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2 ☆  Su forma de cómo camina me tiene ya loco...

—Ya, levántate. No me gusta que te quedes de vaga en la cama todo el día—Escucho reclamar mi madre.
Agh, odio eso.

—Todavía es muy temprano—Aún sigo algo adormilada, y no tengo ganas de hablarle ni siquiera.

—Son las once de la mañana—Eleva la voz, haciéndome fruncir el ceño.

Abro los ojos y le tiro una mirada de desagrado con mala cara.

—Que pesada eres, después me dices que porqué siempre estoy amargada—Me pongo mis pantuflas y me dirijo al lavabo, escuchando los reclamos de mi madre de fondo. Cierro la puerta y me miro a través espejo, recordando todo lo que pasó anoche. ¿Me arrepiento? Sí, puede ser, pero era por mi bien. Ni siquiera me conocía y intentaba matarme.

Me lavé la cara, para poder despertarme por completo. Hice mis necesidades, y tras un suspiro salí del baño.

—¿Puedes ir a hacer la compra?—Sus ojos me miraron con súplica. A veces es tan bipolar que me dan hartas ganas de que me atropelle un coche, como ahora mismo.

—Claro—Suspiré con agotamiento. Prefiero salir a la calle al menos aunque sea a hacer la compra, ya que apenas conozco gente de por aquí.

Le agarro con mala gana el trozo de papel escrito de sus dedos. Su delicada y bonita letra se hace notar.

—Toma, el dinero—Me da un billete de diez euros.

Sin que se diera cuenta, agarré mi adorada navaja de la mesita. Siempre hay que procurar ir bien protegida a la calle, y más por estos barrios. Una nunca sabe lo que le depara el futuro.

—Bien, no me reclames si tardo en venir—Mis palabras fueron secas, como el viento hoy, en pleno Otoño. Cierro dando un portazo, que seguramente habrá escuchado.

¿Me daba pena salir con el pijama puesto? Pues sí, bastante, pero ya no aguantaba a mi madre, y eso que me acababa de despertar.

Bajo rápido las escaleras, y al abrir la puerta del portal me encuentro a un chico mirándome con algo de miedo e inseguridad, con el temor de su mirada plasmado en sus ojos. Le sonrío de lado, pero eso al parecer le hizo sentir peor. ¿Acaso voy disfrazada de la niña del Exorcista o qué? Di unos cuantos pasos adelante sin dejar de mirarlo, hasta que choco con algo duro, al girar mi cabeza hacia esa dirección me di cuenta de que era el torso de un chico. Mierda, por ir distraída mirando a ese desconocido.

—¿Huh? Perdón—Mi mirada se fija en el chico que tengo enfrente: es alto, con una tez blanca pálida, su pelo es un tono rubio cobrizo dorado, lo cual hace llamar la atención de cualquiera, con ojos color miel y unos labrios lo suficientemente gruesos como para que alguna chica quiera besarle por horas. De algo recuerdo haberle visto.

—Vente conmigo. Más te vale que no se te ocurra gritar o rechistar—Me coge del brazo con tanta fuerza que seguro ya me ha dejado la marca de sus dedos.

—Va a ir tus muertos, porque yo no—Intento zafarme de su agarre, tirando mi brazo hacia la dirección opuesta de donde me coje con su mano, pero es imposible. Esta vez me ha salido mal la defensa.

Oh, mi navaja está en mi calcetín, no voy a llegar a cogerlo.

No hagamos esto por las malas, por favor. Tengo paciencia, pero no juegues con ella—Duramente, más que antes, me tira del brazo.

—Que me dejes ¿Quién mierda eres para tratarme así?—Intento zafarme de nuevo, haciendo todo lo posible, con todas mis fuerzas, aún así sin conseguir la victoria.

Parece que al fin y al cabo he agotado su paciencia. Me coge entre sus brazos, y cómo si fuese una pluma me aprieta contra él. Sus manos se pegan a mi cuerpo, y ya me dolía el muslo y mi brazo, pero no quería verme débil y llorar, cómo si eso vaya a arreglar algo. Las patadas que le doy parece no importarle, ni un solo quejido ha soltado, y mis insultos no creo que ponga su atención en escucharlos.

Después de que este tipo desconocido estuviera andando como por diez minutos, escuchando cada maldecida palabra que salían de mi boca, y pasando de mis intentos de avalancha contra él, habíamos llegado a un lugar bastante raro. Fijándome en los detalles, me encuentro con una puerta de metal, no tan ancha, pero lo suficiente para pasar una persona.

—¿Que mierda es esto? ¿A qué juegas?—Pregunto desconcertada mientras intento escapar otra vez de sus brazos, pero de nuevo ha sido en vano. Él no dice nada y entra por esa curiosa puerta conmigo aún pegada a su cuerpo.

Un olor un tanto extraño pero a la vez familiar inunda mis fosas nasales. Aquel olor me vuelve muy débil, estoy empezando a marearme, espero no perder la conciencia justo ahora.

Por estar tan metida en mis pensamientos, no he notado que me ha dejado sobre un colchón
en el suelo.

—Vamos, no te desmayes justo ahora—Me da unas palmadas en mi mejilla para no dejar que cierre los ojos y perderme.

—¿Dónde estoy? Joder, no soporto el olor—Me acomodo como sea en el colchón mugriento. No puedo ser tan estúpida como para dejar que me hayan traído aquí.

Analizo mi alrededor pero está todo vacío, sólo estaba el chico de pelo rubio cobrizo. Me sorprendo al ver que también está el chico que dejé herido anoche. Mi mirada directamente va a su lado, donde se sitúa otro chico mirándome fijamente. Su rostro refleja seriedad, pero en sus ojos noto un brillo extraño.

Oh Dios mío, todos estos parecen auténticos maniáticos.

Recuerdas quién soy, ¿verdad?—El chico herido de anoche, que si no mal recuerdo se llama John, se acerca a mí con dificultad por la herida que le provoqué anoche.

—Pues claro que sé quién eres, eres un estúpido, hijo de puta—Escupo sin pensarlo, sin saber lo que vendría a continuación.

Me da una patada en el estómago, haciendo que me retuerza del dolor. Aprieto mis dientes contra mi labio inferior con toda mi fuerza, evitando soltar un grito desagradable. No puedo más, me arde.

El chico que está a su lado le coge de los brazos e intenta calmarlo, pero aún así, John me mira con rabia. Poco después de haberlo controlado, el otro chico se agacha a mi altura.

—Llámame Beny—Conectamos nuestra mirada, aguantándola por más pesada que sea.

—¿Beny? Pues vaya, felicidades por llamarte así—Suelto en un tono desafiante, esas palabras realmente iba con sarcasmo.

Al escuchar su nombre salir de mi boca se estremeció, y parpadea varias veces, bajando la cabeza, cortando njestra pelea de miradas. ¿Qué le ocurre?

—Sí—Esa respuesta tan fría pero a la vez lo dijo tan deprimido que no supe diferenciarlo correctamente.

—Beny, ya déjala, ¿no ves que es una rara de mierda?—John me señala con su mano, ofendido, intentando culparme.

Me preocupaba más que me vieran con este pijama antes que estar aquí encerrada rodeada de esta gente, aunque parecen peligrosos... ¿Lo serán o sólo son unos niños idiotas?

CAOS ☆ Beny JrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora