Capítulo 4

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Imagen de portada: Daniel. (Estas imágenes son sólo una propuesta, son libres de imaginarlos de otra forma)

Por la mañana, me sentía realmente agotada. La noche anterior había dormido muy poco, y la llegada del amanecer fue casi un alivio. Estaba muy preocupada por lo que se diría de mí cuando se supiera lo de anoche -estaba segura de que alguien lo había grabado- y me preocupaba aún más de lo que podría hacerme esa familia por haber golpeado a uno de los príncipes. Ahora era más consciente de lo peligroso que podían ser los Escarlata. Eran poderosos, y mucho más ricos que el reino de Isabil, según me había explicado Susi. Me vestí y bajé en busca del desayuno.

Mis padres y mi hermano se encontraban en el saloncito para desayunar. Al entrar, ellos dejaron de hablar y me miraron, y tuve el presentimiento, por sus miradas, que ya sabían lo que ocurrió anoche, aunque el acto había ocurrido como a las dos y media de la madrugada, «los chismes de princesas corren muy rápido» pensé.

—Buenos días—dije con soltura y ellos me respondieron igual.

Tomé asiento y luego, viendo la Tablet que mi padre tenía sobre la mesa, me di cuenta que había una foto de mí en el periódico digital dando un buen golpe en la cara al príncipe Hamid.

Es todo. Este era mi fin.

—Vimos que te divertiste anoche—al contrario de lo que esperaba, mi padre alzaba su café con una sonrisa como si el hecho le divirtiera.

—¿Esto me va a meter en problemas? —pregunté preocupada.

—No por mi lado. Estoy seguro que se lo merecía—contestó mi padre—. Hasta me recuerdas a tu mamá.

Ella lo miró con los ojos bien abiertos como diciéndole que se callara y entonces cambió el tema, preguntándome:

—¿Y qué fue lo que te dijo para que te molestara tanto?

—Tal vez mencionó sus piernas gordas—rió mi hermano.

—¡No tengo piernas gordas! —lo fulminé con la mirada, pero él siguió riendo mientras llevaba una fresa a su boca hasta que mi madre lo codeó para que se silenciara—. Me dijo algo horrible sobre—no estaba segura si decirlo o no. Miré a mi madre, pensando en que no quería hacerla sentir mal por esto—...eh...algo sobre...mi sangre—expliqué, cada vez bajando más la voz.

—Oh—comprendió mi madre.

—Entonces sí que se lo merecía—replicó mi padre, molesto.

—¿Esto afectará al reino? — le pregunté.

—No más de lo que ya está. Nunca nos hemos llevado bien con los Escarlata de todos modos.

—¿Y todos son así? ¿Malos?

—Yo no lo dudaría—contestó mi madre—. Ese rey no tiene la más mínima responsabilidad afectiva. No creo que haya criado a sus hijos con buenos valores.

Y eso fue muy claro después de que Hamid me insultara anoche como lo hizo, ni si quiera le importó que los demás lo oyeran. Tenía la total y plena seguridad de que lo que decía no tenía nada de malo porque yo era alguien completamente insignificante, según su criterio. Sin embargo, su hermano...él no parecía ser igual que Hamid.

De un segundo a otro me vi recordando su mirada, esos ojos endemoniados, dominantes e inolvidables.

—Isabella—dijo mi padre con un tono más fuerte que me obligó a levantar la mirada de mi plato—. Te pregunté si pasó algo más después del golpe.

—No—mentí. No sé por qué, pero no quise mencionar lo de Malik, sentí que me iba a notar algo en la cara si lo mencionaba—. Después del golpe, él se retiró, y eso fue todo.

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