Capítulo 25

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Los días iban pasando y con Peter volvimos a implementar la ley del hielo. No nos dirigimos la palabra más que simples "Hola", y tratamos de evitarnos lo más que podemos. Él está en la suya con su trabajo, y yo en la mía con mi riguroso entrenamiento. 

En todo este tiempo no hemos tenido novedades de Renn y del equipo. Una parte de mi se encuentra angustiada de no saber nada de ellos, pero la otra parte la tranquiliza esa certeza de que están bien, que se encuentran a salvo. Los viejos siguen todos instalados en la casa, también están bastantes preocupados por sus hijos, por más que quieran aparentar confianza y tranquilidad. Me desespera que estemos tan calmos y tan quietos en el lugar. Deberíamos estar haciendo algo para revertir todo esto, pero considerando que no tenemos armamentos y que somos solo unos poco no lo hace muy buena idea que ataquemos en estás condiciones. Yo tan solo quiero que todos regresen para encargarnos de quien sea que este detrás de la situación, para así volver a tomar nuestro puesto en la ciudad. 

Mínimo unas tres veces al día se me pasa por la cabeza la idea de que debería mudarme, y no me refiero a regresar al departamento de Demian, porque sería volver a decaer, lo sé, sino irme a un lugar nuevo, estar en un ambiente distinto. Ese pensamiento no es solo por la evidente tensión que hay en el aire en el departamento de Peter, sino que siento que debería buscar mi propio lugar, tener mi espacio. Sin embargo, no importa cuanto lo piense, no lo hago. Primero que no es un buen momento para irme por mi cuenta dado los recientes acontecimientos que rodea a la familia. Y segundo... que no podría dejarlo solo a Peter. Se que no estará de acuerdo, pero está muy a la vista y al alcance de los demás jefes de las pandillas, que ahora que tienen libre la ciudad no tardarían en hacerle daño de alguna forma. También pienso que... que lo extrañaría un poco. Sigo creyendo que es un idiota y un cobarde, pero me sigue agradando. Y una parte de mi lo admira. No cualquier hombre rechazaría a un mujer por lo que su amigo pensara, ellos que suelen pensar todo con el pene. Peter está siendo coherente por más que me fastidie. 

Cuando entro al departamento luego de haber almorzado con Emma y Chloe, lo veo a él sentado en el sofá, tecleando en su notebook la cuál se encuentra apoyada en la mesa baja que está enfrente, que también se encuentra repleta de papeles y carpetas desparramados. 

- Hola. - digo al pasar hacía mi habitación, sin detenerme, después de dedicarle una rápida mirada. 

- Arwen. - me llama con un tono firme, logrando que me sorprenda un poco.  

Me detengo y me giro para observarlo. - ¿Si, Peter? 

Suspira. Se para y se acerca a mi, pero aún así mantiene la distancia. - No me gusta está relación que estamos teniendo. Ambos vivimos en un bajo techo y nos ignoramos por completo. 

- No nos ignoramos. Cada uno está en sus cosas. 

- ¿Eso es lo que te dices a ti misma? 

- No es lo que me digo a mi misma, es lo que es. 

- Ese día ni siquiera me dejaste que te explicara. 

- Es que no hay nada que explicar. - digo, sin quitarle mi mirada penetrante de encima. - Quise tener algo contigo y tú no quisiste por lo que dirá Renn. No lo comparto al pensamiento, peor lo respeto. 

- Que digas eso no hace que las cosas disminuyan o desaparezcan. 

- ¿Y que quieres que diga? 

- No hay nada que puedas decir que me quite lo que siento. 

- ¿Lo que sientes? ¿Qué sería? ¿La culpa? 

- No. - responde firme. - El deseo que me invade cuando estoy en la misma habitación que tú. 

Fuego con Fuego (Mafia Marshall III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora