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34 ☆ Solita a ella sí le gusta bailar...

Ha dejado a Idaira por mí. No me esperaba algo así en absoluto. La verdad es que la noticia me ha tomado por sorpresa, como un rayo que corta el cielo de una tarde tranquila. Aunque la situación me desconcierta, ahora siento que tengo la oportunidad de vengarme de ella usando a Beny. Es un pensamiento un tanto absurdo, lo sé, pero hay algo en el resentimiento que me empuja a actuar. Idaira siempre ha sido una espina en mi costado, una persona que me irrita profundamente y que, de alguna manera, ha logrado hacerme sentir inferior. La idea de que ella sufra, aunque sea un poco, me resulta tentadora y seductora.

Me quedo mirando la puerta cerrada que se encuentra justo enfrente de mí, reflexionando si debería entrar o simplemente esperar a que salga. La curiosidad me consume; me pregunto de qué estarán hablando, qué secretos se compartirán tras esa puerta. Cada segundo que pasa aumenta mi ansiedad.

De repente, la puerta se abre de golpe, como si alguien hubiera estado esperando ese momento para liberarse. Él me mira y me sonríe, y por un instante, siento que el mundo se detiene.

—Sé dónde está tu madre— me dice con una voz suave, mientras me abraza y acaricia mi pelo con ternura—. Nahara, ¿no estás feliz?

—¿Yo? Eh, sí— respondo, quedándome paralizada por unos segundos, como si una corriente eléctrica me recorriera.

La revelación de que mi madre podría estar viva me estremece. ¿Es posible? ¿De verdad está viva? Si eso es cierto, entonces ni mi padre ni nadie más la habrá matado. La idea es casi surrealista, una luz que se asoma entre las sombras de mis recuerdos.

Nos encontramos a milímetros de distancia, nuestros rostros casi tocándose. Puedo ver el brillo en sus ojos, un destello de esperanza que me envuelve en una mezcla de emociones contradictorias.

—Hemos conseguido que, al salir del hospital, tu padre vaya directo a la cárcel— me dice, su voz llena de emoción. Me causa ternura verlo tan ilusionado, tan ansioso por compartir esa buena noticia.

Sin embargo, yo no logro transmitir la misma felicidad. No me muevo, simplemente lo observo fijamente, tratando de procesar todo lo que me ha dicho.

—¿Nahara?— me llama, como si intentara sacar lo mejor de mí.

—Perdón, yo...

Eres estúpida, Nahara. ¿Ves todo lo que hace por ti? Y tú sigues pensando en hundirlo sin necesidad. Una voz en mi cabeza grita, recordándome que tengo la capacidad de hacer el bien, de no dejarme llevar por el rencor.

—Yo...

Te mereces lo peor. Pobre Beny, vas a hacerlo sufrir por una tontería. La culpa me envuelve, y no puedo evitarlo.

De repente, un pitido horrible comienza a resonar en mis oídos, un sonido que me resulta extremadamente molesto. Me tapo los oídos con las manos, deseando que este sufrimiento termine. Es un ruido insoportable que me aturde, que me hace querer gritar y escapar.

—¿Estás bien?— pregunta, mientras cada paso que da hacia mí, yo doy pasos hacia atrás, tratando de escapar de la realidad que me abruma.

—He recordado una cosa; luego me dices dónde está mi madre—sin más, salgo corriendo del hospital, sin ofrecerle explicaciones, como si el aire fresco de la calle pudiera purgar mis pensamientos.

Miro al edificio con lágrimas en los ojos.

¿Qué me está pasando? ¿Qué han sido esos pensamientos? Tal vez no valga la pena hacerle sufrir, pero una parte de mí clama a gritos que lo haga. Idaira es realmente una persona despreciable, alguien que desde entonces ha estado en mi camino, y ahora siento que tengo la oportunidad de devolverle un poco de lo que me ha hecho.

Cojo el otro móvil, dándole a pulsar al botón de llamar a mi contacto 'Daimon.'

—¿Qué hago ahora?— le pregunto en voz alta, después de contarle la situación, como si la respuesta pudiera fluir del aire.

—Hacerlo. Al fin y al cabo, tú no estás enamorada de él, y a ti no te va a doler— dice su voz, la cual se repite una y otra vez en mi cabeza, una voz que me recuerda que, en este juego, hay que ser fría y calculadora.

Daimon tal vez tenga razón, aunque la idea de actuar de esa manera me resulta cada vez más inquietante.

—No estará orgulloso de mí, del monstruo que he formado— murmuro, mientras pateo una piedra que se interpone en mi camino, como si eso pudiera liberar la tensión que siento.

—Pero tú deberías estarlo— dice, mientras intenta darme un empujón hacia la decisión correcta—. Piensa en ti y no en los demás, por favor. Por más egoísta que suene.

—Eso intento hacer— le contesto, sintiendo cómo la frustración comienza a apoderarse de mí—. ¿Y si sus fans me empiezan a perseguir y... me matan?— bromeo, pero hay un trasfondo de verdad en mis palabras. La vida en este mundo puede ser peligrosa, y a veces, las amenazas son más reales de lo que uno quiere admitir.

—¿Qué tipo de pensamientos son esos? Nahara, simplemente hazlo. No te compliques.

A mi mente vuelve el recuerdo de aquella vez en que me secuestró, cuando me dio una patada en el estómago, cuando intentó robarme a mi Beny. La ira burbujea en mi interior, y la traición que siento hacia Idaira me empuja a actuar. Qué irónico que ahora me prefiera a mí, cuando durante tanto tiempo me hizo sentir insignificante.

—Bien, te haré caso— le digo con determinación, aunque mi interior lucha con la idea de seguir adelante.

—Perfecto —responde, y no voy a mentir, su voz me resulta sumamente intrigante. Hay una especie de energía entre nosotros que me resulta difícil de ignorar.

—Ahora iré a buscar al camello. No quiero meterme en líos por llegar tarde— aclaro, tratando de mantenerme enfocada—. Más tarde, tal vez te llame. Cuando puedas, claro.

—Está bien, reina. Cuídate— me dice, y siento que sus palabras son un pequeño empujón hacia lo que estoy a punto de hacer.

Le lanzo un beso al aire y cuelgo.

Mis piernas caminan solas hacia mi próximo destino, un impulso que parece guiarlas sin que yo tenga control sobre mis acciones.

Perdóname.

Una vez le prometí a mi madre que no me involucraría en el mundo de las drogas, los crímenes y todo lo relacionado. Esa promesa pesa sobre mí, como una losa que no puedo quitarme de encima. Me sabe mal romper aquella promesa que le hice hace años, pero las personas cambian, y me doy cuenta de que yo estoy cambiando... cambiando para mal.

Mientras camino, una serie de recuerdos invaden mi mente. Recuerdos de mi infancia, de momentos felices, de risas compartidas con mi madre. Su sonrisa, su voz, esas pequeñas cosas que solían hacerme sentir a salvo. Ahora, en este momento, todo parece un eco distante. Me estoy alejando de la persona que era, y no sé si alguna vez podré volver.

La idea de actuar de manera vengativa me consume, pero también me llena de miedo. ¿Soy realmente capaz de hacerle daño a alguien que ha estado a mi lado en los momentos más oscuros? La lucha interna es brutal, y me doy cuenta de que estoy en un punto de no retorno.

—¿Qué estás haciendo, Nahara?— me pregunto en mi mente, como si pudiera encontrar una respuesta en el aire. Pero la única respuesta que obtengo es el silencio.

A medida que me acerco a mi destino, la adrenalina comienza a fluir en mis venas. El conflicto entre mis deseos y mis valores se intensifica. Tal vez debería detenerme, reflexionar sobre las consecuencias de mis acciones. Pero, ¿quién soy yo ahora? La Nahara que solía ser ya no existe.

La vida me ha enseñado lecciones difíciles, y ahora debo decidir qué camino quiero seguir.

CAOS ☆ Beny JrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora