Capítulo 4

1.9K 184 16
                                    

La noche de mi fiesta pasa entre la música fuerte, bailar con diferentes muchachos que tratan de ligar conmigo sin mucho éxito y beber mucho champagne. Estaba rodeada por muchas personas, demasiadas, sin embargo ninguna me interesaba. Que fastidio estar con tanta gente y que ninguna logre atraparte o que te genere el mínimo interés como para continuar una conversación. 

No soy alguien que suele envidiar, pero si sentí indiciosos de eso con Renn. El logro encontrar a su grupo de personas. Solía creer que cuando yo me uniera también sería parte, que sentiría que ahora formo parte de un equipo, pero no es así. Porque no lo son, son el de Renn. 

¿Qué pasa con los seres humanos que siempre tenemos ese anhelo de pertenecer a algo? Mi madre siempre solía decir que las personas no somos unas islas. A veces me gustaría que lo fuéramos. 

Mi hermano se me acerca. - Ya no vamos. - anuncia. - ¿Quién viene por ti? 

- No te preocupes, papá ya envió a alguien para que me recoja. - miento. 

- Bien, aguardaré entonces a que...

- No. - lo interrumpo. - Renn, no necesito que me hagas de niñera. Ve a tú casa, ya de seguro me están esperando a afuera. Terminaré de saludar a unos amigos. 

Me observa pensativo, entrecerrando sus ojos. - Está bien... - accede, pero no muy convencido. - Si se demoran me llamas y vengo por ti. 

- Tranquilo, hermano mayor. 

Me dedica una leve sonrisa y se da la vuelta para regresar con su esposa, y sus amigos. Espero unos 10 minutos a que se hayan marchado todos por fin. Cuando salgo del salón, cual película adolescente, lo veo apoyado en su motocicleta, cruzado de brazos y mirándome con esa bonita sonrisa. Me acerco a él. Veo que ya no tiene puesta la corbata y su camisa se encuentra fuera del pantalón, con los primeros botones de arriba desprendidos. 

- Comenzaba a creer que te habías arrepentido. - dice. 

- ¿Aún así te quedaste aguardando? 

- La espera lo vale, si existe aunque sea una mínima posibilidad de que llegues a venir conmigo. 

Pongo mis ojos en blanco. - ¿Mientras me esperabas te tragaste un libro de poesía? 

Ríe. - Estoy tratando de impresionarte. 

- ¿Si? Pues no lo vas a conseguir recitando palabras tontas. Tendrás que usar otros recursos. 

- Se me están acabando, en realidad. 

- Que poca imaginación, rubiales. 

Me extiende el casco que estaba sobre el asiento de la motocicleta. - Por el momento es lo que tengo. ¿Sirve? 

Lo tomo. - Por ahora. 

- ¿A que hora debes estar en casa? 

- No tengo horario, ahora soy mayor. 

- ¿Tú padre como lo lleva? - pregunta divertido. 

- Está al borde del infarto, pero bueno, me obsequio un arma. Así que no te hagas le chistoso conmigo.

- Créeme, no necesitas un arma para asustarme. 

- Bien. - sonrío con satisfacción. 

Me extiende lo que tenía apoyado sobre su falda. - Como prometí te traje mi chaqueta. Me pareció verte un poco descubierta, temí que pasaras frio y te enfermaras. 

- Vaya que considerado. - digo con sarcasmo, lo que lo hace reír. Le doy el casco y toma la chaqueta para ponérmela. Evidentemente me queda bastante grande, pero aún así se siente cálida. - ¿Qué tal me veo? 

Fuego con Fuego (Mafia Marshall III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora