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35 Y si la beso, yo la pongo a flotar...

—¿Podrías ir a vivir conmigo?— relame sus labios, mirando intensamente a los míos.

—Estoy bien en casa de Zen— desvío la mirada, sintiendo una punzada de incomodidad.

—Ya habrás molestado bastante a Zen— nota el tono molesto en mi respuesta—. Vamos, quédate aunque sea unas semanas.

¿Acaba de insinuar que soy un estorbo?

Tal vez debería aprovechar el tiempo que me queda aquí.

—Hoy van a venir los chicos. ¿No pasa nada, verdad?

—Para nada, es tu casa— me lanza una última mirada antes de que me dirija al baño.

Cierro la puerta y, acto seguido, giro sobre mí misma para mirarme en el espejo. Examino cada parte de mi rostro, buscando respuestas que no encuentro.

—Mi vida está estancada— susurro, deseando que mis palabras tengan algún significado, aunque sé que será en vano—. Debería arriesgarme a hacer algo, ya no me importa nada.

Despejo la vista del espejo, sintiéndome cada vez más atrapada.

—¿Nahara?— escucho la voz de Beny al otro lado de la puerta.

—Estoy bien— abro la puerta y me encuentro con su figura frente a mí.

—Ya han llegado— sonríe, y yo intento corresponder con una sonrisa falsa mientras nos dirigimos al salón.

Frunzo el ceño al ver a Lukas, John y Morad, acompañados de una chica morena, de piel suave, pelo castaño y ojos de un verde profundo. Ella es un poco más baja que yo y lleva un vestido negro corto que resalta sus caderas.

Hago una mueca y miro mis pantalones vaqueros, que me quedan holgados.

—Mira a quién hemos traído— John luce una gran sonrisa, como si estuviera presentando a una estrella.

—Havana— Beny parece iluminarse con su presencia.

Me cruzo de brazos, sintiéndome como una sombra en su conversación.

Vaya, qué bonito es sentirme excluida.

Mientras los cinco hablan animadamente sobre la vida de Havana, me apoyo en la pared que da a la cocina.

Ella tiene un bonito nombre, un pelo hermoso, un cuerpo que cualquier mujer desearía tener, unos labios tentadores y ojos cautivadores. No le falta nada. Y, como siempre, me deprimo al compararme con ella.

La necesidad de compararme con todas las mujeres es algo que nunca deja de hacerme daño.

Veo a Havana pasar a mi lado y entrar en la cocina. Elevo una ceja, asomando la cabeza por la puerta para ver qué está haciendo. Me sorprendo al ver a Beny entrar también, ignorándome por completo.

¿Esto me ofende? Por supuesto, no voy a mentir.

¿Por qué tengo que sentirme inferior a ella?

Aprieto los puños, sintiendo las cortas uñas clavarse en mi palma. No noto el dolor, solo la sensación de las gotas de sangre recorriendo mis manos. Mierda. Mi baja autoestima no me ayuda en nada.

Decido asomarme de nuevo y veo que están demasiado cerca el uno del otro. Suelto un suspiro de frustración y me encierro en su habitación, dando un portazo, que probablemente ni siquiera escucharon por el volumen de la música.

Me acerco al escritorio, notando que la basura a su lado está llena de papeles arrugados. La curiosidad me invade al preguntarme qué escribe.

"Robas todos los latidos de mi corazón."

Solo alcanzo a leer eso; lo demás está tachado. Me pregunto, ¿para quién será? ¿Quién le roba los latidos?

Qué tontería.

Escucho pasos acercándose a la habitación, y las risas no tardan en hacerse presentes. La puerta se abre.

—Vaya, lo siento. Quería...

—No te preocupes— Beny mira a Havana—. Te enseñaré otro día toda la casa. Ve con los chicos, ahora iré.

Ella asiente y se dirige a donde están los demás, no sin antes lanzarme una mirada de arriba a abajo.

—¿Qué haces aquí?

—Quería dormir un poco— ni siquiera yo me creo la mentira que acabo de soltar.

—¿Seguro que es eso?— vuelve a preguntar, sabiendo que le estoy mintiendo.

—Sí— sonrío, intentando que no sospeche, aunque creo que ya es tarde para eso.

—Estás muy pálida, Nahara. Mejor será que descanses.

—Claro.

—¿Pero de verdad estás bien?

Joder.

—¡Que sí, mierda!— grito, sin poder controlar la frustración.

La música se detiene tras mi grito.

—He escuchado el grito, ¿qué pasa? ¿estáis bien?— entra Havana a la habitación, con una expresión de preocupación.

—Tú cállate, ¿quién demonios eres?— aprieto mis puños de nuevo, sintiendo que la ira me consume.

—Oh— ella se sorprende—. Soy Havana, un gusto— sonríe, achinando sus ojos.

Es tan perfecta. Yo, en cambio, soy un desastre.

—Qué bien —digo, con ironía y una sonrisa falsa—. Estamos hablando Beny y yo a solas. Vete, por favor.

—Nahara— la voz de Beny me advierte, y aprieto aún más los puños.

Emito un jadeo de dolor al notar cómo las uñas se clavan más profundo. Escondo mis manos ensangrentadas detrás de mí.

—Yo me voy— digo mientras salgo de la habitación, lanzando una mirada hacia Beny, que observa a Havana con preocupación.

CAOS ☆ Beny JrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora