40

1.2K 34 0
                                    

40 Le gusta que sea maleante...

Mi móvil suena, notificándome que alguien me está llamando. En la pantalla, el nombre de Havana brilla con intensidad, y una punzada de preocupación atraviesa mi pecho.

—¿Qué pasa?— pregunto, llevando el teléfono a mi oído. Espero que no haya pasado nada grave.

—Beny, creo que Nahara está mal de la cabeza. Necesita un psicólogo urgente— su voz transmite una urgencia que me inquieta.

—¿A qué viene eso ahora?— mi tono es directo, incluso un poco brusco—. Mira, te tengo que colgar, porque estamos a nada de llegar.

—No, no cuelgues— habla rápidamente, como si las palabras se atropellaran en su mente—. Le ha dado un ataque de... de algo, no lo sé, pero está muy mal, Beny. Cuando vengáis, por favor, ayúdala.

—Eso intentaré— respondo, bajando la voz involuntariamente, consciente de la gravedad de la situación—. Por favor, cuídala, relájala.

Justo en ese momento, John aclara la garganta, llamando mi atención.

—Te tengo que colgar— digo, sintiendo que el peso de la preocupación se acumula en mi pecho.

Vuelvo a guardar mi móvil en el bolsillo, con una mezcla de inquietud y determinación. Mi mente corre en mil direcciones mientras miro a mi alrededor, buscando una señal de lo que está por venir.

—Beny, mira— mi mirada se posa sobre Gerardo, que camina sin preocupación por la calle, ajeno a lo que está a punto de suceder.
Le llamo la atención, intentando atraer su mirada.

—Beny, qué sorpresa verte por aquí— dice, con una expresión que mezcla sorpresa y desdén.

En un instante, John y Lukas se mueven con rapidez, atacando a Gerardo por detrás. La navaja va directo a su cuello, y el brillo del metal resplandece bajo la luz de la luna.

—Supongo que sabes a qué viene todo esto— sonrío de lado, sintiendo una mezcla de adrenalina y malicia.

—¿Qué dices? No tengo ni idea, Beny— responde Gerardo, con la voz temblorosa. Al pronunciar esas palabras, John presiona más la navaja contra su cuello, rozándole la tiroides, y Lukas le patea las piernas, haciendo que se tambalee.

Gerardo comienza a toser, jadeando de dolor, la situación rápidamente se vuelve peligrosa.

—Mira, esa tal Nahara está fatal de la cabeza-intenta zafarse, pero su esfuerzo es en vano.

La presión de la navaja es constante, y el miedo se apodera de su mirada.

—¿Y?— pregunto, sintiendo que cada palabra cuenta en este momento.

—Se está creando falsas escenas en su cabeza. No le creas nada, es experta manipulando. Te come la cabeza para que todo sea como ella quiere-sus palabras me golpean, y mi mente comienza a encajar las piezas de este rompecabezas complicado.

Entonces, ¿Nahara se hace la víctima para manipular a todos a su alrededor? La idea me resulta perturbadora.

No, me estoy liando. Nahara no sería capaz de eso... ¿no? ¿No es así? La confusión me asalta, y me encuentro en un mar de dudas.

—Por ahí no va el tiro. Necesito a su madre de vuelta sana y salva, por eso sé que tú te la has llevado— mi voz se endurece, obligándome a concentrarme en el objetivo.

—¿No te interesa todo lo que te tengo que contar sobre esa bestia?— su sonrisa es desafiante, una mezcla de desprecio y burla—. Estás atrapado en su mente, Beny. No sabes en lo que te estás metiendo.

Las palabras de Gerardo retumban en mi cabeza, sembrando la duda en mi corazón. Las cosas no son tan simples como parecen, y la verdad puede ser más oscura de lo que imaginaba.

La angustia de saber que Nahara podría estar sufriendo me impulsa a actuar. No puedo dejar que las manipulaciones de alguien como Gerardo me desvien de mi camino. La búsqueda de su madre es primordial, y no voy a permitir que nada me detenga.

—Si tienes información sobre ella, dimela ahora— exijo, manteniendo la calma exterior a pesar del tumulto interno. La tensión en el aire es palpable, y sé que cada segundo cuenta.

—Está bien— dice, su tono cambia ligeramente, como si comenzara a considerar las implicaciones de sus palabras—. Pero lo que tengo que decirte puede no gustarte. Nahara no es quien crees que es.

—Eso lo decidiré yo— respondo, sintiendo que la conversación está tomando un giro inesperado.

La lealtad que sentía hacia ella se tambalea, y la preocupación por su estado mental se mezcla con la desconfianza que comienza a florecer. No puedo dejar que las dudas me consuman, pero tampoco puedo ignorar las advertencias.

Mientras tanto, el tiempo sigue corriendo, y sé que la vida de su madre podría estar en juego. Si lo que Gerardo dice tiene alguna base, necesito encontrar una manera de desenredar esta situación antes de que sea demasiado tarde.

—¿Dónde está su madre?— exijo, tratando de mantener la presión sobre él.

—Eso es lo que tienes que averiguar— responde, con una sonrisa burlona—. Pero ten cuidado. Una vez que entres en su juego, puede que no encuentres la salida.

La amenaza es clara, y un escalofrio recorre mi espalda. Estoy a punto de enfrentarme a un laberinto de mentiras y manipulaciones, y solo espero salir de esto sin perderme a mí mismo.

CAOS ☆ Beny JrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora