A partir de ese día fueron como tres semanas de mucha tranquilidad.
Traté de verdad de asimilar las lecciones de la señora Johansson. A pesar de lo estricta, ella enseñaba bien. Después de mucho trabajo, aprendí más sobre el idioma urdu y conseguí hablarlo con mayor soltura también. Aprendí toda la historia de su tierra, desde el primer rey (del que vimos el mausoleo) al último, el rey Gonzag. Memoricé el nombre de sus platos típicos y aprendí a hacer varios de ellos por gusto propio; estaban el nihari, biryani, Kulfi, naan, kebab, y mi favorito, el shawarma. Y por supuesto, aprendí algo de danza pakestina folclórica, no era obligatorio que todas las mujeres lo aprendan, pero era admirable que las princesas que se unían a la familia real supieran todo sobre su cultura, era una de las tantas cosas que las mujeres que esperan ser comprometidas con un Escarlata pasan aprendiendo desde niñas, prácticamente toda su vida se preparan para ser la esposa perfecta para uno de ellos, así me lo explicó la señora Johansson.
Y pensar que yo lo conseguí en una noche con ropa casual y sin saber nada, ni el idioma. Seguro muchas me odiaron por haber aparecido de la nada y restarle a uno de sus príncipes.
Lo mínimo que podía hacer, era esforzarme un poco en aprender; por lo menos el tiempo que estuviera aquí, porque no era mi plan ser la esposa de Hamid por siempre. Desde el inicio mi idea fue mantener la alianza el tiempo suficiente para ayudar a mi nación con la epidemia y estaba segura que mi padre pensaba igual.
Aunque, a decir verdad, cada vez me interesaba más de esta cultura, sus tradiciones, y sus creencias.
Y en serio adoraba mi tatuaje.
«Es muy hermoso» dijo Ullah la primera vez que lo vio.
Mi relación con ella había avanzado bastante, ¡al fin! nuestras conversaciones ya no eran sólo del clima. Me tenía al día con los últimos acontecimientos de la servidumbre; situaciones triviales, pero muy entretenidas.
Y tal como habíamos quedado, no faltaron mis clases de conducir moto con Malik. Pasar tiempo justos en la playa cada mañana me había vuelto un poco descuidada de recordar con quién trataba, el hombre que estaba a aquí para controlarme y obtener información. El problema era que Malik podía ser muy engañoso, podía ser encantador cuando quería, incluso cuando me regañaba por no entender algo. Y en varios días había aprendido mucho sobre motos ya que era un tema que le apasionaba. En momentos como ese me preguntaba si él también olvidaba quién era yo. ¿Podría en algún momento confiar en mí?...
En cuanto a mis avances en la moto, habría aprendido, sí, en teoría, pero en práctica no mucho. Especialmente porque me costaba perderle el miedo.
—Si sigues pensando que te vas a caer, vas terminar cayéndote—me regañó después de negarme a arrancar la moto—. Ya te enseñé todo lo que debes saber. Ahora sólo debes hacerlo y practicar.
Pero yo estaba decidida a alargar ese momento. No me sentía segura. No todavía.
—Sólo digo que investigué, y ha habido muchas muertes por caídas en moto.
—Eso sólo ocurre si lo haces mal.
Suspiré.
—No te ofendas, pero no eres un gran motivador.
Una traviesa sonrisa se dibujó en sus labios.
—¿Quieres motivación?
—¿En qué estás pensando? —pregunté con cautela.
Minutos después, estábamos los dos en la moto -Malik conducía, por supuesto, y yo iba bien agarrada de él- recorrimos la playa y el terreno alrededor que era enorme. Cada vez que la moto subía unos montículos de arena, la moto saltaba un poco y nosotros con ella, mientras que, por la orilla del mar, el agua nos salpicaba y nos refrescaba. Era aterrador y emocionante al mismo tiempo. Como ya había visto a Malik conducir en moto antes, conocía algunas de las peligrosas maniobras o piruetas que sabía hacer, y esto no era nada parecido. Su objetivo era hacerlo divertido, pero sin ponernos en peligro. Y realmente me la estaba pasando bien.
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BASTARDA
RomansaIsabella es una mujer rebelde y más lista de lo que los hombres creen bajo esa fachada de princesa encantadora. Los hombres son aburridos para ella y está segura que está mejor sola, pero las vueltas del destino la obligan a enfrentarse a una decisi...