—¿En serio? ¿Vas a seguir fingiendo que no me oyes? —preguntó Malik en la mesa, mientras nos servían la comida.
Lo había estado ignorando desde que bajé de esa limosina hace dos días. Aplicando la "ley de hielo". Se lo merecía. Aunque sabía que podía no importarle mi atención, al menos quería lastimar su orgullo. ¿Qué me podía reclamar? Yo seguía yendo a mis clases, hacía todo lo que me pedía, así que no podía quejarse por eso; simplemente, no le hablaba, y apenas lo miraba cuando era necesario. Mi semblante era perfectamente neutral en su presencia; mis modales, jamás fueron tan distinguidos; mi comportamiento, nunca había sido tan dócil. Pero hablarle no. Eso no. Y sé que eso lo estaba volviendo loco.
—Mirza—llamé a la chica atrás de mí.
—Petao she zadi— "Dígame, princesa" fue lo que respondió.
Y yo le dije en un urdu casi perfecto:
— Kia aap she za deku batasa teje qui meye ramu amenika le jamu kimeese nijetzu nejamu mei si bocoun se ta mu let kenmen o sebadni Ka na shaata.
Lo que quería decir: ¿Puedes decirle al príncipe que no estoy fingiendo que no lo oigo? Lo oigo perfectamente, pero no quiero hablar con él.
La sorpresa en el rostro de Malik fue un poema.
Mirza abrió la boca para seguir mis órdenes y Malik la detuvo en seco con una mano en alto.
—Sí Mirza, sé lo que dijo. La pude oír. —sus palabras, aunque educadas, tenían un tono claramente irritado.
Bien. Porque era lo que quería. Que se enoje por eso ¡y mucho más! Porque no le iba a hablar. ¡En ninguno de los idiomas!
Por mi lado, no pude evitar sentirme algo orgullosa por lo mucho que había avanzado en mi aprendizaje del idioma. Me lo había tomado muy en serio, y no solo en las clases, sino también de forma independiente. Ullah me había ayudado mucho con eso.
Algo de ese orgullo debió reflejarse en mi rostro porque Malik no se quedó callado.
—Me alegra que te diviertas ignorándome incluso en mi propio idioma, princesa. Pero algunas palabras no estuvieron muy bien pronunciadas. Me pregunto, ¿si es por falta de practica o porque eres muy tonta?
Mi mano que sostenía el tenedor quedó congelada en el aire camino a mi boca. Se quedó ahí, tenso, al igual que todo mi cuerpo.
«¡Cómo se atreve!»
Levanté la mirada clavando mis ojos en su rostro arrogante y estúpidamente atractivo. Iba a decirle de todo, hasta de qué podía morirse. Iba a decirle que me había esforzado mucho en aprender el idioma y que para el poco tiempo que llevaba estudiándolo ¡claro que no iba a ser perfecto!, iba a decirle que su español también era malo (aunque en realidad era muy bueno) , iba a decirle que había pasado horas viendo películas en urdu y traduciéndolas, pero antes de decir todo eso, una sonrisa renuente que asomó en los labios de Malik cuando lo miré furiosa, lo delató.
Él me estaba provocando para que le hable y yo casi caigo en su juego.
Cuando lo entendí, mi expresión cambió. Respiré profundo y me relajé. Llamé de nuevo a Mirza y de la forma más indiferente, pero elegante posible, le pedí que le dijera a su príncipe que no debería ser tan duro con los principiantes y que no se moleste en hablarme salvo que sea para disculparse por lo que me dijo "aquella vez". No tenía que explicarle a Mirza a qué me refería porque Malik sabía muy bien lo que me tenía tan molesta.
Obedientemente, Mirza volteó hacia su príncipe para darle mi mensaje.
—Sí, ya lo sé—bramó esta vez, sin dejar hablar a Mirza—. Y no tengo nada de qué disculparme contigo. No dije nada que no fuera cierto.

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BASTARDA
RomanceIsabella es una mujer rebelde y más lista de lo que los hombres creen bajo esa fachada de princesa encantadora. Los hombres son aburridos para ella y está segura que está mejor sola, pero las vueltas del destino la obligan a enfrentarse a una decisi...