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31 Dice que le gusto por no parecer aquel...

—Sois los dos muy dramáticos— dice Morad, ofreciéndome una lata de cerveza—. Tal para cual.

—¿Yo dramático? Intento tener paciencia con ella, pero me parece imposible— le doy un sorbo a la cerveza, sintiendo el frío del metal en mis manos.

—A lo mejor es feliz sin ti, y no lo digo a malas— ríe, pero yo no le veo la gracia. Su comentario me hiere más de lo que debería.

—No, yo sé que se puede, que quiere estar conmigo— digo convencido, aunque una parte de mí comienza a dudar. Tal vez debería convencerme a mí mismo antes de tratar de convencer a Morad.

—Dale su espacio, la cárcel le habrá afectado. Si ella no quiere, pues déjala. Cada quien seguirá con su vida. Ninguna herida sana sin dejar cicatriz— su tono es serio, casi paternal, y me resulta difícil aceptar sus palabras.

Quiero darle la razón, pero en este caso, no es posible.

No puedo dejarla sola con su padre todavía vivo. La idea de que él pueda hacerle daño me atormenta.

—Es una puta tortura— balanceo la cabeza, sintiendo la frustración crecer—. ¿Por qué no?

—¿Y por qué sí sabiendo que no es posible?— se cruza de brazos, convencido de tener toda la razón, como siempre.

—Porque los dos queremos, tal vez— mi declaración suena casi vacía, y me pregunto si realmente es verdad. Mhm...

—Beny, ya estás cansando con lo mismo cada día. Si yo fuera tú, dejaría a Idaira y le daría un respiro a Nahara. No le des más vueltas.

Poco después, empezamos a hablar sobre su padre. Sabemos que ya está en un estado relativamente estable, pero no puede moverse mucho, y eso podría complicar las cosas.

—Hay que hacer algo para pararlo— aprieto los puños, la rabia surgiendo en mi interior—. No voy a permitir que haga otra estupidez contra Nahara.

—Pero hazlo por ti, hermano— John aprieta mi hombro, como si pudiera transmitirme algo de su fortaleza.

—Hombre, John. Buenos días.

—Déjame, anoche me he dormido bastante tarde y estoy que no puedo— bufa, claramente aún cansado—. ¿De qué habláis?— roba la cerveza de Morad sin pedir permiso.

El último frunce el ceño, claramente molesto por el gesto.

—Sobre su princesita, que quiere rescatarla del malvado dragón.

—Vaya, ¿estamos hablando de la rubia teñida o de la ninja?— su tono es burlón y despreocupado. ¿Cómo pueden tomarse este tema como si fuera un cuento infantil?

—¿De qué coño hablas? No ves que es sagrada para él— replico, sintiendo cómo la frustración burbujea en mí.

—¿Acaso ninguno ha estado así por una chavala o qué cojones?— me levanto del sofá, incapaz de contenerme más. Me encierro en mi habitación, buscando un poco de paz.

Sólo ella me supo encender.

—Beny, Idaira está esperándote en la entrada. Ha llegado llena de sangre— John abre la puerta de mi habitación de golpe, pocos
minutos después de yo encerrarme.

—¿Qué cojones quiere?— no le doy importancia al hecho de que ha llegado ensangrentada, porque sé cuáles son sus intenciones, y porque siempre ha estado llena de líos.

—No lo sé, hermano. Pero se ve muy asustada.

Me levanto de inmediato, sintiendo una punzada de preocupación. Camino hacia donde ella se encuentra.

Puedo ver sus ojos llorosos, su pelo despeinado, varios golpes visibles en su pierna y su rostro marcado.

—Beny, Nahara no es como tú crees— su respiración se entrecorta mientras habla, y el miedo es evidente en su voz.

Ya empezamos.

—¿Por qué lo dices?

—Ella... ella ha sido quien me ha pegado. Mírame como estoy— eleva sus brazos, mostrando las evidencias de su sufrimiento—. Me amenaza con matarme si no me alejo de ti.

Sinceramente, no me trago sus palabras. Conozco mejor que nadie cómo es.

—Idaira— niego con la cabeza, sintiendo que no puedo aceptar lo que dice.

—¿Qué? ¿No me crees?

No.

—Claro, pero no hay nada que me lo asegure.

—Vamos, que no me crees— se da la vuelta, lista para marcharse, pero la sujeto del brazo con firmeza.

—Terminamos.

Su cabeza se gira lentamente hacia mí, mirándome con incredulidad. Su boca se entreabre, su pelo gira hacia un costado al girar, sus ojos brillan por las lágrimas acumuladas, y la sangre en sus labios parece un recordatorio de su dolor.

Asiente varias veces, como si intentara procesar la noticia.

—Me dejas por una estúpida que no sabe controlarse. Es una maldita bestia— una lágrima cae por su mejilla, incontrolable, evidenciando su sufrimiento—. Sois los dos el uno para el otro por lo que veo.

El sonido del portazo retumba por toda la casa, resonando como un eco de la decisión que acaba de tomar.

—Bueno, algo has hecho bien, aunque seguro Nahara ha sido capaz de dejarla así— se apoya John en mi hombro, haciendo una mueca.

—¿Tú crees?— nos quedamos mirando la puerta cerrada, ambos en silencio, atrapados en nuestros pensamientos.

—Supongamos que sí.

CAOS ☆ Beny JrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora