando enferma en toda la cara— replico, mirando al techo mientras suelto un largo suspiro. La tensión en mi pecho crece.

—Tu madre tiene razón, Nahara— la voz grave de Beny resuena en la habitación, llenándome de irritación.

—Mejor tú cierra la maldita boca— dije, dando unos pasos atrás, dándome cuenta de que he estado demasiado cerca de él.

Beny asiente varias veces, una reacción que solo me molesta más.

—Me han contado todo sobre ti— dijo, apretando la mandíbula—. Te ayudaría...

—Pero no vas a hacerlo porque no lo necesito, y menos tú podrías ayudarme.

—Dime qué quieres hacer, entonces— se acerca lentamente, manteniendo un tono de voz neutral, aunque podía percibir la tensión contenida en sus palabras.

—Irme de aquí— respondo con resolución.

Mi madre y Beny intercambian miradas, como si estuvieran comunicándose en un idioma que yo no entiendo. Es evidente que tienen un plan, y no puedo evitar pensar que todo se trata de deshacerse de mí. ¿Acaso eso era lo que querían? La ansiedad me invade.

—Nos iremos juntos— dice mi madre, como si eso fuera a calmar mis temores.

Me parece una broma de mal gusto.

—Tu trato no lo veo del todo claro— la miro desafiantemente.

—¿No confías en mí después de todo lo que hemos pasado?— su voz tiembla ligeramente, pero no cedo.

—¿Después de qué?— me cruzo de brazos, sintiendo cómo mi corazón late con fuerza.

Ese comentario se repite en mi cabeza, y me sorprende lo mucho que me ha dolido.

Ella menea la cabeza, tratando de encontrar las palabras adecuadas.

—Mañana nos iremos adonde tú decidas ir.

—Yo contigo no voy a ningún lado— intento sonar distante, pero sé que eso no ayudaría a mi causa.

—Nahara, no compliques más las cosas— dijo mi madre, su voz se vuelve más urgente.

Decido ignorarla, sintiendo cómo la frustración se acumula en mi pecho.

—Cara bonita, pero eres un completo maleducado— murmuro, mirando hacia otro lado.

—¿Qué has dicho?— pregunta Beny, su tono desafiante me ha hecho sentir atrapada.

Ruedo los ojos, sabiendo que la situación no va a mejorar.

—Me largo yo sola— dije, con una determinación que apenas puedo sostener.

La tensión en la habitación se vuelve palpable, y me pregunto si alguna vez podría liberarme de este enredo que me mantiene  cautiva.

CAOS ☆ Beny JrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora