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20 Si vamos de paseo siempre yo conduzco el coche...

Despierto en un mundo que parece un laberinto de sombras. Las paredes de la celda están cubiertas de inscripciones desgastadas, palabras que resuenan con ecos de desesperanza. Cada día se siente una eternidad, y el ambiente es opresivo, una mezcla de sudor y humedad que hace que la respiración sea un desafío constante.

Al día siguiente, el sonido del tamborileo de los pies de los guardias me ha despertado. Nos han sacado para desayunar, y mientras he estado masticando un trozo de pan duro sin ganas, he notado que un grupo de hombres intimidantes en la esquina nos están mirando con curiosidad.

—¿Por qué ese grupito nos observan tanto?— Pregunto, inclinándome hacia el compañero a mi lado, quien parece despreocupado.

—A esa gente siempre la contratan para cuidar a alguien aquí dentro. Entran siempre con disimulo— responde, desinteresado, aunque una chispa de interés ha brillado en sus ojos. Me ha lanzado una mirada seductora, pero en mi mente solo hay espacio para pensamientos oscuros—. Supongo que ahora te estarán vigilando a ti.

La comida terminó, y de regreso a la celda, el silencio se vuelve abrumador. Me he quedado mirando las paredes, sintiéndome atrapada no solo físicamente, sino también emocionalmente. Las inscripciones en las paredes susurrar secretos que nunca podría entender.

La mañana siguiente me han despertado para ducharme. Una pequeña indulgencia en medio del caos. Al salir, me han llevado de nuevo a la celda, otra vez con el joven que aún no he tenido el valor de preguntar por su nombre. Hay algo en su mirada que me sigue intrigando; es un misterio en un lugar donde todo parece tan predecible.

De repente, un policía se nos acerca, abriendo la celda, y haciéndome una seña con la cabeza para salir.

—Ven, tienes una visita.

Mi corazón da un vuelco. ¿Beny? Estoy demasiado esperanzada con que sea él, pero la desilusión se va cuando siguiendo al policía, al entrar en una sala, el que me estaba esperando Zen, mi abogado. Me siento en una silla desgastada, enfrente de él, sintiendo el roce del metal frío contra mi piel. Un escalofrío recorre mi cuerpo, poniéndome la piel de gallina.

—Vaya. Buenos días, Zen— le saludo, tratando de ocultar la ansiedad la cual me invade. Se puede notar mi cara de disgusto seguramente. No he vuelto a verlo, y lo extraño. ¿Será que ya no le importo? ¿Ya no quiere saber nada de mí? Tal vez le he traído muchos problemas, tantos que se ha querido alejar de mí.

—Tengo noticias— dijo, con una seriedad que me ha hecho temer lo peor.

—Suéltalo todo— seguidamente respondo, con mi voz casi en un susurro.

Su rostro me muestra confusión, y en este momento supe que las noticias no son muy buenas.

—Dentro de dos días es el juicio. Debes estar bastante preparada mentalmente— me anuncia, y un nudo se forma en mi estómago. La imagen de mi padre desangrandose en el suelo me hizo estremecer.

—¿Sabes algo de mi padre?— le pregunto. El silencio se estira entre nosotros como un hilo frágil.

—Sobre ese caso también quería hablarte. Él está grave, en coma. Hay pocas posibilidades de que sobreviva, y eso nos afectará ante el juicio— me explica cortante, con la preocupación de n su mirada haciéndome sentir más vulnerable.

—Si muere, estamos jodidos. No quiero estar más en este lugar. No sabes lo horrible que es sentir que te están juzgando con la mirada, cuando ellos seguramente han hecho algo peor— confieso con mi voz temblando con la súplica que nace de mi desesperación.

—Yo te voy a ayudar en lo que haga falta, pero tú debes de comportarte bien para no fallar— me advierte con un tono de voz demasiado firme.

—¿Y sabes algo de Beny?— he estado deseando hacerle esta pregunta. Esta vez lo he preguntado con una timidez que me ha sorprendido a mí misma.

—No sé si querrá ser un testigo. Él sabe todo lo que ha pasado, ya que estuvo contigo; si decide contrar la verdad, todo cambiará.

—¿Los mensajes también cuentan?— inquirí, con mi mente agitada por la posibilidad de una salida.

—Servirá de algo— dijo, desviando la mirada—. Déjamelo a mí.

Zen se marcha, y un policía me devuelve a la celda. La soledad me envuelve de nuevo, pero hay una chispa de esperanza en mi interior. Tengo que resistir. Tengo que luchar por salir de este lugar y encontrar a Beny, quien, aunque distante, ha ocupado todos mis pensamientos.

CAOS ☆ Beny JrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora